El cantante Elvis Presley nació en 1935 en Tupelo, Estado de Mississippi, en un barrio muy modesto, pero luego su familia se trasladó a Memphis, en el de Tennessee.
Esos lugares afroamericanos pobres de los Estados Unidos, marcaron su vida y le dieron la autenticidad creativa con la que cambió la música popular, convirtiéndose en un ícono de la cultura americana del siglo veinte y un exponente del rock and roll a nivel mundial, recordando su gran éxito «Heartbreak Hotel», su primer Disco de Oro, a los 66 años de su lanzamiento en 1956.
Viajo a Memphis para conocer Graceland, la mansión que Elvis compró para sus padres en 1957 y donde vivió hasta su muerte. Georgie, el conductor que me lleva al hotel, me cuenta: «Yo no lo conocí pero era muy popular. Muchos periodistas, como usted, vienen a conocer su casa. Me acuerdo el día que murió, 16 de agosto de 1977, el aeropuerto no dio abasto y se movilizó a la población con auto para ayudar a llevar a la gente. ¡Fue impresionante!»
Elvis creció en el seno de una familia modesta de inmigrantes europeos. En esa familia la música era una forma de vida, y el joven Elvis, con voz privilegiada, se aferró a la música para vivir. Presley cuenta que cuando le regalaron la guitarra aprendió a tocarla y supo que ese era su destino.
Cuando uno conoce su origen, su mudanza a Memphis en condiciones precarias, no puede separar al cantante de su medio ambiente, porque Elvis representa a su gente y fue en los barrios afroamericanos donde escuchó los blues, los gospel, donde conoció la pobreza y las ansias de expresar lo que sentía.
Siendo un estudiante de la escuela secundaria, comenzó a sobresalir por su tupé y patillas y por su manera de cantar. Nunca recibió clases de canto y estudiaba y tocaba de oído, conocía las canciones de música country y adoraba la música espiritual afroamericana; su escuela musical fue su casa, la calle, la radio y la iglesia.
En 1953 se presentó en las oficinas de Sun Records, un estudio de grabación donde quería grabar una canción para su madre. Vimos los estudios, tan modestos como los comienzos de su carrera, pero era donde se descubrían talentos. Al principio lo rechazaron. Un día, grabando con el grupo, con su estilo de blanco cantando música negra con gran sentimiento, su canción se difundió por radio y comenzaron las llamadas. ¡Había nacido la «Estrella Elvis Presley»!
El productor Tom Parker lo promovió en giras y lo presentó en televisión. Su estilo de jazz afro y sus movimientos atrevidos, lo hacían distinto, lo llamaban: «el relámpago de Memphis». Sus presentaciones televisivas lo lanzaron a la fama porque traía una energía diferente y un estilo inconfundible que estalló en los años cincuenta, creando una explosión artística y comercial sin precedentes.
Me esperan a las 9.30 am en Graceland. Al llegar me impresionan las instalaciones que construyeron frente a la finca: un gran hall con servicio de taquilla y guías, negocios y restaurantes, seguida de varias salas: de trofeos, de automóviles, del Vestuario de Elvis, de Juegos y Atracciones; y, en el parque, los aviones privados de Elvis. Una verdadera organización, donde, según me comenta una empleada, trabajan mas de doscientas personas y reciben medio millón de visitantes al año.
Me orientan hacia una sala donde vemos el film sobre los éxitos y la vida del artista; luego, con un bus nos conduce hasta la mansión, de fachada neocolonial, donde nos entregan un grabador para seguir la guía interna de la propiedad. Entramos a la gran sala decorada en blanco por su madre y el propio Elvis, con el piano en el fondo. Opuesto a la sala se encuentra el comedor decorado en color negro; los televisores aparecen por doquier, había catorce aparatos en la casa. Era habitual que llegaran familiares o amigos a comer, por eso la cocina contigua estaba siempre abierta, incluso para satisfacer los deseos del propio Elvis y sus padres. En la parte alta se encuentran los dormitorios, y es privada.
