El encuentro de dos mitos: Luis XIV y Jean Pierre Leaud
El cineasta catalán Albert Serra se dio a conocer en el festival de Cannes 2006 con su minimalista opera prima “Honor de cavaleria”. Siguieron luego “El cant des ocells” 2008 y “Historia de la meva mort” premiada en el festival de Locarno en 2013, películas todas ellas realizadas con actores no profesionales, en las que Serra se interesaba de una u otra forma en la relación entre mito e historia, desde Don Quijote a los Reyes Magos o la muerte y la belleza vistas a través de Casanova y Drácula.
Louis XIV, cartelCon “La muerte de Luis XIV”, coproducción franco española, por vez primera con un actor profesional como protagonista, nos ofrece ahora su mejor película apoyada en la formidable interpretación del francés Jean Pierre Leaud. Serra evoca así dos mitos al mismo tiempo, al poner en escena su personaje: el del absolutista monarca francés Luis XIV en el momento de su muerte y el de su propio intérprete Jean Pierre Leaud, actor fetiche de François Truffaut, mito de la Nouvelle vague a quien el festival de Cannes otorgó este año una Palma de oro de Honor por el conjunto de su carrera.
Fiel a su estilo muy personal y a sus obsesiones temáticas, Albert Serra logra aquí, a mi juicio, su película más madura en el difícil desafío de filmar los últimos días en la enfermedad y agonía de Luis XIV. Su realización se apoya en una serie de retablos que con esmerada dirección de fotografía buscan la inspiración de sus colores en la pintura clásica. Sus diálogos resumen con ironía la vida en la corte, de cómo los cortesanos y médicos del rey aplauden el mínimo eructo del monarca, cuyo poder absoluto es mostrado con el contrapunto de su impotencia frente a la enfermedad.
De vuelta de una cacería, Luis XIV se queja de un intenso dolor en la pierna, empezando así una larga agonía, victima de una gangrena senil, provocada probablemente por infecciones relacionadas con las numerosas enfermedades que padeció. Pero Serra no ofrece al espectador ninguna información al respecto, su cámara filma de cerca la agonía del rey, el sufrimiento que expresa su rostro, sus airadas reacciones cotidianas, y los diálogos de su medico Fagon con el rey, con los ministros y cortesanos.
La cámara de Serra filma esa monotonía cotidiana en el espacio cerrado de la habitación y la cama del rey, de la que logra levantarse solo por momentos y con gran dificultad. La solemnidad con que los cortesanos se dirigen al rey contrasta con su lenta putrefacción, su humana deterioración lejos de toda intención melodramática. La fuerza de sus imágenes captan nuestra atención, no obstante su limitada dramaturgia y la ausencia de acción, trasmitiendo una atmosfera tan real como pictórica. La música acompaña sin excesos cada una de sus composiciones, culminando entre otros fragmentos con el emocionante réquiem de Mozart.
Es la primera vez en la filmografía de Albert Serra que la duración de sus planos me parece necesaria y justificada, su guión bien escrito y sus diálogos pertinentes. Para Jean Pierre Léaud, este papel de Rey Sol es un regalo inesperado que le ha hecho Albert Serra, algo así como una película testamento, o colofón de una brillante carrera. Su mesurada y contenida interpretación, captada en sus más mínimos gestos por la cámara que le observa de cerca –filmado con tres cámaras digitales-, nos ofrece todos los matices de sus sentimientos, su cansancio y su lucha contra el dolor que le impide dormir, de la resignación a la soberbia, del sufrimiento a la definitiva aceptación de la extremaunción. Un Luis XIV que recupera solo la sonrisa ante la efusiva muestra de afecto de sus perros.
https://youtu.be/X8FK3_eK94g
Serra muestra también la impotencia de los grandes y adulados médicos de la Corte que terminan recurriendo a un curandero marsellés ante su incomprensión de las causas de la enfermedad. Un médico, no reconocido por sus colegas y que se refiere a los estudios en la edad media del muy reputado catalán Arnau de Vilanova, pero que terminará siendo acusado de charlatán y de haber provocado la agravación de la enfermedad del rey. “Dios mío, la próxima vez intentaré hacerlo mejor” dice a guisa de irónica conclusión el médico Fagon, quien ha sido incapaz de curar al soberano. Fundido en negro y fin. Un merecido premio Jean Vigo 2016.