Una crónica contra La La… la corriente publicitaria
Acaba de ser estrenada en Francia, tras su éxito en Venecia y en los Golden Globes en los EEUU, “La La land”, en España la han titulado “La ciudad de las estrellas”, tercera película del director norteamericano Damien Chazelle, que nos llega con una avalancha de publicidad y una gigantesca distribución, con la aureola de siete Golden Globes y 14 nominaciones a los Oscar… tantas como “Titanic” nos advierten los aduladores.
La avalancha de mensajes publicitarios plebiscitando “la mejor película del año” y el renacimiento del género de la comedia musical ha despertado mi curiosidad, pues a decir verdad, las almibaradas secuencias del tráiler no me daban muchas ganas de ver la película. Sobre todo, me decidí a dar el paso tras escuchar un comentario elogioso de Agnes Varda, cineasta que admiro, quien se mostraba muy contenta del homenaje de dicha película a su exmarido, el gran Jacques Demy.
La he visto pues con atención y buena predisposición esperando que iba a encontrar las cualidades que nos anuncian en todas partes a bombo y platillo, y alguna que otra sorpresa. Pero la decepción ha sido total. Ni unas ni otras. Nos anuncian como renacimiento de la comedia musical en este siglo XXI, una típica y bien manufacturada superproducción hollywoodense, que es en realidad una mezcla de mediocre comedia sentimental romántica y de comedia musical glamurosa insoportable. Un naufragio cinematográfico en efecto comparable al de “Titanic” que será probablemente, como el de aquella película, inversamente proporcional a su éxito comercial taquillero.
Esta es la tercera película del franco americano Damien Chazelle, después de “Wiplash” en 2014, que nos hablaba de cuánto hay que sufrir para ser artista. Con “La la Land” vuelve ahora a la carga para explicarnos que los sueños y las ambiciones personales en el mundo del espectáculo pueden hacer fracasar las historias de amor.
El es un pianista apasionado por el jazz, y ella una jovencita que quiere ser actriz, ambos perdidos en este siglo XXI en LA, abreviación con que los norteamericanos denominan a la ciudad de Los Angeles, esa ciudad de estrellas en donde los dos personajes de esta comedia sueñan con triunfar. Pero sus sueños y su ambición personal van a chocar con la historia de amor dulzona, previsible y apta para todos los públicos que les va a tocar vivir.
El guion, que es el de una comedia romántica de lo más convencional, tiene un recurso final que consiste en mostrarnos como la historia hubiese podido acabar si…, un artificio poco convincente aquí y que solo muestra en este caso que el convencionalismo y la ñoñería hubieran podido ser todavía peores.
A mi juicio “La La Land” nada tiene que ver ni en su contenido ni en su forma con el cine de Jacques Demy, al que lanza varios guiños, como en la secuencia previa a los títulos de crédito, burda coreografía que alude a la película “Les demoiselles de Rochefort” de Jacques Demy. Las películas de Demy tenían un contenido social, una fuerza visual y musical que brilla por su ausencia en el guion, el montaje y la realización de Damien Chazelle.
Muchos guiños o fáciles citas, veo yo, donde algunos verán homenajes a varios clásicos del cine y a las viejas y magnificas comedias musicales norteamericanas de los años treinta, como las de Fred Astaire y Ginger Rogers, pero sin estar nunca a la altura de los modelos citados. ¡Que lejos están el apuesto y poco expresivo Ryan Gosling y la jovencita con rostro, mímicas y silueta de adolescente Emma Stone, de aquellos modelos a los que se refieren! La escena del amago de claqué y de baile imitación de Fred y Ginger, resulta casi ridícula, y siempre que hay escenas de baile, la parejita es filmada en planos cortos y un montaje rápido, para mejor disimular sus defectos.
Prefiero al Ryan Gosling de Drive y a la Emma Stone de las películas de Woody Allen, pero ni uno ni otro dan aquí la talla de lo que puede esperarse de una pareja protagónica en una comedia musical. Y para colmo, ni siquiera puedo elogiar en esta crónica la música y las canciones de la película, que no hacen sino ilustrar la ausencia de contenido de su guion.
Para no ser completamente negativo, destacaré la esmerada dirección de fotografía de Linus Sandgren, quien en las escenas nocturnas nos hace pensar en escasos momentos en la atmósfera de “Corazonada” 1982, interesante película de Francis Ford Coppola, que fue un gran fracaso comercial y que por lo visto ha influenciado a Damien Chazelle.
Digo esto porque en general prefiero escribir sobre las películas cuando me han gustado, para trasmitir al publico o al lector, las ganas de ir al cine, y mi pasión por este adictivo séptimo arte, pero ante la avalancha de elogios aplastantes, en donde cierta critica se mezcla en forma descarada con la promoción publicitaria y el marketing avasallador, creo que es necesario decir en voz alta: vale ya, que no es para tanto, ni mucho menos.