Felipe VI, más allá de la Constitución

Hay en el discurso del nuevo rey, una afirmación que no debiera pasar inadvertida, pese a que nadie la comenta. Y seguramente es la única novedad relevante.

Es cuando dice, textualmente, que “las exigencias de la Corona no se agotan en el cumplimiento de sus funciones constitucionales. He sido consciente, desde siempre, de que la Monarquía Parlamentaria debe estar abierta y comprometida con la sociedad a la que sirve; ha de ser una fiel y leal intérprete de las aspiraciones y esperanzas de los ciudadanos”

Es decir, que más allá de les establecidas exigencias constitucionales, la Corona tiene también la exigencia de estar abierta y comprometida con la sociedad, y ha de ser fiel y leal intérprete de las aspiraciones y esperanzas de los ciudadanos.

Puede entenderse como pura retórica o como un expreso e intencionado reconocimiento de que más allá de la Constitución también hay vida política y realidad social.

Como afirmaciones como estas, en un discurso real de inauguración de reinado, no se ponen porque sí, cabe pensar que abre la posibilidad de ejercer un arbitraje ante conflictos que se escapan al estricto texto constitucional.

Una Monarquía “abierta y comprometida con la sociedad a la que sirve” y “fiel y leal intérprete de las aspiraciones y esperanzas de los ciudadanos”, no puede ser inmovilista, sino dinámica. Ni quedar encorsetada en una normativa depasada y que choca con la realidad. Debe ser creadora, inspiradora y reformadora, por mucho que respete los cauces democráticamente establecidos en el Estado de derecho.

Se trata de lograr que en una Constitución reformada se recojan el máximo posible de las legitimidades individuales, sociales y territoriales. Es una lectura positiva del discurso del nuevo Rey, ante los grandes conflictos actualmente planteados. ¿Demasiado optimista?

Wifredo Espina
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2 COMENTARIOS

  1. Sobre este proceso que vive España, siendo yo un chileno que siempre ha vivido bajo un sistema republicano, enseñado y experimentado como algo cuasi-natural (donde el Realismo, al que vencimos en la emancipación era el total enemigo y opresor), y habiendo conocido un período de autoritarismo fortísimo pero jamás con algo superior a todo lo terrenal en el Estado como presiento a lo monárquico; cada vez entiendo menos y me enredo más. Por TV Cable veo «Antena 3» y termino peor, porque aprecio en casi todos los conductores y entrevistados un entusiasmo desbordante que supera las objetividades del profesionalismo, por algo al que desde niño y la educación más básica, no le he dado ni le han dado tamaña importancia en mi experiencia vital ciudadana y cívica, al otro lado del orbe. Me parecen noticias de otro planeta, o bien que yo me salí de él.
    El entusiasmo pletórico también contagia a la propia TV Chilena, que se nutre de lo que toma desde España y de corresponsables que están allá.
    Por ahora «los árboles no me permiten ver el bosque». Una vez que decante el tema me pondré a indagar la realidad objetiva lo más precisa posible, de lo general a lo particular.
    Mientras tanto, solo considero ciertas dos situaciones: la percepción del Rey Juan Carlos de una magnífica persona, tremendamente agradable, relacionador público número uno de España (sensación en visita a mi ciudad en 1990, en que estuve buen rato muy cerca de él y la Reina Sofía, en cobertura noticiosa); la percepción de un Rey Juan Carlos, ahora nada de grata persona, que siente placer en andar matando y haciendo sufrir elefantes para su disfrute como cazador (parodiando a Mafalda que en relación al dicho de «mientras más quiero a los hombres, más quiero a mi perro», cuestionó la objetividad del periodismo que menciona eso, porque nadie le ha preguntado la opinión al perro; yo querría saber el punto de vista del elefante).

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