Séptimo día del primer mes de 2024. Ya han acabado las fiestas navideñas. La sensación en la nave es de cierto alivio, creo que estábamos deseando acabar con esta pequeña farsa de la alegría. Este año quizás había más motivos para no entrar en el juego.
En occidente, con nuestra tradición cristiana damos mucha importancia a los acontecimientos que implican estas fechas, a saber, la celebración del nacimiento de Jesús en Nazaret, la llegada de un nuevo año y en algunos países, la llegada de los Reyes Magos.
Estos momentos invitan a renovar los deseos que cada cual pueda tener. Estas fechas suelen ser un periodo de celebración, de reunión con familiares y amistades. Aprovechamos para viajar a nuestros lugares de origen o para hacer turismo. Aprovechamos para poder descansar de la rutina diaria. Intentamos evitar caer en la vorágine de consumo a la que nos invita este sistema capitalista sin rival, pero no resulta fácil.
Sin embargo, estas navidades han sido distintas, si ya es difícil sobreponerse a las ausencias, a quienes no tienen cuerpo para nada, ha costado más aún si cabe simular la alegría, resultaba difícil dar buenos deseos de felicidad y de año nuevo, ha costado mucho escribir la carta a los Reyes Magos, tanto que me consta que muchas personas no la han escrito.
Cómo pedir regalos cuando lo único que de verdad se quiere es que las pesadillas acaben.
Hemos hecho un esfuerzo tremendo por aparentar normalidad, por dos motivos fundamentales, o eso creo. Intentamos que estas fiestas vayan bien sobre todo por los niños y niñas, la ilusión infantil hay que preservarla. El segundo motivo es la excusa para darnos ese respiro que necesitamos, olvidarnos de la realidad y caer en un mundo de fantasía que sabemos falso, pero disimulamos.
Este año hemos deambulado por las fiestas con la sonrisa congelada. Entre anuncios de colonias, juguetes, libros, ropajes, se colaban las imágenes de la matanza de Gaza, de los bombardeos en Ucrania, de los ataques contra poblaciones civiles en Irán, de todas las guerras olvidadas en África, del auge de la extrema derecha dispuesta de nuevo a cabalgar con sus temibles ideas con el apoyo de poblaciones desencantadas y perdidas. En estas navidades ha sido muy difícil sobreponerse a la realidad.
En mí país, en Nochevieja hubo un grupo de personas que no tuvo otra cosa mejor que hacer que apalear a un muñeco con la figura del Presidente del Gobierno, muy mal tienen que estar las cabezas para en vez de celebrar la llegada de un nuevo año, celebrar el odio hacia un presidente que, te guste más o menos, ha sido elegido democráticamente. Aunque ya sabemos lo que es la democracia para ellos. Tremendo.
Yo tampoco pude escribir mi carta a los Reyes, sabía que lo que iba a pedir no lo podrían traer, que mis deseos nos se iban a cumplir.