«El Estado era una sombra, el Gobierno una ilusión. Real, solamente, la policía política, la prisión, la tortura, los juicios arbitrarios: únicos sustentáculos de un poder podrido». Documento del 25 de abril publicado por periodistas portugueses el 10 de mayo de 1974.
Lisboa, soldados con vecinos el 25 de abril de 1974
La tristeza te invade cuando recorres, estos días lluviosos de marzo-abril de 2013, los pueblos y ciudades de Portugal, ese entrañable país. Cuando piensas en los largos años de la dictadura de Salazar y Caetano y en el presente de la dictadura de los bancos y el gobierno lacayo del neoliberalismo que domina Europa. Y ayer, hoy, los de siempre, los malditos y corruptos explotadores de gentes que han convivido con la pobreza durante siglos y un día alentaron el sueño de una revolución que les llenó de esperanza y palió parte del atraso moral y material que sufrían.
Y ahí siguen, volvieron, impusieron sus leyes, el puñado de oligarcas que desplazan sus fortunas a paraísos fiscales, la Iglesia, los políticos corruptos, nacionales y extranjeros, dominando medios de comunicación que expanden sus lenguajes miserables y farsantes sobre sus pueblos. Y ahí la nunca derrotada Alemania, lamiéndose las heridas de su nazismo imperialista, imponiendo su política a través de sus bancos y poder económico como antaño intentó hacerlo con sus tanques y bombas, sobre la cada vez más debilitada Europa.
Hace 39 años una canción sencilla, creada en 1964 por un joven cantautor en un viaje nocturno y fatigoso pero creativo, cuando regresaba de una pequeña ciudad a la que había llevado su música y palabra, recorrió el mundo entero:
Grándola, vila morena
terra de fraternidade.
Hoy, los muros de las cada vez más abandonadas ciudades y pueblos, desvencijados edificios de viviendas o reliquias históricas, graban otras letras distintas a las cantadas por Zeca Afonso. Decía entonces:
Em cada esquina un amigo.
Em cada rostro igualdade.
Grándola, vila morena
Terra de fraternidade.
Ahora, en las tierras del Alentejo, en la maravillosa y arruinada Coimbra, en las barriadas de Lisboa, la letra de la contestación., de la realidad, escribe:
Grándola, vila corrupta
terra de desigualdade.
Caxías: la memoria del ayer, la metamorfosis del hoy
Ya no queda en pie el edificio de la calle de Antonio María Cardoso que pasó a denominarse «Calle de los muertos de la PIDE». La pide era la policía política represiva del régimen de Salazar, equivalente a la no menos siniestra brigada político social del franquismo. En vez de gritos, torturas, regueros de sangre, muertes «accidentales» que precedían a los encarcelados antes de llevarlos a las mazmorras de la cárcel de Caxías, y pese a la oposición de gentes como Saramago y numerosos escritores y artistas, se edificaron en su lugar lujosos apartamentos para los herederos del salazarismo. Desaparecieron los siniestros calabozos equivalentes a los de la Dirección General de Seguridad de la madrileña Puerta del Sol que ahora ocupan -restaurados y reconvertidos- los herederos del franquismo.
Caxías -también aquí se destruye y reconvierte, pese a la oposición ciudadana la cárcel de Carabanchel- se encuentra en un montículo de los que rodea Lisboa, en el camino de Estoril. Estos lugares que evocamos conforman la trágica memoria del pasado portugués, coetáneo a la España de Franco. Caxías fue el primer edificio oficial en el que yo entré , junto a unos reporteros alemanes, antes de que transcurrieran 48 horas del 25 de abril de aquel año de 1974. El 26 de abril la cárcel se había rendido a un grupo de paracaidistas y fusileros de la Armada portuguesa, que doblegaron a los policías y guardias que habían pasado la noche precedente quemando los informes y documentos allí archivados.
Publiqué en la revista Cambio 16 un extenso trabajo titulado «Las mazmorras de la PIDE». Luego de la visita, de ver los arañazos, restos humanos de las minúsculas celdas que a tantos presos portugueses albergaron, continué con Otelo Saraiva de Carvalho y otros acompañantes hasta Estoril. Allí, sin resistencia, se mostraron amables y resignados ante nuestra presencia, conscientes de que la revolución pasaría y el casino y cuanto significaba seguiría en pie. Casinos y policías, jueces y banqueros, obispos y oligarcas sobreviven a sus momentáneas derrotas.
Las heridas de la belleza. Los gritos de la rebeldía
Los cuervos de corbatas y trajes oscuros -que se exigen hasta para asistir a los premios literarios ceremoniales, para demostrar como se puede domesticar también la cultura y el arte- solo necesitan paraísos fiscales y paraísos turísticos para sus divisas impresas con la sangre no solo de los trabajadores, campesinos, mineros, obreros de las fábricas, sino ya también con el sudor de los funcionarios y clases medias.
En nuestro discurrir por las vacías autopistas que conducen a pueblos o ciudades del entrañable país, nos persiguen letras escritas con hambre y rabia en los muros de edificios o carreteras:
Neoliberales, asesinos, terroristas.
