Bernardo Valadés
Ayer domingo, día de los Santos Inocentes –curiosa e ingrata coincidencia–, me comunicaron a primera hora el fallecimiento repentino de Manel Fernández. Nacido en Arenas del Rey en 1954, presumía de su condición de granadino y también de la hospitalidad de los vecinos de Barcelona, ciudad que lo acogió en 1961, y en la que ha ejercido como médico, especialista en prevención de riesgos laborales, impulsor de la Asociación Cultural Paco Abadal y militante de base del PSC.
Fernández inició su formación académica en la Universidad Laboral de Tarragona, en cuyas aulas estudió Oficialía Industrial –rama de automoción, como gustaba precisar–. Y también se matriculó en la Universidad de Barcelona para cursar Medicina, finalizando la carrera en 1980.
En 2009, conocí a este especialista en prevención de riesgos laborales en el entrañable restaurante El Paisano de Madrid. Por aquel entonces, Manel Fernández deseaba entablar contacto con un periodista que le ayudase a elaborar una serie de volúmenes sobre la figura y obra de Francisco Serramalera Abadal, pionero de la automoción española a principios del siglo XX. Y, gracias a las gestiones de mi querido y admirado Ignacio Fontes de Garnica, acabé convirtiéndome en el experto que demandaba.
Codo a codo, alumbramos dos libros: Paco Abadal. Biografía de un sportsman y La firma Abadal. Aportaciones a la automoción, que presentamos en los salones ClassicAuto Madrid y Auto Retro Barcelona, respectivamente. Siempre activo, posteriormente me involucró en otros proyectos, como participar en una mesa redonda sobre la Copa Tibidabo de 1914 en el Museo y Centro de Estudios del Deporte Doctor Melcior Colet de Barcelona, preparar una exposición en el mNACTEC de Terrassa u ocuparme de su gabinete de comunicación, junto a la eficaz Inés Garrido, con el objetivo de promocionar y divulgar su candidatura a la alcaldía de la Ciudad Condal por el PSC.
Si en estos momentos de confusión mi memoria no me juega una mala pasada, creo que la última vez que estuvimos juntos fue en mayo. Con motivo de un viaje a Barcelona en calidad de representante de las publicaciones Red Seguridad y Facility Management & Services, nos reunimos en el centro comercial Glòries, en cuyos bajos degustamos unas cervezas y un aperitivo a media tarde mientras conversábamos sobre los temas que preocupan a cualquier mortal: la familia, el trabajo, la política… Al despedirnos, dibujó una sonrisa en su rostro afable y se congratuló de verme mejor que meses atrás. “No te preocupes, hombre, abordaremos nuevos proyectos y superaremos la crisis, ya lo verás”, me dijo, como siempre, rebosante de optimismo.
Hoy lamento su pérdida. Recién llegado de Argentina y con 60 años, a Manel Fernández le quedaba mucho tiempo por delante para disfrutar de la vida, luchar por los más desfavorecidos y seguir abordando iniciativas en el mundo de los automóviles clásicos.
Sirvan estas líneas para expresar mi dolor por la pérdida de quien considero un ser querido y familiar, alguien cuya vehemencia –en el ámbito político– era insignificante comparada con un corazón generoso y noble que, como se suele decir, no cabía en su cuerpo, menudo pero enérgico.