No hace todavía muchas lunas que voces llegadas de diferentes ámbitos, en principio democráticos, proclamaban con el legítimo orgullo que les daba su ignorancia que en España no había ultraderecha.
Esta reflexión se produce ante la crecida –que corre el riesgo de convertirse en desbordamiento- del ultraderechismo y ultraconservadurismo en Europa
(No solo Orban en Hungría o Salvini en Italia: hay partidos y agrupaciones ultras e incluso nostálgicas del nazismo, en parlamentos de países que no conocieron el fenómeno hasta ahora –donde “ahora” es naturalmente un término relativo- como Dinamarca, Bélgica o Noruega, y en otros de espeso y lamentable pasado racista, xenófobo y lo siguiente, como Austria, Alemania u Holanda)
Se decía que teníamos la fortuna de haber dejado atrás los tiempos vergonzantes de Blas Piñar y su brazo armado los guerrilleros de Cristo Rey, los obreros voladores muertos de Vitoria, los asesinos de los abogados de Atocha, el asalto a la Complutense, a las sedes de sindicatos, a las librerías en medio país, el asesinato de Norma Menchaca…; los tiempos de los Sánchez Covisa, Royuela, Tejero y otros secuaces, a los que el desaparecido y llorado Eduardo Haro Teglen reunió en el titular de una de sus celebradas columnas: “La de Dios es Cristo”, que explicaba perfectamente la mezcla de “nacionalismo español”, nacionalcatolicismo y “a ver quién la tiene más larga”, que daba como resultado un eslabón perdido entre el último simio y el homo sapiens, especie de cafre que tiene lunchakos en lugar de brazos, odia a las mujeres emancipadas y resuelve las diferencias “al modo Villarejo” (en el tiempo de la transición, “al modo Billy el Niño”, quién sigue por esas calles del centro de Madrid, arrugado y prepotente, gastando su jubilación dorada en visitas a comisarías donde otros nostálgicos le agasajan y aplauden).
Pues resulta que no era verdad; aquí, como en Europa, y como en Brasil donde acaba de ganar las elecciones, la ultraderecha más montaraz que en los años 70 protegieron y animaron personajes de infeliz recuerdo como Fraga Iribarne o Martín Villa (éste último todavía con vida) ha llegado hasta nuestros días agazapada, que no escondida, en la filas del Partido Popular.
Y ha bastado que a diario se recuerde la inviolabilidad de la libertad de expresión para que hayan salido de las cavernas, donde como siempre han estado cobrando de nuestros impuestos, dando rienda suelta a sus sentimientos celosamente guardados.
La desaparición de la escena política de Mariano Rajoy (es una ley infalible, la llegada del nuevo hace mejor al viejo), y su sustitución en las filas de la derecha que se proclama de centro por el tándem Casado–García Egea (ambos taurófilos, cazadores y con una boca que no debe gustar a sus madres, uno entusiasmado con las banderas en los balcones, el otro quiere ver los pasos de Semana Santa en las farolas andaluzas, y lo peor es que no son niños jugando), ha quitado definitivamente las caretas. Los nuevos “populares”, y algunos antiguos también, no se cortan un pelo y proclaman a gritos su ultraderechismo amparados, ahora sí, por esos votos de la España más conservadora, hasta este momento mayoritarios y reforzados por la llegada a la oficialidad parlamentaria de Vox, rama desgajada de las cavernas del PP, como no podía ser de otra manera.
Ha sido abrir la espita y empezar a llenarse las cañerías de fango, resurgir la España más negra. En medio del ruido político ambiental, que ha conseguido hartarnos antes incluso de que empiece la campaña para las próximas generales, se ha escuchado nítida la petición del recién llegado diputado de Vox en Andalucia, Francisco Serrano, de “una relación detallada con los nombres, apellidos y número de colegiados, si lo estuvieran, de cada uno de los trabajadores de las Unidades de Valoración Integral Integral de Violencia de Género, equipos Psicosociales de los Juzgados de Familia y equipos de Menores” -¡Ni la Stasi!-, con el argumento de “su incapacidad” para hacer el trabajo.
Al señor Serrano le han bastado un par de semanas de cuatro días laborables para decidir que todos esos funcionarios son “nulos”. Aunque no hay de qué extrañarse, este tipo, juez para más señas, ya había escrito antes, en 2012, un libro titulado “La dictadura de género: una amenaza contra la Justicia y la Igualdad”, y estuvo inhabilitado durante dos años por prevaricar en una sentencia contra una madre que quería proteger a su hijo.
