Eslovaquia de frutas

Pero, ¿qué estoy diciendo? En realidad, deberíamos decir Macedonia de frutas. Sería lo correcto y lo más comprensible. Pero en este caso concreto, la balcánica Macedonia nos queda un poco lejos. Esos apuntes tratan sobre la actualidad en otro minúsculo país europeo – Eslovaquia – situado en el corazón de Europa. Un Estado cuyo porvenir inquieta a los eurognomos de Bruselas y a los uniformados atlantistas. Un país que pertenece – junto con la República Checa, Polonia y Hungría, al problemático Grupo de Visegrado, que tantos quebraderos de cabeza provoca en las Cancillerías occidentales. Se trata, recordémoslo, de los díscolos de la UE y también – desde hace algún tiempo – de la Alianza Atlántica.

Polonia, que volvió al redil hace apenas unos meses, no consigue desembarazarse de sus tics autoritarios de sus gobernantes radicales, que tanto molestaban a los eurócratas: vigilancia del sistema judicial, rechazo de las políticas de genero de la UE, intimidación de la Prensa.

Hungría siguió la senda de Varsovia, apostando por el nacionalismo y ¡ay! la férrea defensa de la soberanía y los intereses nacionales, amén de una sospechosa amistad con el hombre fuerte del Kremlin: Vladímir Putin.

Las andanzas del primer ministro húngaro, Víctor Orban, no han terminado. Actualmente, el régimen de Budapest se ha convertido en la oveja negra comunitaria. Mas cuando parecía que los húngaros iban a asumir en solitario su ostracismo, surgió un nuevo protagonista dispuesto a actuar de malo de la película: Eslovaquia.

En septiembre de 2023, el socialdemócrata Robert Fico se alzó con la victoria en las elecciones generales celebradas en el país. Malas noticias para el mundillo bruselense: Fico, que ya había ostentando en cargo de primer ministro en dos ocasiones, no duda en hacer alarde de su postura prorrusa. Un golpe bajo, sentencia el grupo socialista del Parlamento Europeo, que contempla la expulsión o suspensión de la agrupación parlamentaria bruselense de Smer, el partido de Fico, y de su ala disidente, Hlas, liderada por el hasta ahora presidente del Parlamento de Bratislava, Peter Pellegrini. Sin embargo, los dos políticos no tardaron en comprobar que… había vida después del involuntario destierro.

El pasado fin de semana, Pellegrini se alzó con la victoria en las elecciones presidenciales que lograron poner fin a una etapa de dominación conservadora.

Los socialdemócratas se han apoderado del Parlamento, el Gobierno y la Presidencia de la República, señalaba en la noche del domingo el comentarista político de la BBC. Para el público español interesado en la (buena) marcha del proyecto europeo, la lluvia de epítetos empleada por algunos medios de comunicación enturbió una posible y necesaria visión panorámica. Si bien al nuevo Presidente eslovaco, Peter Pellegrini, se le tacha de prorruso y aliado de Viktor Orban el Primer Ministro Fico cumula los calificativos de antiliberal, socialista, prorruso y populista, que moviliza al electorado joven utilizando narrativas de la extrema derecha.

Frente a ellos, hallamos al candidato derrotado, Iván Korčok, exministro de Asuntos Exteriores, un liberal prooccidental apoyado por la oposición liberal y conservadora. Una auténtica Eslovaquia de frutas.

En resumidas cuentas, lo que insinúa esta avalancha de calificaciones (descalificaciones, en este caso) es que el tándem Fico – Pellegrini podría convertir al país en un incómodo aliado de Orban y Putin.

De todos modos, sería recomendable que los lectores de la prensa mainstream de la Península consulten las noticias – muy escuetas y reveladoras – del servicio español de la BBC.

Los coleccionistas de despropósitos recordarán probablemente la disputa entre dos ciudadanos israelíes que termina con la imprecación: ¡Eres un… antisemita! Y la inevitable coletilla:  Pero, ¿qué estoy diciendo?

¡Ay, sí! una auténtica Eslovaquia de frutas.

Adrian Mac Liman
Fue el primer corresponsal de "El País" en los Estados Unidos (1976). Trabajó en varios medios de comunicación internacionales "ANSA" (Italia), "AMEX" (México), "Gráfica" (EE.UU.). Colaborador habitual del vespertino madrileño "Informaciones" (1970 – 1975) y de la revista "Cambio 16"(1972 – 1975), fue corresponsal de guerra en Chipre (1974), testigo de la caída del Sha de Irán (1978) y enviado especial del diario "La Vanguardia" durante la invasión del Líbano por las tropas israelíes (1982). Entre 1987 y 1989, residió en Jerusalén como corresponsal del semanario "El Independiente". Comentarista de política internacional del rotativo Diario 16 (1999 2001) y del diario La Razón (2001 – 2004). Intervino en calidad de analista, en los programas del Canal 24 Horas (TVE). Autor de varios libros sobre Oriente Medio y el Islam radical.

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