Francia: la venganza es un postre de verano que se sirve helado

Reines, Maitresses & Favorites (Reinas, Amantes y Favoritas)

En la más monárquica de todas las repúblicas europeas, y puede que de todo el occidente, se empieza a vender como churros la colección de fascículos llegada a los quioscos para celebrar la rentrée (el comienzo del curso escolar, político y literario), dedicada a los asuntos de cama, bragueta y boudoir de los muy libertinos últimos monarcas franceses (al menos, esa es la leyenda).

portada-merci-pour-ce-moment_valerie_trierweiler Francia: la venganza es un postre de verano que se sirve heladoEl “tema” se ajusta como un guante (de los antiguos, los de piel de verdad que encajaban con la mano hasta conformarla) a la situación actual de la presidencia en la Quita República, donde una mujer ha perdido completamente los papeles: se trata de Valerie Trierweiler, periodista, colaboradora de Paris-Match, examante y excompañera hasta el Eliseo de ese señorito rico de provincias que es François Hollande.

La señora, madre de tres hijos que no deben saber donde esconderse, ha cometido la obscenidad de escribir un libro por venganza (acción solo superada por el sexo por venganza o el sexo por despecho) (*), contando con pelos y señales –al menos los pelos y señales de sus recuerdos, reales o imaginados- sus meses de vida como “primera dama” (primera compañera, rectifican algunos colegas que a estas alturas de la película no quieren pillarse los dedos), sacando a la luz los defectos que los franceses ignoraban de su presidente (como que suele hacer bromas y chistes acerca de los pobres, pero también que es frío, calculador y cínico) y cayendo en la indecencia de explicar su intento de suicidio (¿llamar la atención?) en el dormitorio presidencial el día que se enteró por el telediario matutino de la nueva relación sentimental de su hombre con una actriz –más joven, como suele ser el caso-, cuando salió corriendo hacia el baño para coger “la bolsa de plástico de los somníferos” (sic) seguida por François (intuyo que en pijama, o peor aún, en calzoncillos), se tragó unos cuantos y “perdió el conocimiento”.

Todo de catecismo: la editorial de los fascículos tiene aquí material más que suficiente para un imprevisto último capítulo.

Que la amante, favorita y por un momento casi reina Trierweiler se haya descalificado para el resto de sus días escribiendo esa historia de telenovela barata y colocándosela a un editor avispado, quien ha hecho una primera tirada -en secreto, con título y autor ficticios y en una imprenta alemana- de doscientos mil ejemplares que se agotan en los quioscos, lo mismo que en las muy cultas librerías francesas de toda la vida (incluida mi añorada La Hune en el 170 boulevard Saint Germaine), no quita nada a la diaria descalificación del hombre de su vida que cada día baja –como en una noria vertiginosa- peldaños en la consideración de los ciudadanos franceses: hasta ahora por motivos relacionados con su mala gestión de la res publica, la falta de visión para elegir a quienes tienen la misión de acompañarle y apoyarle desde el gobierno (la última, el nombramiento de Thomas Thévenoud como secretario de estado de comercio exterior, cargo que ha ocupado durante nueve días y del que se ha visto obligado a dimitir porque resulta que en los tres últimos años no había encontrado el momento de hacer su declaración de impuestos) y el imparable aumento de los parados; y desde hace unos meses por su pésima relación con las mujeres (esto no es ahora lo más importante pero cada vez que le veo me pregunto qué encanto oculta, además de los presuntos malos rollos enumerados por su ex, tras esa figura rechoncha y un poco hortera, y esa cara de torta de aceite. Aunque, claro, para gustos los colores).

La coincidencia de que anteriores presidentes de la Quinta República hayan disfrutado también, lo mismo que sus antepasados monarcas, de amantes, favoritas e incluso hijos sin apellido, no añade ni resta nada al comportamiento del actual; no se trata de infidelidad (¿sería mejor llamarlo deslealtad?) sino del machismo más clásico, el que fantasea con el harem y practica la ocultación y la mentira. La mejor definición la dio, cuando saltó el escándalo de la favorita despechada, la actriz Sophie Marceau llamándole patán (plouc).

La relación hombre político-mujer periodista (periodista de verdad, no voyeuse ni paparazzo) es de siempre complicada: o no es sincera o se traicionan otras cosas, como ideales y principios, y con demasiada frecuencia termina como el rosario de la aurora. En España hubo varios casos en la inolvidable transición, cuando todo se vivía como una fiesta (más que merecida) y valía casi todo. No existe, en cambio, mucha documentación acerca de lo que puede llegar a desafinar el dúo mujer política-hombre periodista (salvo el caso de una ministra socialista cuyo desenlace ignoro).

  • (*) Hay quien lo ha considerado un ejercicio de feminismo del tipo “ya es hora de que las mujeres se atrevan a hablar”
Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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