Y, contra lo que cualquier persona decente pudiera pensar, hasta es posible que le tengan que facilitar esas “listas negras” de funcionarios si así lo decide la Mesa del Parlamento andaluz, formada como el mismo gobierno autonómico por PP, Ciudadanos y Vox, con el agravante de que son los votos del partido ultraderechista los que mantienen el equilibrio, estable contra todo pronóstico; por más que los naranjas intentan retirarse disimulando para no salir en la foto se retratan a diario.
Avalando la tesis de que siempre ha habido una ultraderecha camuflada en el PP, Isabel Muñoz, candidata de Casado a la alcaldía de Madrid, lo ha dejado negro sobre blanco: “Vox no propone nada que yo no haya visto antes dentro del PP”. Aunque sus palabras son casi un redundancia, porque ya lo sabíamos. El percal que nos iban a vender nos lo habían adelantado otras figuras como ese alcalde de Alcorcón, David Pérez, quien habló de “ese feminismo rancio, radical, totalitario… formado por mujeres frustradas, amargadas…”.
Es una ultraderecha, esta que aflora, misógina, machista, antifeminista, homófoba y aparentemente ultracatólica también, aunque sus seguidores no sean precisamente muy respetuosos con la doctrina, especialmente en lo tocante a los temas de dinero y de la bragueta. Es también bastante inculta y anticomunista, lo que les da una pátina de antiguallas y les asimila a los fascistas del franquismo; le falta descubrir que también hay que ser antijudía, antigitana, antimasónica y anti demás gentes de mal vivir (aunque esta definición incluía a los murcianos y no creo que le guste al ideólogo García Egea).
El diario El Plural, de marcada inclinación socialista -lo que no es ningún delito, como tampoco que el ABC, Okey diario, El Mundo o La Razón sean de marcada tendencia derechista tirando a ultra- ha elaborado una lista de los “diez alcaldes más machistas del PP”. La encabeza el de Guadalajara, Antonio Román, quien ha comparado el feminismo “con el fascismo y el comunismo”. Le siguen en el mismo estilo José Luis Valladolid, de Villares del Saz, Cuenca, quien llamó a la portavoz regional del PP, Cristina Maestre, “puta barata podemita”; el ya mencionado Dávid Pérez, Javier Bermúdez, de Siles Jaén, quien no solo mandó a las mujers a fregar las calles sino que dejo una frase para la historia: “Las faldas están para quitarlas y no para esconderse debajo”. Otro del mismo estilo, que considera que “las mujeres cuanto más desnudas, más elegantes”, es el ex mandamás municipal de Granada, José Torres Hurtado.
Número seis del florilegio Pedro Pérez, de Cervera de los Montes, Toledo, convencido de que “el día de la mujer solo lo celebran las vagas”. Siguen el octogenario Gonzalo Durán, de Vilanova de Arousa, Pontevedra, quien definió a la presidenta de la Diputación, Carmela Silva, como “la chacha para todo” del alcalde de Vigo; Oscar Medina, de Torrox, Málaga, a quien le pareció que el asesinato de una mujer tenía de positivo que se hablara de su pueblo en los telediarios; Santiago Freire, de Noia, Coruña, cuyo ingenio no merece ni un comentario: “la mujer es capaz de sangrar sin cortarse, capaz de dar a luz sin corriente y algunos incluso dicen que es capaz de tocar las narices sin siquiera acercarse. Es un chiste fácil”; y, finalmente, Francisco Núñez, exalcalde de Almansa, Albacete, autor de todo un tratado sobre las superwomen: “las mujeres que pasan las noches sin dormir para criar a sus hijos, que se levantan para que esté todo listo. Que van al colegio, que vuelve, que van a trabajar, que llegan otra vez, que preparan la comida, que tienen la casa lista, que cuidan de toda la casa y toda la familia. Que además son buenas esposas, buenas madres, buenas compañeras de viaje y que hacen posible que esta sociedad avance y progrese gracias a ellas”.
Fuera de concurso, en la lista se incluye al exalcalde de Valladolid, Francisco Javier León de la Riva, quien quería que su ciudad dejase de ser “la de las tres pes: piojos, pulgas y putas”.