En proyección de prensa ha sido muy aplaudida hoy en San Sebastián y con razón “Blancanieves”, película española de Pablo Berger -el autor de Torremolinos 73- que llega a la competición donostiarra tras su paso con éxito por el festival de Toronto. Una cinta muy esperada en la competición oficial de este festival y que sorprende por su originalidad y calidad.
Rodada en blanco y negro, como si fuera una película de la época del cine mudo, con rótulos y una excelente y omnipresente música, “Blancanieves” utiliza ese recurso cinematográfico que nos hace pensar inevitablemente en “L’artiste” oscarizada película francesa de Michel Azanavicius, aunque ambas películas son muy diferentes. Los más agudos observadores verán que aquí no hay un perrito sino un gallo, pero sus destinos serán muy diferentes.
Pablo Berger no podrá escapar pues a la comparación, si bien su guión es absolutamente original y no tiene nada en común con la citada película francesa. Descalificarla con ese argumento, que algunos no dudarán en utilizar, me parece terriblemente injusto, pues su guión es excelente y su realización formalmente impecable y repleta de hallazgos tanto en su cuidada dirección de fotografía como en su puesta en escena.
De hecho Azanavicius no ha inventado tampoco ese recurso que consiste en fabricar una película de hoy como si se tratara de una película de la época silente. Recordemos que el cineasta argentino Esteban Sapir es autor de la no menos excelente “La antena” (2007), que con un guión muy original caminaba ya por esos mismos senderos de experimentación cinematográfica. El arte, y el cine dicen que es el séptimo, es finalmente una historia permanente de creación, a condición de que la mirada del artista no se limite al plagio.
Libremente inspirado en el cuento de los hermanos Grimm, “Blancanieves” de Pablo Berger se sitúa en la Andalucía, y en la Sevilla de comienzos de siglo, cuando el torero Antonio Villalta se queda inválido al ser cogido por el toro en las arenas de la plaza de toros sevillana. Su esposa, la bailaora Carmen de Triana, fallece mientras da a luz a su hija Carmencita. Cuando el inválido torero se casa con una malvada y calculadora enfermera -Maribel Verdú, excelente en perversa madrastra- la pobre niña se transforma en sufrida Blancanieves.
Brillante también el resto del reparto en esta transfiguración de la imitación del cine mudo, desde Daniel Giménez Cacho, a Père Ponce, Sofia Oria, Ramón Barea, Macarena García o Ángela Molina.
El talento de Pablo Berger después de exponer en imágenes las premisas del relato, es sobretodo haber sabido transformar su historia en cuento esperpéntico con la llegada de seis enanitos toreros, en la mejor tradición del grotesco hispano, y que son el contrapeso a la perversidad de la madrastra.
Berger filma con brío las escenas taurinas, aunque los aficionados a ese arte de matar a tan noble animal no apreciarán necesariamente el tratamiento cómico y paródico de esta cinta, con las charlotadas de sus enanitos y la alternativa de la mujer torera, que alcanza su punto culminante con el indulto del bravío. Y como lo más difícil es saber terminar una película, señalemos también el brillante final que es un guiño a “Freaks”, aquel gran clásico de Tod Browning con sus monstruos de feria.
Pablo Berger inventa una Blancanieves bailaora y torera, y la transforma en leyenda hispana, con una excelente música que acompaña la acción en esta acertada mezcla de melodrama, comedia y horror . Dos eventos por cierto han sido ya programados en el Liceo de Barcelona y en la Zarzuela de Madrid, para proyectar la película con la música interpretada en directo por una orquesta.