Se llamaba Simone Camilli, trabajaba para la Agencia Associated Press, tenía 35 años y una hija de tres. Ha muerto el 13 de agosto de 2014 en la franja de Gaza, en la explosión de un misil israelí que estaban intentando desactivar unos expertos palestinos, en un campo de fútbol que ya se había utilizado con anterioridad para llevar a cabo este tipo de operaciones.
En la explosión ha muerto también un periodista palestino y al menos otros cuatro civiles, al parecer todos ellos pertenecientes a la unidad de desactivación, según ha confirmado el Ministerio de Sanidad palestino. Se trata del primer reportero extranjero muerto desde que comenzó la última ofensiva israelí, el 18 de julio. Los vecinos del barrio de Beit Lahiya, en el norte de la franja, habían encontrado el misil, que no había explotado, y avisado a las autoridades que enviaron una unidad de ingenieros especialistas en este tipo de operaciones.
Simone Camilli había cubierto anteriores conflictos en otras partes del mundo, y ahora llevaba mucho tiempo residiendo en la zona de Gaza. “Estaba siempre en primera línea”, dice su familia. “Me siento orgulloso de mi hijo, ha dado la vuelta al mundo, siempre en lugares peligrosos”, asegura su padre, Pier Luigi, alcalde de la localidad de Pitigliano, en la provincia de Grosseto.
Para Franco Siddi, secretario de la Federazione Nazionale della Stampa Italiana (FNSI), Sindicato unitario de los periodistas italianos, “ha caído un testimonio de la verdad, un profesional experto y valiente que sabía moverse con la atención necesaria. Es una noticia terrible”. Para la ministra italiana de Asuntos Exteriores, Federica Mogherini, “la muerte de Simone demuestra, una vez más, lo urgente que es encontrar una solución definitiva al conflicto en Oriente Medio”.
Separando lo doloroso que es la muerte de un ser humano, en este caso un periodista en un frente de guerra, hay que considerar que la desactivación de bombas, misiles, etc., es de lo más arriesgado de arriesgado, una verdadera «ruleta rusa» para los expertos.
Conocí a un joven médico contratado por una temporada para «asistir» a un grupo de ejército «desminador» en tiempo de paz. El se preparó con todo para su labor asistencial clínica. Pero le impresionó cuando sus contratantes le dijeron: «no se preocupe demasiado doctor, si ocurre algo, pues no tendrá que hacer mucho; en realidad su tarea principal será la de constatar la muerte y principalmente la de extender el certificado de defunción legal».
Me añadió que los «desminadores» tenían una rutina muy estricta y trabajaban en períodos y turnos muy precisos, para que mantuvieran su concentración total y sentidos plenamente alertas; jamás se les excedía el tiempo de su acción operativa.
Y tenían una enorme sangre fría, día a día, hora a hora, minuto a minuto.