Aplaudamos las conquistas que nos permiten movernos en paz y con la suficiente guarnición para que no vayamos hambrientos de más. Al tiempo hemos de procurar el equilibrio que nos detenga ante esa parte, aspirante a sustancial, que no tiene hartura. Seamos lo más puros que podamos.
Asumamos las caricias como la base que nos ha de endulzar la vida frente a los contratiempos. Prodiguemos los maravillosos eventos. No apaguemos los fuegos. Pongamos sosiego a la fiesta, que nos puede tratar de destruir. Reparemos los escombros que podamos tener. Hemos de seguir la escala de valores sin romper los ánimos. Tratemos de ser felices.
Hemos de introducirnos las mejores causas, y entonar las melodías más bellas, para compartirlas con los sonidos más mágicos y lindos. Nos debemos dar oportunidades de gozar, de salir adelante, de poder batallar y ganar un poco de fuerza para seguir por donde sea preciso.
No dejemos que la luz nos entorpezca en exceso. La necesitamos: hemos de graduarla. No solucionemos las cuestiones fundamentales a medias. Siempre quedarán, salvo que intervengamos, donde no aportan nada.
Analicemos con el más maravilloso criterio. Las pretensiones nos deben enternecer las elecciones que nos rodean. Escalemos más y más.
Palpemos nuestros verdaderos intereses y procuremos que todo vaya adelante. Nos hemos de engrandecer. La existencia nos inmiscuye con sus empatías.
Las destrezas se han demostrar cada jornada. Imaginemos. Simpaticemos con las travesías y las travesuras en unos desiertos de pretensiones y penitencias. Posibilitemos. Hemos de ganar altura. Caminemos.