“Sueños de juventud” (Rèves de jeunesse) de estreno en Francia este mes de agosto de 2019, es el tercer largometraje del cineasta francés Alain Raoust, quien vuelve a la realización doce años después de “L’été indien” 2007.
La carrera de Alain Raoust empezó en los años ochenta con un largo periodo de cine experimental, varios cortometrajes y dos mediometrajes.
Con su primer largometraje, “La cage”, obtuvo en 2002 el premio de la Fipresci, la crítica internacional, en el festival de Locarno.
“Sueños de juventud” fue proyectado el pasado mes de mayo en el festival de Cannes, en el marco de la selección de Acid (Asociación para la difusión del cine independiente).
Si en “La Cage” Alain Raoust se interesaba por el devenir de una joven recién salida de la cárcel y su voluntad de reinserción, ahora, veinte años después, vuelve a explorar ese tono poético y social con “sueños de juventud”, en donde se cruzan una serie de personajes tan humanos como marginales, jóvenes y adultos que se interrogan sobre los sueños y anhelos de sus vidas.
Salomé, interpretada con brío por Salomé Richard, es una joven estudiante de carpintería que durante el verano trabaja como vigilante en un vertedero de un pueblecito en los Alpes de Provenza. Un lugar cargado de recuerdos de su infancia y adolescencia, en donde se entera que su exnovio Mathis había trabajado en ese mismo puesto, antes de morir víctima de la violencia policial en un ZAD (neologismo militante que significa Zona a Defender). Un episodio sin duda inspirado en la muerte del joven Remi Fraise en 2014.
Un trabajillo de verano mal pagado que sitúa desde el comienzo el carácter social del relato, con la responsable del lugar que resume cuáles son las tareas, y las miserables condiciones de trabajo y alojamiento, en un pueblo del valle del Verdón, lugar de magníficos paisajes que conoce bien Alain Raoust, quien pasó su infancia en esa región.
Ese vertedero en un lejano pueblecito francés, con atmósfera de poético y polvoriento western, es el microcosmos en donde se cruzan una serie de variopintos personajes, como un ciclista suicida que se lamenta por haber votado a favor de la extrema derecha en las últimas elecciones, o la joven y extravagante Jessica (la actriz Esther Mayer), quien participa en un juego de telerrealidad, con la esperanza de ser “cabeza de cordada” y obtener un anhelado premio. La expresión “premier de cordée” tiene sin duda aquí una resonancia muy política, por haber sido utilizada por el presidente Macron para justificar su política ultra liberal.
Un vertedero con tres descargas, una azul, una blanca y una roja, que resume como un símbolo la mirada crítica y política de su autor. Son abundantes las alusiones a la realidad social de la Francia actual, en este relato filmado, sin embargo, con una sensibilidad más poética que política.
“Un país que mata a su juventud, es un país moribundo” dice con evidente desencanto la madre de Clement, quien arrastra también a sus espaldas un pasado de rebeldía militante y que confiesa que, después de tantos años y tantas convicciones, ha decidido finalmente y por vez primera no votar.
El encuentro de Salomé con Clement, el hermano de su exnovio, que termina en historia de amor, será el detonante que lleva a la protagonista a plantearse una nueva etapa en su existencia para intentar hacer realidad la utopía de sus sueños de juventud.
“Futuros multicolores nos esperan” nos dice Raoust, al filmar el desencanto, pero también la capacidad de resiliencia de esos jóvenes dispuestos a afirmar su utopía, en una sociedad enferma y víctima de su propio desarrollo.
Alain Raoust, es un cineasta francés que vale la pena descubrir, pues su cine es de esos que buscan provocar la reflexión, situándose siempre del lado de los que no han renunciado a sus sueños, de los que no pierden la esperanza y asumen con optimismo que la utopía es posible.