Un juez de Groenlandia ha prolongado hasta el 2 de octubre la detención de Paul Watson, fundador de la ONG Sea Dhepherd, cuya extradición reclama Japón por una acción llevada a cabo en 2010 sobre un barco ballenero.
La pretensión japonesa forma parte de la estrategia del país de continuar con su caza de ballenas con fines comerciales.
Paul Watson, de 73 años, fue detenido el 21 de julio 2024 en Groenlandia, cuando se acercó a un puerto con su barco John Paul DeJoria para comprar carburante.
Encarcelado desde hace más de un mes en el centro penitenciario de Nuuk (la capital), tendrá que permanecer en él al menos cuatro semanas más en espera de que el Ministerio de Justicia danés decida sobre su extradición.
La justicia japonesa acusa a Paul Watson de corresponsabilidad en los daños causados a un barco ballenero nipón en 2010, así como de las heridas a algunos de sus tripulantes, causados en el marco de una de las campañas de su organización Sea Shepherd.
En concreto, se le acusa de herir en la cara a un marinero japonés al arrojar una bomba fétida (de ácido butírico), intentando impedir el trabajo de los balleneros; hechos que Watson desmiente.
La caza de ballenas es objeto desde 1986 de una moratoria aprobada por la Comisión Ballenera Internacional (CBI), con el objetivo de impedir la caza comercial y permitir que las especies se reproduzcan.
Años más tarde, Japón reanudó la caza en su propio espacio marítimo con la excusa de hacer una «pesca científica», a lo que Watson se opone.
La decisión del juez de prolongar la detención tiene muy preocupados a los militantes ecologistas que, este 5 de septiembre 2024, se han reunido para protestar en diversas ciudades europeas: «Teniendo en cuenta se edad, podría tener que pasar en la cárcel el tiempo que le queda. Podría morir en la cárcel».
En su sitio de Internet, el gobierno japonés justifica la caza de ballenas por tratarse de una tradición que se remonta al siglo doce; se mataba al animal para comer su carne, utilizar su aceite para alumbrar y sus huesos para fabricar utensilios.
Los japoneses recuerdan también una grave crisis alimentaria durante la Segunda Guerra mundial, cuando millones de japoneses crecieron consumiendo carne de ballena.
Aunque en los últimos años el consumo de carne de ballena en Japón está disminuyendo (las últimas estadísticas de la asociación japonesa Ikan hablan de 23,7 gramos por persona y año), todavía los balleneros japoneses «capturan entre 200 y 300 ejemplares al año», y además compran algunas ballenas a Islandia, según declaraciones al diario francés Huffington Post del profesor de biología de la Universidad de la Rochelle, Vincent Rudoux.
El gobierno japonés pretende «devolver a sus ciudadanos el gusto por el consumo de ballenas», para lo cual, en mayo de 2024 ha estrenado un nuevo barco-fábrica, el Kangel Maru, que ha costado el equivalente a 44 millones de euros, con el objetivo de que cace doscientos cetáceos en ocho meses en los santuarios de ballenas del Pacífico Norte.
Este era el barco que Paul Watson quería interceptar cuando fue detenido en julio.