Universal. Así podría ser catalogado el autor de «Fausto», un ser humano inquieto, ávido de conocimientos, cosechador de brillos en sus enormes ansias de saber. Hablamos de un dramaturgo, de un novelista y, a la vez, de un poeta. Nos referimos a Goethe.
Dentro de las letras alemanas fue -es- tan influyente que lo que sería el equivalente al Instituto Cervantes español lleva su nombre: Goethe Institut. Paralelamente, fue un naturalista que investigó y descubrió cuestiones que ahora se consideran básicas para esta disciplina y para otras aledañas. Con esta introducción ya podemos imaginar que fue un superdotado. Verdaderamente.
La preocupación por la sabiduría en el sentido de Shakespeare, al que adoraba, y su perspectiva de la existencia, en base a autores como Calderón de la Barca, al que analizó hasta la saciedad, le corroboran como una persona excepcional. Podríamos glosar que su anhelo formativo casi rozaba la obsesión.
«Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister», con un héroe muy particular, es considerada como una de las mejores narraciones de toda la historia en las diversas lenguas, a la par de El Quijote. La controversia interior en el afán por progresar es una constante de un escritor que es exponente del Romanticismo. Estuvo en sus comienzos con el movimiento “«empestad e Ímpetu».
Estudió geología, química y osteología, con importantes hallazgos. Su mente parecía no parar. Era un humanista integral. Le zozobraba todo lo que tuviera que ver con la creación. Se le retrató como un filósofo en una época de profundos cambios. Los sucesos de su época en Francia le perturbaron. Era amante del sosiego y de los cambios tranquilos. Fue miembro de la masonería. Conocido y ponderado, y también tuvo relaciones con los más ingentes intelectuales de su tiempo, a quienes abordó en persona o bien se entregó a sus pesquisas y menesteres.
Defendió valores universales
Particularmente podemos citar su intenso y hondo poema «Aprendiz de Brujo», por la moraleja que nos traslada (si se quiere, incluso en la actualidad). Descuella su teoría de los colores, así como «Prometeo», donde defiende valores y pone en cuestión actitudes y creencias. La tragedia, que advertimos en «La hija natural», también está presente en su existencia, junto con el objetivo de ser él mismo y romper con los cánones contemporáneos. Como modélico alemán era un tipo que gustaba del orden (decía que lo defendía por encima de la justicia).
Johann Wolfgang von Goethe provenía de una familia espléndidamente posicionada en lo económico y político. Ciertamente eso le dio una visión amplia de la historia, de sus opciones, además de un amor por las letras y las ciencias que le convirtieron en lo que fue. Igualmente se gestó como un devoto por y para recorrer espacios y territorios, y así hasta cosechó libros como el titulado «Viaje a Italia».
Evolucionó hasta el clasicismo. No podía ser de otro modo en alguien que no se plantó en ninguna estación mental. Si queremos conocerle más, aparte de leer sus escritos, por supuesto, debemos aproximarnos a su autobiografía «Poesía y verdad». Gozaba de una gran capacidad para redactar, para contar, fruto de sus numerosas lecturas y de compartir pareceres con los más avanzados de su era.
Tuvo fama, sí, pero, fundamentalmente, consiguió un reconocimiento bellamente merecido en una Alemania que, como tal, aún no existía, y buscaba señas de identidad. Adelantados como él contribuyeron a este fin.
Con instructores como Goethe, con toda seguridad, la sociedad marcharía mucho mejor, y nos sentiríamos más honrados de pertenecer a nuestra especie, por la que apostó sin vacilaciones. Era, esencialmente, un hombre de paz. Léanlo, por favor.
Muy buen artículo. Muy buenos consejos para poner en práctica.