«Tengo la PIO alta, pero ya iré al médico que no tengo tiempo», dice un paciente. La presión intraocular (PIO) no se nota, no da síntomas, el paciente no es consciente del riesgo que está corriendo. Hoy, 12 de marzo es el día mundial del glaucoma. Quizá si fueramos a revisión cada año sabríamos cómo está nuestra salud visual.
El glaucoma es la primera causa de ceguera irreversible a nivel mundial. Cerca de 65,5 millones de personas estarán afectadas en 2020, lo que supone que sean tres de cada cien mayores de 40 años. La enfermedad cursa de forma gradual, silenciosa, sin síntomas. En España tenemos más de un millón de personas diagnosticadas pero otras cientos que no lo saben porque nunca han ido a un oftalmólogo.
El glaucoma lo puede detectar un oftalmólogo pero no existe cura para el mismo una vez que ha debutado.
Las personas globalmente acuden a un óptico para que les gradue la vista cuando esta empeora, pero son conscientes de las revisiones de fondo de ojo mediante otras pruebas (tonometría, campo visual, etc.) que puede realizar un médico oftalmólogo, que es el que determinará si existe o no, esta u otras enfermedades de la visión.
La enfermedad se caracteriza por la pérdida progresiva del nervio óptico que es el que se encarga de recoger la información visual que genera la retina y llevarla hasta el cerebro. En los primeros estadios el paciente no es consciente aunque sí nota que el campo visual se reduce poco a poco desde la periferia hacia la zona central.
El glaucoma tiene su origen en la acumulación de fluido en la parte anterior del ojo; el sistema de drenaje del interior del ojo no trabaja bien y aumenta la presión intraocular (PIO). Si la presión se mantiene elevada constantemente el daño es irreversible y el paciente no lo nota. Si por presión intraocular correcta se estima aquella que está por debajo de 21 mm HG, tener más es un riesgo.
Existen casos de glaucoma en donde la presión intraocular es normal y debuta la enfermedad por otras enfermedades sistémicas tales como la diabetes, la uveitis (inflamación de la úvea) o por un desprendimiento de retina. Si el nervio óptico es sensible la presión intraocular afecta mucho más que a otras que la mantienen alta y nunca tienen problema. Este es el menor de los casos.
Si tenemos 40 años, no acudimos al oftalmólogo una vez al año, somos miopes, diabéticos, tomamos corticoides, somos de raza caribeña, asiática o africana, nuestro riesgo se multiplica por dos. Se puede reducir la presión intraocular con cirugía mínimamente invasiva de glaucoma, se puede poner un iStent, se pueden liberara los canales de drenaje del humor acuoso, se puede bajar la presión con colirios, con láser, pero no se puede detener la progresión del glaucoma.
Si se tiene cierta predisposición genética o por otras enfermedades oculares lo padecemos no podemos evitarlo. Lo cierto es que una buena salud ocular, revisiones periódicas, dieta rica en antioxidantes, no fumar, no beber y no tomar el sol, supone que mantengamos la vista y evitemos en cierta forma el empeoramiento si ya ha sido detectado el glaucoma.
Prevenir es la única forma de mantener la función visual correctamente. El glaucoma no avisa. No existen curas milagrosas, gotas, ni otros productos naturales que lo detengan. Prevenir la ceguera legal es detener la enfermedad antes de que haya debutado. Vigile la presión intraocular si es mayor de 45 años y si padece alguna otra enfermedad de la vista. El óptico puede revisar la PIO una vez que se ha visto al paciente en una consulta de un médico oftalmólogo. Si le pide revisiones, ¡hágalas!, el glaucoma no avisa.