Porque el denominado FMI, Fondo Monetario Internacional, es el nuevo terrorismo que amedrenta y sojuzga a los pueblos de Europa del Sur: son la Gestapo con métodos nuevos, aparentemente democráticos y efectos que eliminan sus genocidas consecuencias pero no dejan de empobrecer y asesinar lentamente.
Caminamos por las cuestas y recovecos de la bellísima ciudad de Coimbra. El esplendor y pasado artístico de la noble ciudad, aparece deteriorado, nadie se preocupa de su envejecimiento, de que se vaya agrietando, aunque permanezca orgullosa de sus heridas, cansada del turismo a la carta cada vez menos rentable y parco en visitas, de alma desgarrada y vencida por los depredadores de la civilización, en parte sus propios hijos corruptos y corruptores. Y leemos en ella:
La mentira, requisito fundamental del político profesional.
Eso grita la mayoría de sus habitantes. Cada vez más portugueses llevan al Parlamento, a las calles de Lisboa su canción de protesta: Grándola, vila morena. Es más que un símbolo, es una llamada a la acción. Ante las polémicas surgidas por hechos recientes en España -habrá que denunciar cada vez con más dureza a Cospedal, ese remedo de los ángeles de la crueldad de triste memoria- nos razonan: el lenguaje es también mentira. Porque los que acosan, los auténticos acosadores, quienes nos cercan y destruyen, en nuestros domicilios, en nuestras escuelas, hospitales, en nuestro trabajo, en nuestras condiciones de vida, en nuestra civilización, son ellos, los que ahora piden más medidas represoras para quienes protestan. ¿Acaso no desearían llenar todos los estadios de fútbol con quienes se lanzan a la calle, realizan estas protestas, únicas armas de defensa que parecen restarles?
Las calles más céntricas o nobles de las ciudades van alternando sus letreros luminosos con tres tipos de anuncios en sus edificios: en uno, Compro ouro (o plata o joyas), en el segundo arréndase (o se vende), en el tercero Banco, sea del Espíritu santo o sea del muy hispano Santander.
El oro, la más antigua ramera del género humano. El Banco: la más poderosa ramera de nuestro tiempo histórico. Los edificios: el grito de los vampiros de los tiempos modernos, la especulación que se alimenta de la sangre de los pueblos.
La gran mayoría de los periódicos, mienten, obedecen como gran parte de los medios de comunicación a los traficantes de los sueños y culturas que los alimentan. Y frente a los periódicos oficiales se alzan aquellos a quienes se les niega la voz, la expresión, la libertad de dirigirse a los otros, a quienes se ven forzados a dejar sus caracteres en los muros de los edificios o las calles:
Tomemos las calles por un mundo distinto. Ocupemos las plazas para construirlo
El estallido de 1974. ¿Cuándo el del tiempo que vivimos?
16 de marzo de 1974. Caldas da Reinha. 35 oficiales y 55 suboficiales intentan una insurrección que resulta fallida. Proclaman entonces en un documento: «El prestigio de las Instituciones Militares sólo será alcanzado cuando las Fuerzas Armadas se identifiquen con la nación… Sin democratización del país no es posible pensar en ninguna solución válida para los gravísimos problemas que se abaten sobre nosotros» A partir de ese momento 200 jóvenes oficiales preparan la revolución del 25 de abril.
Resultará difícil administrar la herencia del salazarismo. Portugal refleja entonces la menor renta per cápita de los países de la OCDE (cien dólares anuales). Latifundio. 25% del PIB para las multinacionales. Inflación galopante. En menos de dos semanas se intenta un contragolpe de Estado. El pueblo se lanza a la calle para impedirlo. Lo paraliza con la ayuda de los jóvenes militares que se habían sublevado. Estados Unidos, a través de su embajador, miembro de la CIA, las cancillerías occidentales, comprenden que es preciso utilizar otros métodos «democráticos». Se comienza por aislar, detener, terminar con los ideólogos del movimiento de los oficiales. Después, el poder del capital, a través de los medios de comunicación y la división de los partidos de izquierda -palo y zanahoria, ya se sabe- irán trazando su camino.
Hasta los tiempos de la llamada troika. Todo el poder a los bancos. Una Europa unida en torno a los monopolios y el capitalismo expansivo y represivo. Hoy Portugal, acongojada, con cada vez más jóvenes exiliados, se encoge, vencida, se retrotrae al pasado, se posterga en el miedo y la desesperanza. Pero surgen estallidos de protesta, que aún pobres de medios, no carecen de imaginación. Y voces que claman por un nuevo 25 de abril. Quieren ganar a la causa a profesionales también golpeados por la explotación salvaje de que es víctima la Nación: jueces, jóvenes militares, militantes de izquierda no burocratizados, y sobre todo alentar las ideas y la rabia. Solamente expulsando a los lacayos del imperialismo neoliberal se podrá no desandar del todo el camino que se inició el 25 de abril de 1974. Y desde España, acosada por similares problemas, pensamos en una tierra de fraternidade sin fronteras y con sueños de libertad.