Alguien puede estar jugando a la ruleta rusa
Tras lo presenciado durante estos días en el Parlamento, relativo al intento del líder socialista Pedro Sánchez de formar Gobierno conforme a lo propuesto por el jefe del Estado, el Rey Felipe VI, me viene a la mente una frase que dijo ese gran político italiano que fue Giulio Andreotti con respecto a España: que a nuestra política le falta finezza. Más bien al contrario, pienso que lo nuestro son los garrotazos, como nos representó el gran pintor Francisco de Goya en su cuadro “Riña a garrotazos”, un daguerrotipo, unas pinceladas que nos definen con acierto como país cainita.
Cruce de manos entre Albert Rivera, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en el debate electoralPorque garrotazos es lo que ha habido, y de trazo grueso, en este fallido intento de investidura del líder socialista. Decía un veterano colega en una de las tertulias televisivas que han acompañado a los debates que como periodista veterano lo último que le quedaba por ver es lo que muchos de ustedes han visto. Y es cierto, porque los que ya peinamos canas en el oficio hemos visto muchas cosas a lo largo de los años.
Y de todo pelaje. El hecho de la Transición por ejemplo, que algunos menoscaban tildándola de Régimen, ignorando el acierto de que ha sido la que ha traído la mayor época de paz que hemos tenido en mucho tiempo. Una Transición en la que vencedores y vencidos se miraron frente a frente, sellando la necesaria convivencia. En la que Adolfo Suárez proviniendo del Movimiento franquista era investido Presidente del Gobierno. Después vendrían otros presidentes, como Calvo Sotelo, Felipe González, entraríamos en el Mercado Común, en la OTAN, se firmarían los Pactos de la Moncloa, con un acuerdo entre partidos, adhiriéndose los sindicatos, y tantas otras cosas.
Pasando el tiempo hemos llegado al Siglo XXI y tenemos lo que tenemos porque así lo hemos decidido democráticamente y, repito una vez más, cada palo debe aguantar su vela, no nos vengamos ahora a andanas. Han surgido nuevas organizaciones políticas, los llamados emergentes, y hoy por hoy son cuatro los partidos que destacan entre todos los demás: Partido Popular, Partido Socialista Obrero Español, Podemos y Ciudadanos.
Y con estos bueyes tenemos que arar, metafóricamente hablando. Algunas cosas están saltando a la vista, por lo que son de dominio común. Ahí tenemos por ejemplo a algunos políticos de última hornada que con una egolatría subida de tono creen que la democracia la han inventado ellos, y que son ellos, y solo ellos, los que pueden sacar a este país del atolladero en que se encuentra. Todo lo demás, al parecer, es casta, bunker, vieja política, antiguo régimen y otros epítetos de idéntico calibre.
La realidad es sin embargo bien distinta y los hechos son los que son, para unos y para otros: tras las elecciones del 20-D, y sin mayorías absolutas, el presidente en funciones, Mariano Rajoy, rehusó presentarse a la investidura que le había propuesto el Jefe del Estado alegando que no tenía los votos suficientes para sacarla adelante. Eso sí, se le ha llenado la boca una y otra vez de que tiene más de siete millones de votos, por lo que en buena lógica, y por respeto a esos más de siete millones de personas, debería haber tenido los arrestos suficientes para presentarse y defender su programa, porque sabido es que en democracia unas veces se gana y otras se pierde, pero los principios deben permanecer, defendiéndolos con ahínco.
Tras la renuncia de Mariano Rajoy a presentarse a la investidura, el Jefe del Estado encargó al líder de la oposición y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, intentar formar Gobierno, como así ha sucedido con sus presentaciones a la investidura. Pero antes de que esto sucediera, y en un hecho sin precedentes, hete ahí que Pablo Iglesias, líder de Podemos, se presentaba ante la prensa media hora después de entrevistarse con el Rey y de motu proprio, exigía la formación de un Gobierno en el que él sería el vicepresidente, con seis ministerios más para sí y los suyos, con uno denominado Ministerio de las Plurinacionalidades. Pero no se trataba de una vicepresidencia cualquiera, sino de toda una poderosa vicepresidencia que controlaría el Centro Nacional de Inteligencia, el Ejército, a los fiscales, entre otras cosas. Con estos mimbres, el posible pacto natural entre la izquierda saltaba hecho pedazos.
Mientras tanto, los equipos de trabajo del PSOE y Ciudadanos conseguían tras semanas de reuniones un pacto para votar la investidura de Pedro Sánchez, pacto en el que se incluían una serie de medidas difícilmente rechazables, como son, entre otras, mejoras en el campo de la educación, aumento de becas, sanidad, servicios sociales, supresión de la reforma laboral, mayores prestaciones, aumento de subsidios a los desempleados, eliminación de la LOMCE, rebajas del IVA cultural, no a la Ley de Seguridad Ciudadana, Ley de Libertad Religiosa, etcétera. Todo ello, sin embargo, ha sido rechazado por las llamadas fuerzas progresistas (¿?).
Lo demás lo hemos visto en el hemiciclo, por lo que sobran comentarios. Los nacionalistas han ido a lo que han ido, como siempre. La derecha del PP sigue defendiendo a su líder y programa, aguardando su ocasión, mientras Podemos ha votado en contra en ambas ocasiones. Las minoritarias llamadas fuerzas emergentes se arriman al rescoldo podemita, sabedoras de que eso es lo que les interesa… de momento. Con los votos de solamente el PSOE y Ciudadanos no ha prosperado la investidura de Pedro Sánchez, por lo que posiblemente estemos abocados a unas nuevas elecciones el 26 de junio, si antes del 2 de mayo no hay Gobierno.
Y es ahí donde parece estar el quid de la cuestión. Algunas fuerzas políticas pueden estar pensando, y de hecho lo están, en que en unas nuevas elecciones tienen algo que ganar. Es posible, pero también que perder. Por eso es posible que alguien esté jugando a la ruleta rusa con el voto de los ciudadanos. Lo triste de todo es que, cuando salga disparada la bala, si es que sale, no irá a estamparse en el escaño de sus señorías, cuyo sueldo pagamos, sino en la sesera en forma de paro, de incertidumbre de millones de españoles que esperaban algo más de seriedad. España, mañana.