Hablamos de esófago de Barrett cuando tras un largo y prolongado período de mantener un reflujo gastroesofágico (ERGE), las células que recubren internamente el esófago se ven reemplazadas por otras que inicialmente no son malignas pero no deben estar ahí.
La aparición de este tipo de células representa una adaptación al reflujo crónico ya que parecen más resistentes al daño por reflujo, aunque ese cambio representa un riesgo de desarrollar un tumor llamado adenocarcinoma. Aunque el riesgo de padecerlo es muy bajo, en torno al 0.5 % al año en España, los cambios hay que vigilarlos y es conveniente mantener un seguimiento de por vida si se sigue padeciendo reflujo.
El esófago de Barrett lo desarrollan también los fumadores crónicos y las personas que mantienen una exposición prolongada al ácido del estómago. Estas pueden tener gastritis crónica, enfermedad de crohn u otras que le hagan padecer en las digestiones. También es frecuente desconocer si se padece o no esta patología dado que da síntomas, salvo las molestias que causa el estómago; regurgitación, ardor retroesternal, pirosis, laringitis, dificultad para deglución u otros síntomas que aparentemente no tienen mucho que ver como son los respiratorios o la propia esofagitis.
Si le han realizado una endoscopia se confirmará mediante una biopsia la alteración de la línea Z (que es en donde se une el revestimiento del esófago normal con el inicio del tejido columnar del estómago). Esa línea, se encuentra normalmente en el cardias y si está más arriba se puede sospechar de un Barrett.
Es conveniente hacer un seguimiento hasta ver si con fármacos que inhiben la bomba de protones, se reduce la cantidad de ácido en el estómago. También se pauta la ranitidina que se utiliza ocasionalmente en crisis. La prevención del cáncer de esófago es fundamental mediante la endoscopia y en un momento dado, si el facultativo lo aconseja, se puede llegar a la cirugía.