Treinta años después de «Basic instinct» y cinco años después de «Elle», el erotismo siempre perverso, anti puritano y manipulador del cineasta holandés Paul Verhoeven ha provocado de nuevo sorpresa y escándalo con «Benedetta», producción francesa presentada en competición en el festival de Cannes y estrenada Francia este verano.
No se trata esta vez de un thriller, sino de un drama erótico religioso, con un tono histórico y novelesco inspirado en la obra de la historiadora norteamericana Judith C. Brown «Sor Benedetta entre santa y lesbiana», que relata la vida de una abadesa lesbiana en el siglo diecisiete, a la que la Iglesia atribuyó varios milagros.
En colaboración con el estadounidense David Birke, quien trabajó ya con él en el guion de «Elle», Paul Verhoeven construye un relato original cargado de una buena dosis de ironía.
Con su habitual sentido de la provocación, pero sin caer en la caricatura anticlerical aborda Verhoeven la vida de esa monja, interpretada con brío por la actriz francesa Virginie Effira, quien llegará a ser abadesa del convento, destronando a la titular, a cargo de la actriz británica Charlotte Rampling, una veterana muy escéptica en cuanto a los milagrosos poderes de la novicia.
El punto culminante en la transgresión erótico religiosa de Verhoeven será la provocadora relación sexual entre esa monja hacedora de dudosos milagros y una joven harapienta recogida por el convento (la actriz belga-griega Daphne Patakia), quien además de practicar el sexo oral, lleva la transgresión hasta fabricar un consolador (gode) a partir de la estatuilla de una virgen muy venerada por la propia Benedetta.
Sin ser un admirador del cine de Verhoeven, que es siempre de excelente factura y con buenos interpretes, tengo que reconocer que «Benedetta» me ha interesado mucho más que sus películas anteriores, pues hay en ella una doble calidad.
Por una parte, la cuidada reconstitución de la época y de la condición de las mujeres en esa Toscana medieval azotada por la peste y por la intolerancia de la inquisición. Y por otra su mirada crítica y mordaz sobre la credibilidad de los milagros atribuidos a sor Benedetta.
La cuestión que se impone al espectador desde las primeras imágenes es la de hacerse su propia idea sobre esa realidad: Benedetta, santa y mística que ve en la relación lesbiana su acercamiento a Jesús, o bien perversa manipuladora y arribista en el seno de esa turbia institución religiosa.
El retrato de esa monja lesbiana y de sus contradicciones místico eróticas, en todo caso conduce en el crescendo dramático a una sana denuncia de la hipocresía de la religión y de la intolerancia del inquisidor interpretado por el actor francés Lambert Wilson.
En estos tiempos que corren de intolerancia religiosa y política en el planeta, bienvenida pues la transgresión de Paul Verhoeven con esta producción franco-holandesa, de la que volveremos a oír hablar sin duda en la ceremonia de los premios Cesar del cine francés.
hola, me he quedado estupefacta leer este artículo, he tenido la oportunidad de ver las distintas series (peliculas que ha realizado sobre esta monja que si mal no equivoco, se trata de Bernardita y no Benedetta), que se trata de una niña que sufría de asma, en un Pueblo de Lourdes, y no es ella la que hacía los Milagros sino la Virgen Maria (la Señora como la llamaba), y ella, no quería estar ahí, sino por la obediencia que ella tenía para los mayores y que como cultura se tenía, es que estuvo internada y cumplió los votos
«el perverso erotismo…», etc., no invita a leer.