Cuando se casó con Priscilla Beaulieu en 1967, crearon la «Sala de la selva» con adornos africanos, plantas y empapelados verdes. Aquí disfrutaron momentos en familia con su pequeña hija, Lisa Marie Presley, actualmente encargada de la casa museo a la que visita dos veces al año.
En esta finca, Elvis vivió veintidós años, hasta su muerte, acontecida en la sala de baño donde lo encontró una amiga, ya que se había divorciado de Priscila en 1973. Pudimos ver la recámara y donde falleció.
La bella mansión de catorce acres (56.656 metros cuadrados) pasó por momentos difíciles a la muerte del astro, pero su exesposa Priscila logró crear un gran centro turístico y la abrió al público el 7 de junio de 1982. Hoy, es tan visitada como la Casa Blanca, y es uno de los monumentos conmemorativos más preciados de Estados Unidos.
Nada falta en la finca: piscina, caballerizas, sala de grabaciones, sala de la genealogía familiar, sala de billar y gimnasio, porque Elvis era amante de los deportes: practicó karate, racketball, tiro al blanco, equitación, además de ser un fanático de los automóviles. Su colección la componen ocho autos, tres deportivos y cinco de lujo. Visitamos la piscina y llegamos al jardín de meditación donde está enterrado Elvis junto a sus familiares.
La sala de atracciones es la preferida de los jóvenes, porque pueden interactuar con las canciones y vídeos de Elvis; sorprende la presentación de sus trofeos obtenidos en su trayectoria. El recorrido se termina visitando los dos aviones de Elvis y las boutiques donde se venden toda clase de recuerdos del cantante. Sin duda, conocer Graceland es una inmersión en el mundo del artista y un recorrido por su vida y su carrera.
La carrera de Elvis tuvo un corte, pues a los veinte años fue reclutado por el ejército y se presentó como un soldado raso. Se pensó que el ídolo había terminado, su carrera pero renació al salir del servicio militar enfocándose en la filmación de películas.
Filmó treinta y tres largometrajes y treinta documentales de conciertos. Su primer film fue «Love Me Tender», luego vino «El rock de la cárcel», «King creole», «Blue Hawaii», y «Viva las Vegas».
Pero, no era filmar lo que más lo atraía, en 1969 volvió a los conciertos en giras agotadoras. En 1973 batió récords de audiencia mundial con el concierto «Aloha from Hawaii», teletransmitido vía satélite, a más de mil quinientos millones de personas. Este concierto fue en su vida muy importante y lo recordaba con gran cariño.
Pocos cantantes lograron los récords de ventas que logró Elvis: 711 grabaciones, sin incluir las bandas sonoras de las películas, más de dos mil conciertos a lo ancho de los Estados Unidos, cientos de premios, y millones de fanáticos en el mundo entero.
En sus últimos años, a partir de su divorcio, Elvis buscó en la religión apoyo para su soledad y su salud, cada vez mas comprometida por intoxicación de medicamentos, que lo llevaron a un ataque cardíaco súbito a los 42 años.
Mientras observo los trajes y sus guitarras, confirmo que su legado fue fundir el ritmo country blanco con los ritmos negros, revalorizando la música afroamericana. Elvis siempre dijo que sin los «blues», el rock and roll, no existiría. Elvis creó con su personalidad un espacio para la juventud y sus gustos; de allí la fuerte identificación de los jóvenes con su imagen. Afirmó su carrera artística en sus valores musicales, aunque también fue un símbolo sexual y de la moda de su época.
Me siento a tomar un refresco y converso con doña Mary, quien conoció a Elvis y a su familia y me comenta: «Nos dio mucho con su música y era un buen muchacho.»
Un buen muchacho del interior del país, que se convirtió en un astro de fama internacional. Elvis fue un fenómeno socio-cultural, que muestra que no importa de dónde vengas, lo importante es a dónde quieres llegar y tu fuerza interior para lograrlo. Fue un símbolo de esa energía americana que se extendió por el mundo con su fuerza y su creatividad.
Aún resuena: One, two, three : Rock and Roll!!
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