Séptimo día del cuarto mes de 2024. Despedirse de las personas a las que quieres nunca ha sido fácil, más aún de la persona amada. Es una tarea extremadamente difícil; encontrar las palabras para esas despedidas se convierte en una lucha personal, ya que los sentimientos están supurando por cada poro de la piel y encontrar en tanto caudal de emociones esas palabras que expresen el dolor, la gratitud, la emoción, la tristeza, el reconocimiento, la melancolía, la felicidad o la angustia de los días pasados en común.
Cuando te ves forzado a despedirte no estás en las mejores condiciones para comunicar al resto la terrible pérdida, te encuentras en estado de shock, incredulidad y desconcierto, recién llegado a una soledad que sientes como una amputación.
Por eso cuando nos encontramos con poetas, escritores, periodistas o cualquier otra persona que consiga dar con las palabras justas que expresen esas sensaciones quedamos estremecidos hasta lo más profundo de nuestros corazones.
Recuerdo la columna que Manuel Vicent le dedicó a su hijo Mauricio Vicent recién fallecido. Esa columna traspasó los límites de su periódico y se instaló en nuestra memoria, «Llegó la muerte de madrugada y con una certera puñalada se llevó al ser que más queríamos… mientras viva, ni el tiempo ni la muerte podrán arrebatarme nunca el amor que sentía por mi hijo… Llegará el otoño y su silueta se confundirá con una de las hojas doradas arrastradas por el viento y luego se irán alejando su voz y sus risas hasta perderse en la niebla…». Todavía me emociono al leer estas palabras llenas de cariño y poesía.
Recuerdo la carta que le envió Leonard Cohen a Marianne Ihlen cuando supo que ésta estaba apunto de dejar este mundo. Tuvieron una relación amorosa durante los años sesenta del siglo veinte, principalmente en una isla pequeña del mar Egeo, Hidra. Daba gusto ver las fotos de ambos junto al hijo de ella, muy pequeño, caminar descalzos por sus playas, él intentando encontrar un sitio para su poesía, para sus canciones, pobres y felices, con toda la vida por delante. Su relación terminó y cada cual fue por su lado, pero sabiendo siempre de su gran amor.
Cohen en los últimos días de vida de Marianne le hizo llegar una breve carta, le decía que pronto se volverían a encontrar, que si extendía su brazo podría alcanzar el suyo, a pesar de estar al otro lado del océano, le decía que siempre la quiso por su belleza y sabiduría y no necesitaba decirle mucho más porque ella lo sabía todo de sobra, su amor eterno al que pronto volvería a ver en el camino. Voy corriendo al tocadiscos y pongo la canción que lleva el nombre de ella y compuso él.
Y estos recuerdos me han estado rondando toda la semana desde que leí en estas páginas la columna de Julio Feo Zarandieta, «Marie Christine, siempre viva en mi recuerdo». En esta pieza Julio, como buen periodista nos relata los hechos, el fallecimiento de Marie Christine y sus últimos días, hasta que ella dijo «Basta». Pero una vez constatada la noticia, deja que las palabras las escriba su corazón, y Julio nos vuelve a emocionar, a estremecer con sus recuerdos, con su vida con Marie, con su bella y sabia Marie, como Marianne. Cuarenta años son toda una vida que han tenido la inmensa fortuna de compartir, y su lectores la inmensa suerte de conocerla.
Siéntete acompañado en este duro viaje ya sin tu amada querido Julio por la personas que os han querido y por quienes te leemos. Gracias Julio por tu emoción.
Oliver Sacks se despidió él mismo en un hermoso libro titulado «Gratitud».
Precioso
Gracias Luis, muy emocionado por ese hermoso texto, por tu solidaridad y la de todos los colegas que han manifestado su tristeza y enviado mensajes. Mi mas profundo y sincero agradecimiento. Julio.