«18” es el título más cabal para este estreno absoluto en Flamenco Madrid de dos cantaores, Manuel de la Tomasa y Alonso Núñez Heredia El Purili, quienes actuaron en la Jardiel Poncela el 6 de junio de 2018 acompañados por la guitarra de Rubén Lara. El mismísimo Ángel Rojas, director del festival salió a presentarlos y solo dijo de ellos maravillas.
Tanto Manuel como Alonso tienen 18 años mal cumplidos (de ahí el título de su concierto). Son dos críos, pero sus voces reciamente flamencas y distintas, son voces hechas, serias, maduras. Con ellas y su saber estar en escena, su profundo conocimiento de los cantes, su vocación por mantenerse en la raíz más honda de la tradición flamenca y su respeto por lo que hacen y por el público ya dicen mucho, pero no todo de lo que son y representan Manuel Georgio Fernández Manuel de la Tomasa y Alonso Núñez Heredia El Purili.
Ellos son el eslabón más joven de dos casas gitanas que se remontan a varias generaciones. En el caso de Manuel, sevillano del barrio de la Macarena, su pedigrí artístico se remonta hasta nada más y nada menos que a Manuel Torre, pilar y bandera del cante flamenco gitano, tío abuelo de su abuelo José de la Tomasa, hijo de la Tomasa y de Pies de Plomo y él mismo sobrino de Gabriel de la Tomasa.
El Purili viene de La Línea, canta y baila de asombro, nada que ver con las maneras de un adolescente. Tiene sus ancestros en sus bisabuelos, Concha La Chata y El Moreno. El Rubio de Pruna es primo hermano de su padre. Sus referentes en el arte, presentes Perico El Pañero, de Algeciras, su mito particular. Pasados, Antonio Mairena, Manuel Torre, Juanito Mojama, Niña de los Peines…
Y los dos, más maduros que algunos cuarentañeros, tienen muy claro lo que quieren y por qué han decidido mantenerse fieles a la más pura tradición flamenca. Porque el Flamenco es muy grande, único y vocacional, no necesita de adornos y esto hay que seguir pregonándolo por el mundo con cantes que nunca pasarán de moda, que son de ayer, de hoy y de siempre.
El concierto
No importa quién empieza y quién sigue, cómo se rotan por el mismo palo o hacen dúos. Bajo la dirección musical de Rubén Lara, joven guitarrista de 25 años ya curtido en el oficio de su arte, el concierto empieza con una ronda de tonás y cantiñas de Manuel de la Tomasa con las que los puñales de unos ojos se clavan en el sentío, pero más aún se clavan cuando los dos, mano a mano van rotando tercios en una larga ronda por soleá, tan profundas, tan jondas, transmiten desde el alma y el alma que recibe se envuelve en puro gozo.
Toca ahora El Purili de cantaor solista, que a dúo con la guitarra se arranca por unos tientos en los que se recrea en aquella lentitud que los imprimió Don Antonio Chacón para diferenciarlos de su procedencia de los tangos y dotarlos de identidad propia como palo. Y él imprime una sabiduría a su estilo de interpretación que no es propia de su edad. Y la cercanía de la Jardiel Poncela pone un énfasis a la actuación que no se pué aguantá
Segundo mano a mano por auténticas seguiriyas gitanas del sentimiento para completar junto a las tonás y los tientos la columna vertebral del cante flamenco más gitano, la quintaesencia de la jondura. La seguiriya es un drama de los tiempos más antiguos de las fatiguitas por las carencias, penas e injusticias. Así las entienden y bordan Purili y Manuel con la guitarra muy presente, muy protagonista de Rubén Lara. Aquí no hay palabras, solo sentimientos.
Manuel canta ahora una malagueña, Dios le bendiga, porque ahora su voz se hace sutil y melodiosa, en clave de cante grande como lo hicieron Chacón y Enrique El Mellizo, en los que sin duda está pensando el cantaor, pero al mismo tiempo las hace sonar más festeras y eso es lo que transmite.
La hora festera ya no para y los fandangos de El Purili lo acreditan. De Huelva y de la provincia, llenos de historia, de aquí y de allá, pero eso ahora no importa, es la hora de disfrutar de la voz y el baile del cantaor y bailaor. Toque, cante, baile, emociones que rozan los achares amorosos.
A capella. Los dos rematan por bulerías como debe ser. La sala en pie y rompiéndose las manos. Estos chavales acaban de sentar cátedra en Madrid.