Poesía necesaria en tiempos de estafa
Le preguntaron una vez al poeta Antonio Gamoneda por la peculiar coincidencia de que dos presidentes del Gobierno de España, teóricamente tan disímiles como Aznar y Zapatero, lo tuvieran por autor predilecto, y don Antonio relativizó esa supuesta querencia de uno y otro con el saber que dan los años, la minoritaria prestancia que le otorga su oficio y el convencimiento de que la poesía no es un instrumento que vaya a cambiar el mundo, ni mucho menos un arma de futuro para primeros mandatarios. A lo sumo -dijo-, lo que puede hacer es crear una intensificación de la conciencia para hacernos más sensibles al mirar la realidad.
Eso, en los políticos, llámense Aznar o Rodríguez Zapatero, no suele ser localizable, pues de darse el caso sería muy otro el tránsito por el que discurre el mundo, tan surcado de insensibilidades en las cumbres del poder ante las lacras que consumen a la Humanidad. Por eso, en lugar de respaldar la calidad de su obra en la nombradía de tan señalados lectores, la respuesta de Gamoneda se limitó a poner en entredicho la teórica afición por sus versos tanto de Aznar el de Las Azores como de su medio paisano Zapatero. “Lo de Zapatero -adujo Gamoneda- no me produce extrañeza, aunque sea por una razón ajena a la poesía, porque yo era amigo de su padre y a lo mejor cuando era pequeño le di un tirón de orejas o le regalé una peseta”.
Desde hace unas fechas está en las librerías, publicado por Bartleby Editores, un libro de poesía que se echaba en falta en los depresivos tiempos que corren. Se titula En legítima defensa: poetas en tiempos de crisis y lo ha prologado el poeta ovetense (1931), dando acogida con sus palabras a un muy nutrido número de autores, más, menos o nada conocidos y de distintas generaciones. En palabras de Gamoneda, este libro se entiende como un acto de acusación y de protesta contra el cruel economicismo financiero que ha traído consigo auténticos crímenes sociales como el desempleo, los desahucios, la enfermedad, el hambre y la incultura. Entiende el poeta que la poesía no puede modificar directamente esa praxis financiera, pero “su fuerza emocional y sensible sí puede intensificar las conciencias y propiciar la adopción de un pensamiento operativo”.
Esto me hizo recordar la alocución de don Antonio cuando recibió el Premio Cervantes en 2006. Entonces se refirió a la naturaleza de sus fuentes, diciendo que eran de baja extracción. Se refirió al barrio ferroviario del Crucero, en su León adoptivo, ese primer paisaje de niñez donde arraigan las más hondas e insondables primicias emocionales de la memoria. No sólo de aquel entorno obrero y suburbano, inscrito en el aciago trazado de sangre y represión de la Guerra Civil -luego prolongado con las miserias y penalidades de una larga posguerra-, fluyen la vida y los libros del poeta astur-leonés. En 1936, cuando España se partió en dos dispuesta a matarse porque el golpismo fascista encendió la llama del odio, el poeta Gamoneda aprendió a leer. Sólo había un libro en la modesta casa familiar, pero con el título más elevado que podría darse en aquella funesta coyuntura histórica. Huérfano de padre, el pequeño lector aprendió a respirar las palabras y la poesía en el libro escrito por su progenitor, Otra más alta vida, cuando la de muchos padres de España se empezaba a desangrar en los frentes y en las cárceles. Esa fuente es de muy alta extracción, don Antonio, sobre todo cuando por no beber de la razón y la paz de la palabra, este país nuestro se ahogó en un prolongado silencio de persecución y muerte.
Apunta el machadiano Gamoneda, al final del prólogo de En legítima defensa, que el libro está dedicado a los gestores de la crisis, entre los que figuran esos dos principalísimos lectores sobre cuya condición de tales tiene él y tengo yo manifiestas dudas.
Agradezco mucho tu comentario, Ileana, y lo leo con el gusto que da compartir el amor por las palabras que expresan sentimientos e ideas. Abrazados a ese sentido de la existencia es como se escribe la historia de la cultura. Todo lo que perturbe su tránsito es barbarie, porque va en contra de la razón y el corazón de la vida como proyecto humanístico y humanizador.
Estimado Félix: Hay papeles que no caben en el alma. Palabras necesarias en el acontecer diario del barrio o el pueblo: coadyuvan al cese de la criminalidad; reorientan el proyecto de vida de las personas privadas de libertad; son imprescindibles en la educación popular para el desarrollo humano; se cuelan en el tratamiento para la sobrevida de personas que han sido médicamente desahuciadas; están prestas para provocar la batalla de las ideas.
Hay almas que de tan solidariamente gente que son se convierten en poemas. Atrapan al vuelo el verso que nace en un minuto en cualquier lugar público y lo escriben de una vez aunque luego haya que cepillarlo durante meses. No le temen a las balas ni a los besos. Dejan su texto como rescoldo, palabras que se encenderán en el momento preciso.
Hay gente que perpetúa su alma en poemas. Poesía hecha de carne y hueso que se esfuerza, se afana cada día; se te atraviesa en la calle y reconociendo la urgencia del verbo, adjetivalmente se ennoblece ante un sustantivo siempre plural.
Hay lugares del alma (donde duele, donde se espera, donde amorosamente se construye) donde nunca podrá haber silencio, donde siempre se tendrá la puerta abierta para recibir y hospedar a la gente-poema.