Las primera vuelta de las elecciones regionales confirma el progreso del ultraderechista Frente Nacional, que ha sabido instrumentalizar la compleja situación que vive el país en pleno estado de urgencia tras los atentados del 13 de noviembre, con la amalgama de los temas de seguridad, lucha antiterrorista y flujos migratorios.
Sin ánimo de minimizar el progreso considerable y el afincamiento del ultraderechista Frente Nacional, con cerca del 30 % de votos en la primera vuelta, cabe subrayar que el principal ganador de estas elecciones regionales ha sido, digan lo que digan unos y otros, la fuerte abstención del 49, 5 %, ante una campaña electoral inexistente, sofocada por la gesticulación del poder político en torno a la lucha antiterrorista y a la COP 21, patrocinada por los gobiernos y las multinacionales que contaminan el planeta.
Y ello tras una reforma regional –las regiones francesas han pasado de 22 a 13- que pocos han entendido y aceptado. Por detrás del FN, llega la coalición de la derecha y el centro (LR/UDI y Modem) con 26,48 % de votos, y el Partido Socialista con 22’89 %, los ecologistas obtienen 6 % y el Front de Gauche, izquierda no socialista obtiene 4 %, sin olvidar la lista del movimiento soberanista de derechas “Debout la France” con 4 %.
Conviene precisar también que las regiones en Francia no tienen ni la importancia, ni las competencias de las comunidades autónomas en España, a guisa de comparación el presupuesto de la más importante región francesa: Ile de France (doce millones de habitantes) es de casi cinco mil millones de euros, mientras que el presupuesto de Cataluña supera hoy los 23 mil millones de euros.
El progreso del ultraderechista FN tiene sin embargo una evidente dimensión política y simbólica en el actual contexto de fracaso político del Partido Socialista en el poder, de la criminal incompetencia europea en la gestión de los flujos migratorios, agravados por los conflictos bélicos que van de Afganistán a Irak, Libia o Siria, pero también del abandono del desarrollo económico de África en manos de gobernantes corruptos, y del fracaso económico y político de la Europa neoliberal que nos conduce a un callejón sin salida.
El Frente Nacional llega en cabeza en seis importantes regiones: Provenza-Alpes Costa azul (cinco millones de habitantes) Marion Marechal Le Pen con 41,2 % de votos, Norte Paso de Calais-Picardia (seis millones de habitantes) Marine Le Pen obtiene 31’9 % de votos, Alsacia-Champagne-Ardenne-Lorena (cinco millones y medio de habitantes), Midy- Pirineos-Languedoc Rousillon (cinco millones novecientos mil habitantes), Centro-Val de Loire (dos millones seiscientos mil habitantes), y en Bougogne-Franche Comté (dos millones trescientos mil habitantes).
En las otras siete regiones, el partido socialista y la coalición de derecha y centro se disputan el liderazgo, con numerosos duelos triangulares, en los que estará presente el Frente Nacional. De aquí a la segunda vuelta habrá desistimientos, fusiones y llamamientos de unos y otros que pueden modificar el resultado final en la segunda ronda, pero la dinámica general es la de un afianzamiento de la extrema derecha en el mapa político francés. La elección regional se rige por un escrutinio proporcional con una fuerte prima al ganador, lo que favorece arreglos y componendas entre una y otra vuelta. Los pronósticos dan ya ganador al FN en al menos tres regiones en la segunda ronda, lo que seria una situación inédita en esta Francia de la Quinta República que merecería a estas alturas una profunda reforma de sus instituciones.
Paris y la región de Ile de France es la que mejor resiste al progreso del FN, pues llega en cabeza la coalición de derechas, seguida por los socialistas. Una alianza de ecologistas, socialistas y Front de Gauche podría sin embargo alzarse con la victoria en la segunda vuelta frente a la derecha tradicional. El Frente nacional llega en tercera posición con algo mas de 18% de votos, lo que es también considerable.
Desde los crímenes de masas, como diría el filósofo Alain Badiou, perpetrados en París el pasado 13 de noviembre, éste país vive, en cierto modo, atónito y anestesiado por la emoción y los efectos contradictorios del Estado de urgencia. Si la necesidad de neutralizar a los que asesinan en nombre de un Islam radical resulta en principio evidente, cabe preguntarse hoy cuáles son los resultados y las consecuencias de ese Estado de urgencia ilimitado decretado por el presidente de la Republica, François Hollande, a la luz de la prohibición de las manifestaciones anti-COP 21, reprimidas por la policía, y a la vista de estas elecciones regionales que han colocado al Frente Nacional de extrema derecha francesa como favorito en las urnas.
