Pamplona esta semana es la capital del flamenco mundial. Hay flamenco a todas horas, en el gran auditorio del Baluarte, en la sala íntima del ciclo nocturno del hotel Tres Reyes, en los balcones de la Mañueta, del Ayuntamiento y del Hotel La Perla en la Plaza del Castillo, en el Centro Cívico Caja Navarra, en el Centro Cívico Condestable, en el Bosquecillo.
Hoy quiero hablar del espectáculo ya muy reseñado tras dos años de rodaje por el mundo, Sombras, lo último por ahora de Sara Baras, bailaora, bailarina, coreógrafa, creadora y directora de sus espectáculos.
De Sombras podría decirse que en muchos aspectos es el espectáculo perfecto y al mismo tiempo es un espectáculo que invita a la reflexión. La puesta en escena, el diseño de iluminación y de sonido son obras de arte llenas de complejidades generalmente bien resueltas. Está pensado para percibir situaciones distintas en la mente de cada espectador, según cada idiosincrasia personal. Esto, desde mi punto de vista, enriquece mucho el espectáculo, pero también es cierto que está jugando con el riesgo de producir a ratos sensaciones muy encontradas, más o menos angustiosas, pero claro esto es fruto de mi subjetividad. He escuchado otros puntos de vista divergentes, sobre todo de colegas, lo que concuerda con mi apreciación anterior. Cada persona es un mundo.
Es decir, Sombras puede producir reseñas más o menos dulces, o críticas de gran diversidad y todas ciertas, porque cada escritor va a reflejar sus impresiones personales, su visión de la artista, sus vivencias, el impacto que desde su percepción haya recibido.
Y ya que he creado esta atmósfera de cierta inquietud, añadiré que Sombras es y no es flamenco. Que los mundos reales que proyecta suelen ser los relacionados con el flamenco, aunque por ejemplo, el vestuario flamenco esté ausente en toda la obra, empezando por Sara, que está en escena en el 90% del espectáculo. Que los mundos irreales, los mundos de las sombras están a años luz del flamenco o de cualquier otra cosa identificable, son los mundos creados por Sara y punto. Que las transiciones de uno a otro son bruscas, es decir no hay transición de la situación real a la de esos mundos, que a veces se perciben como muy remotos, de ficción o inexistentes y esto es lo que puede percibirse –o no – como inquietante. Pero repito, siempre con una puesta en escena, un sonido, una iluminación de dejar con la boca abierta de admiración. Lo que no es Sombras es un sota, caballo y rey, dicho esto como mérito de la obra.
Si lleva dos años y medio de rodaje por el mundo, con públicos muy diversos de tres o cuatro continentes es por algo. Es, entre otras cosas un espectáculo inteligente y si ha producido esta respuesta por parte de tantos públicos es señal inequívoca de que Sombras, percepciones múltiples aparte, es una obra de arte magistral, que a partir del hilo conductor de una farruca, va fluyendo por palos y más palos flamencos, en los que Sara Baras con sus punta y tacón únicos, a ritmo de todos los compases posibles, epata. Los otros mundos, tienen otras músicas, otros sonidos, otras luces, otras danzas, otras escenografías, otros significados. Y ahí está la cuestión más compleja: Que cada espectador tiene sus propios mundos irreales, más o menos escondidos que la magia de lo que sucede en escena, hace rebrotar.
La obra cuenta con un elenco de primera calidad: Sara Baras, baile y coreografía, Eduardo José Baldomero Rodríguez y Andrés Martínez Cuesta guitarras, Antonio Suarez Salazar y Manuel Muñoz López percusión. Al cante Antonio Flores Cortés e Israel Fernández Muñoz, Diego Villegas Gómez, saxo, armónica y flauta, cuerpo de baile Daniel Saltares Ponce, Cristina Aldón Rodríguez, María Rosario Pedraja Acedo, José Alfredo Franco Salguero, María Jesús García Oviedo y Sonia Franco Gutiérrez.