Elocuentes las fotos de la coincidencia de Artur Mas y Mariano Rajoy en la inauguración del Salón Internacional del Automóvil, en Barcelona. Los gestos con frecuencia delatan el estado de ánimo. También un gesto, a veces, vale más que mil palabras.
Así ocurrió en este caso. Se guardaron las formas -¡faltaría más!-, pero la actitud nerviosa y arrogante del president Mas contrastó visiblemente con la del presidente Rajoy, aparentemente más natural y cercana, incluso algo tímida. Siento constatarlo, porque legalmente ambos son mis presidentes y siento más próximo el catalán que el estatal, aunque sea -y no solo- por razones de la distancia.
A los dos quiero considerar inteligentes y preparados, aunque las dificilísimas circunstancias en que les toca gobernar -y que les desbordan- invitan a pensar otra cosa. En todo caso, ninguno de los dos me satisface, si bien esta apreciación personal no tiene ninguna importancia. Los dos son demasiado conservadores y nacionalistas, cada uno, ¡claro!, desde su posición y óptica respectivas.
Y en cuanto al talante, Rajoy es excesivamente esquivo respecto de la opinión pública y los medios de comunicación, Y Mas peca de actitudes un tanto chulescas precisamente ante los medios y la opinión pública. Cada uno utiliza sus armas.
Seguramente, el enorme peso de las responsabilidades del presidente del Gobierno le hacen más reservado y parco en palabras de lo que muchos desearíamos y quizás sería conveniente para fortalecer su liderato. Y no hay duda de que al president de la Generalitat, de brillante oratoria, su permanente presencia ante la opinión pública y en los medios de comunicación que controla, le es imprescindible para el apostolado independentista, que ha convertido en la cruzada de su vida y que se empeña en que sea el de toda la sociedad catalana, por difícil que esto sea, dada la pluralidad demografía e ideológica de Catalunya, y también si hay que hacer caso de las encuestas.
La mal disimulada timidez y la actitud esquiva de Rajoy, en la forma de gobernar, que no coinciden con su campechanería y cercanía en el trato personal (recuérdese, incluso, su éxito en el programa televisivo “Tengo una pregunta para usted”), tal vez sea eficaz a la hora de tomar algunas decisiones duras, pero sin duda debilitan su imagen del líder político fuerte e incuestionable que el país necesita en estos momentos.
La actitud altiva y desafiante, de Artur Mas, explicable desde su objetivo muy difícil o de “misión imposible”(al menos por ahora), le presenta como un líder decidido y convencido, capaz de arrastrar masas, pese a sostenerse en suelo movedizo y con fuertes vientos en contra. Es una actitud más voluntarista que realista. Como la de aquel predicador que me confesaba que si gritaba tanto desde el púlpito era para convencerse a sí mismo. Y tiene razón el periodista Jordi Barbeta cuando dice que al gobierno de Mas antes le interesa gastar en la gubernamental TV3 (para la causa soberanista), que en otras cosas; y esto explica el sentido de ciertos recortes en los presupuestos. Ante todo la propaganda.
Las fotos de Rajoy y Mas en el Salón del Automóvil, de Barcelona, evidenciaron una vez más estas dos actitudes, reveladoras de distintos estados de ánimo y de estrategias enfrentadas. A Rajoy se le veía esforzarse en mirarle a la cara a Mas y este le esquivaba la mirada. Mariano, hipócrita o diplomáticamente, intentaba desenvolverse como si nada pasara, pese al choque por la Declaración soberanista del Parlament y su suspensión por el Constitucional, mientras Artur ensayaba aires de superioridad, marcando mentón y con miradas por encima de todos, rayando a lo chulesco.
Lo siento, señores presidentes, pero si no logran siquiera mirarse a la cara, ¿cómo van a dialogar, más allá de hablar de déficit y dinero, mientras por detrás uno quiere marcharse rompiendo la convivencia y años de historia, y el otro, simulando una rara y esquiva sonrisa, le cierra todas las puertas?