“Mediante el trabajo ha sido como la mujer ha podido franquear la distancia que la separa del hombre. El trabajo es lo único que puede garantizarle una libertad completa”.
Simone de Beauvoir
Ileana Ruiz
Amado:
Cada 9 de enero es indispensable celebrar el nacimiento de Simone de Beauvoir (Francia, 1908- 1986). Arquetipo femenino que sin querer filosofar enriqueció a la humanidad con sus reflexiones.
No soy una intelectual. Escribo trabajosamente para alcanzarte. Soy una mujer que quiere ser compañera: no primero ni segundo sexo, pareja.
Amado, hoy ya no hay tiempo.
Sentada semidesnuda sobre sus rodillas dejo que los jirones de las horas que me vistieron terminen de resbalar como arena de un reloj inexistente.
Me inclino y comienzo el masaje reparador. Toque general y luego dedicación a los detalles. Falanges cansadas de todos los pasos, planta dolorida por la presión y el peso, talón que recuerda su vulnerabilidad mitológica.
Beso la carrera de los años que circulan a impulsos por sus venas, destrabo las coyunturas de un presente incierto. Cada callo, cada ampolla, cada vello es pasado que advierte al porvenir. Aprendimos en un par de años a mimarnos pero también a exigirnos un desempeño mejor. Nos ayudamos y compartimos lo que somos, sabemos y tenemos pero nos llamamos la atención frente a los errores cometidos; sincopamos musicalmente nuestros pasos para que no hubiese atropello.
Recuerdo cuando sólo éramos un pedazo de historia interceptado, mustio rincón de indignación callada, terco latido que aprendió a creer que, tras el impacto cruento del dolor, es posible construir algún lugar para la esperanza. Sitio donde renuevan sus latidos los signos personales del pasado y, desde allí, iniciamos un caminar hacia la plenitud de lo humano.
Amado, hoy ya no hay tiempo.
No hay tiempo encadenado a horarios ni agendas; tampoco tiempo libre porque desde el primer instante estuvo condenado a su fin.
Ouroboros que se devora a sí mismo. Tentación de volver con ansias de continuar. ¿Será que soy solo sueño de soñador errante? ¿Será que recuerdo lo que no ha pasado? ¿Será que fundamento mi proyecto de vida en planes ajenos?
Chronos sometido a la voluntad burocrática. Medido, estimado, percibido, anhelado, diferido. Corto en los encuentros, eterno en el dolor y las ausencias.
Tiempo que es nada y no se registra en los diarios de Andrómeda o deshoja en el segundero su ¿habrá mañana, no habrá mañana?
Tomo entre mis manos y brindo calor a la fragilidad que pudo ser puntapié y prefirió ser metrónomo; la fortaleza de la pequeñez que soporta toda la existencia.
Me explayo, para abreviar. Tomo atajos para llegar primero a donde partí. Espero el futuro me depare lo que dejé vibrando, goteando. ¡Ojalá la historia no sea cuento!
Amado: te aguardo de este lado del abrazo. Adelante queda el nombre no corrompido, nuevo manantial para el asombro, extensas geografías que han nacido, volver al rayo o al pétalo que escondo.
Siempre habrá sombras añejas diluidas y también un nudo, una muesca donde asirse, anagramas autografiados en la lucha. Así, reposa en la fragancia lo que fuimos, heredando un látigo en las corolas, o amaneceres tendidos en un médano, no sabiendo si la glosa más perfecta incursiona la lumbre, ritma la espera pero al fin y al cabo ¡menos mal sale la luna cuando la noche llega!
Supongo
es precisa la incisión biográfica
donde no alcanza la propia sombra
donde un beso despojado de labios
pone a tono su vocación de escalpelo.
Supongo
sea necesario congregar sin estallidos
nítidos paisajes, astros reciclables
multitud de uniones y secretos.
Supongo
será de puro húmedo olvido
que se recuerda el principio intenso.
Supongo
después de todo, somos (des) hechos del tiempo.
Amado, guarda mi letra. Escribir a tu lado fue derroche placentero de inteligencia y femineidad. Ahora me despido.