Combatir Dáesh y el terrorismo islamista no puede en ningún caso conducir a poner en tela de juicio las libertades democráticas en un Estado de derecho, como es la libertad de manifestación. “Un pueblo dispuesto a sacrificar un poco de libertad por un poco de seguridad, no merece ni una ni otra y termina por perder las dos”, esta frase del político americano Benjamin Franklyn circula en estos días en las redes sociales para ilustrar las voces de los que en Francia se inquietan por una deriva del actual Estado de urgencia que, en nombre de la lucha contra el terrorismo, puede transformarse en una amenaza contra la libertad de expresión y de manifestación, como fue el caso el domingo pasado en los incidentes en la Plaza de la República en París.
El proceso contra cinco sindicalistas de Air France, acusados de “vandalismo”, despedidos de la empresa por falta grave, y amenazados de una fuerte condena penal y financiera, se celebró el pasado 2 de diciembre. El veredicto ha sido aplazado hasta el mes de mayo, sin duda para no exacerbar los ánimos del personal. La política económica liberal del Partido Socialista, el incremento constante del desempleo y de numerosos expedientes de regulación de empleo (eres) en todo el país, así como la ofensiva contra el derecho laboral en Francia, encarnada por el ministro de Economía, Emmanuel Macron, constituyen la expresión de la violencia social ejercida contra los asalariados, con regiones particularmente siniestradas.
La izquierda francesa que llevó al poder las “promesas» de François Hollande se encuentra ahora dividida, ante la evidente traición que representa su política económica, ecológica y social, pero también tras su alineamiento con la posición bélica de los Estados Unidos, su “patriot act” a la francesa que representa una amenaza para las libertades democráticas más elementales, como lo muestra la represión policial de la manifestación anti-COP 21.
COP21: pura gesticulación
Una conferencia, la COP 21, con la que se paralizó todo París durante dos días, en presencia de casi todos los jefes de Estado del planeta, en la que los principales contaminadores: Estados Unidos, Europa y China, no aceptan ningún acuerdo que incluya la coerción en su aplicación. Pura gesticulación y recomendaciones, que nadie está dispuesto a aplicar, una COP 21 que unos nos presentan como un vaso medio lleno, y otros como un vaso medio vacío.
Mientras las multinacionales del planeta practican la evasión fiscal de forma legal y descarada , ultimo ejemplo el de Mac Donald en Estados Unidos, a añadir Facebook, Google, Total y tantos otros caritativos mecenas transnacionales, el PS en el poder prohíbe aquí toda manifestación pública de las voces que se alzan en Francia y en el mundo frente a tal hipocresía, para exigir mas acción y menos “comunicación”.
Ni los ecologistas ni el Front de Gauche, a la izquierda del Partido Socialista, logran sin embargo capitalizar el descontento social de la población en esta compleja situación que es el Estado de urgencia, y la amenaza terrorista, por vez primera con tal magnitud en el interior del país. A fuerza de utilizar los argumentos de la extrema derecha en temas tan delicados como el terrorismo, la identidad nacional, la seguridad y la emigración, Sarkozy y Hollande han abierto un bulevar electoral a la extrema derecha de Marine Le Pen. Esta primera vuelta de las elecciones regionales viene a confirmarlo.
De aquí a 2017, fecha de las próximas presidenciales en Francia, la clase política debería reflexionar sobre la necesaria reforma de las instituciones, pues la Quinta república presidencialista que François Mitterrand -antes de someterse a ella- calificó de “golpe de estado permanente”, podría un día despertarse con la grave resaca de la ultraderecha en el poder. Solo un régimen democrático y parlamentario, elegido de forma proporcional, puede evitar que las minorías se transformen en “mayorías estables”, mientras que no representan a ese país real, en el que la verdadera mayoría son los abstencionistas.
Excelente análisis de la situación. Invito a leerlo dos veces para contextualizar mejor los titulares habituales que sólo contribuyen a reforzar los estereotipos y la perspectiva del FN. Esos titulares responden a la fascinación por la profecía que debe -según algunos- autocumplirse… Aún estamos lejos de ahí.