En Historia de una pasión (A quiet passion), Terence Davies, el director británico de películas introspectivas como House of Mirth y Sunset Song, se ha inspirado libremente en la vida y las obsesiones de la poetisa estadounidense del siglo XIX Emily Dickinson para hacer un biopic notable, un drama biográfico de mujeres oprimidas por los hombres, que interpreta Cynthia Nixon (la pelirroja de Sexo en Nueva York) en el papel de la artista sombría siempre escoltada por sus demonios interiores, acompañada por Jennifer Ehle, como su hermana, y Keith Carradine, en el padre.
Cartel de Historia de una pasiónLa película, como escribe un comentarista británico en su presentación en la pasada Berlinale, “es tan casi buena como casi intolerable” en sus escenas de alta tensión dramática. La poetisa, una joven de lengua afilada en las primeras secuencias (Emma Bell) y una mujer madura, enferma, agria y casi mística, siempre vestida de blanco y apoyada en el quicio de la puerta de su dormitorio en la segunda parte, es incapaz de librarse de los lazos de una familia muy conservadora en el sentido más protestante, lo que en este caso significa planteamientos rígidos e inamovibles sobre cuestiones vitales como la educación y el papel de las mujeres en una sociedad muy patriarcal (su padre le autoriza a escribir solo a la caída de la tarde y hasta que llega la noche).
Sin saberlo, Emily Dickinson fue una protofeminista, una feminista adelantada, pero también una mujer intransigente con las debilidades ajenas. Lo que la hace muy deprimente y, a la postre, muy poco libre pese a sus constantes llamamientos a la libertad, porque el resultado fue una vida frustrada (ella misma se califica de “sin esperanza”), no solo por la falta de un amor siempre ansiado (el de un pastor, el único que parece disfrutar con los poema de Dickinson, casado y por lo tanto prohibido); también por el doloroso final de una insuficiencia renal a los 55 años, justo en el momento en que se estaban imprimiendo, por primera vez, algunos de sus versos.
Para conseguir la buscada sensación de intimidad, y la reproducción lo más exacta posible del mundo de la poetisa, el relato se apoya en interiores iluminados tenuemente, siluetas recortadas contra el visillo de una ventana o un balcón, y tranquilas escenas familiares con todos sentados en semicírculo, y con grandes dificultades para establecer conversaciones inteligibles para el espectador.
A lo largo de la proyección se escuchan muchos de los poemas que Dickinson escribió en su corta vida, leídos con maestría por una Cynthia Nixon con seria reputación como actriz de teatro, que también consigue una nota suficientemente alta en la interpretación de tan complejo personaje.
No es una película de Hollywood, no se busca la espectacularidad ni probablemente se haya hecho pensando en un Oscar. Es un film lento, en ocasiones abrumadoramente lento, sobre la vida de una mujer singular cuya vida pasó, usando sus propias palabras, “como un sueño del que no era la protagonista”.