En España el PP lleva décadas en descomposición y hiede hasta en los despachos perfumados de Génova 13. Ahora son cada vez más los que piden dentro del partido que Rajoy se haga a un lado y sea posible, cito textualmente, “un golpe de efecto” que les vuelva a congraciar con el electorado.
En realidad, es la manera en como estos manilargos lo arreglan todo: a golpes de efecto, sin enjundia, sin fondo ni esencia más allá de oropeles y dineros. No hay muchos en el PP que trabajen por el bien de la ciudadanía; la gran mayoría trabaja por su bolsillo, por sus empresas, por sus amiguetes; es su ADN político, el bisnes. La noticia es que difícilmente se podrán regenerar con tal nivel de putrefacción.
Enfrente, un PSOE que empieza a levantarse, lleno de fisuras internas, es verdad, pero camino de la meta común: España 3.0 para entendernos. Sí, la nueva etapa política, instalada ya entre nosotros, requiere que simpatizantes y militancia entren en diálogo y conversación permanente con los partidos, en este caso con el PSOE. He oído a Iñaki Gabilondo que no sabe cómo se va a poder consultar a la militancia y mantener los plazos constitucionales para formar gobierno. Eso es porque el viejo maestro no está muy ducho ni muy puesto en la tecnología: Podemos, el único partido Nativo Digital que tenemos en el espectro parlamentario, consulta todo a sus simpatizantes mediante una plataforma de uso muy rápido e intuitivo que les permite pulsar la opinión en muy poco tiempo. Solo hay que encargar un software gemelo.
El paso de Pedro Sánchez en el congreso federal convocando a las bases ha sido una jugada bastante hábil: de entrada, abre negociaciones con Podemos y Ciudadanos y pone a la Ejecutiva Federal en un brete extraño ya que le va a ser complicado decir que no a la ciudadanía o apartarse de su militancia si deciden cosas distintas a su criterio de sanedrín.
Una vez contenidas las voces más discordantes del PSOE con las bridas del voto de la militancia, se abre la puerta para hablar pronto y claro de programa, programa, programa, la trilogía mágica inventada por Julio Anguita en los 90 y que es la única solución posible en las democracias avanzadas. Ya no se trata de pactar desde los conceptos y presupuestos ideológicos, si no de acordar leyes e hitos legislativos y de pivotar un gobierno de consenso sobre la base simple, clara e inteligible de establecer un plan de trabajo para cuatro años o lo que dure la legislatura. Por supuesto, la confianza entre socios es importante y para eso hay que echar mano de un concepto que hemos olvidado políticamente: el compromiso. Es decir, acordamos un objetivo, definimos unas líneas de trabajo y convenimos quién o quiénes lo llevarán a cabo.
En esta legislatura las cosas van a ser algo más complejas, pero no mucho más. De un lado, Podemos, Ciudadanos y PSOE tienen bastantes puntos programáticos en común –por ejemplo, los tres llevan en sus programas cambios en la ley electoral, reformas de la constitución o proyectos sociales que trabajan sobre la educación, la sanidad y las pensiones- de otro, los tres entienden el commitment que requiere esta etapa.
No se pondrán de acuerdo en todo y tampoco es necesario que así sea; bastará con que establezcan los hitos principales y repartan equitativamente responsabilidades: la business-política del PP nos ha acostumbrado a chorradas inalcanzables como presentar 400 propuestas para la legislatura –como si lo importante fuera el número y no el contenido- que a partir del primer día de gobierno simplemente se dan a beneficio de inventario y nunca se cumplen.
No sé si se podrá conformar un gobierno ni cuánto durará si se consigue el acuerdo, lo que sí sé es que este es el camino y que, por largo que sea, la única manera de recorrerlo es dando pasos, uno detrás de otro. Hemos dicho basta, la gente. Siete de cada diez españoles hemos dicho basta y hemos dicho que es el momento de dar un golpe de timón al país. Pongámonos a trabajar los que estamos limpios. Los podridos deberán meter bisturí, lejía y estropajo… suponiendo que sepan cómo.