Guterres contra Rusia: un segundo frente en la guerra en Ucrania

El secretario general de las Naciones Unidas es una criatura de los 193 Estados miembros, que en gran medida gobiernan el organismo mundial, pero en realidad, Antonio Guterres ha desafiado abiertamente a uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, al arremeter contra Rusia por su invasión de Ucrania, que dura ya diecisiete meses, informa Thalif Deen (IPS) desde Naciones Unidas.

Afortunadamente, no tiene previsto presentarse a un tercer mandato y enfrentarse al veto de Moscú, como le pasó a uno de sus predecesores, Boutros Boutros-Ghali (1992-1996), quien desafió a Estados Unidos y fracasó en su intento de un segundo mandato, cuando catorce miembros del Consejo de Seguridad votaron a su favor mientras Washington ejerció su veto.

Guterres, ex primer ministro de Portugal (1996-2002), ha sido constante en sus ataques a Rusia, señalando que la invasión a Ucrania por Moscú, en febrero de 2022, es una violación de la Carta de las Naciones Unidas y del derecho internacional.

En su declaración más reciente, el 23 de julio 2023, Guterres expresó: «condenó enérgicamente el ataque ruso con misiles contra Odesa, que causó víctimas civiles y dañó la Catedral de la Transfiguración, protegida por la Unesco, y otros edificios históricos del centro histórico de Odesa, declarado Patrimonio de la Humanidad».

«Además del terrible número de víctimas civiles que está causando la guerra, se trata de otro ataque en una zona protegida por la Convención del Patrimonio Mundial, en violación de la Convención de La Haya de 1954 para la Protección de los Bienes Culturales en caso de conflicto armado», argumentó.

Guterres, en la Secretaría General desde enero de 2017, se mostró preocupado por la amenaza que esta guerra supone cada vez más para la cultura y el patrimonio ucranianos. Desde la invasión, la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) ha verificado daños en 270 sitios culturales de Ucrania, entre ellos 116 religiosos.

Aun así, ¿está Guterres -y la comunidad internacional- librando una batalla perdida contra el presidente ruso Vladimir Putin? ¿Hay otras alternativas a la vista?

James Paul, ex director ejecutivo del Foro de Política Global (GPF, en inglés), con sede en Nueva York, dijo a IPS que el secretario general debería ser capaz de ayudar en las negociaciones para terminar la guerra, o incluso de liderarlas.

«Por tanto, no puede ser demasiado parcial. Pero el secretario general siempre es parcial con Estados Unidos y cualquier crítica es tratada con mucha severidad, como cuando Kofi Annan (1997-2006) dijo que Estados Unidos había violado el derecho internacional en Iraq», dijo Paul, autor del libro de 2017 titulado «De zorros y gallinas: Oligarquía y poder global en el Consejo de Seguridad de la ONU».

«Le quitaron todo su personal y le humillaron en The New York Times», rememoró. «Creo que el secretario general debe intentar mantenerse en un puesto que le permita actuar como intermediario», subrayó.

Paul recordó que Annan no criticó los daños causados por las fuerzas estadounidenses al patrimonio de Iraq. «Los P5 no son iguales», planteó el especialista sobre la ONU y política mundial, en referencia a los cinco miembros permanentes y con derecho a veto del Consejo de Seguridad: China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia.

Martin S. Edwards, profesor de la Escuela de Diplomacia y Relaciones Internacionales de la Universidad de Seton Hall, en Nueva Jersey, dijo a IPS que el secretario general está actuando correctamente, al trabajar para deslegitimar a Rusia, «y con razón». Para el académico, no se puede hacer mucho más para convertir a Rusia en un Estado paria.

«La voz del secretario general en los últimos días, no solo al criticar este ataque con misiles, sino también el fin del acuerdo sobre los graos, ha sido firme y necesaria», afirmó.

La realidad, consideró, es que «lamentablemente, el principal problema es que esto debe resolverse en el campo de batalla».

«Cuanto más se dé cuenta Putin de que no va a conseguir ninguno de sus objetivos, y cuanto más se dé cuenta de que su régimen está en peligro, más dispuesto estará a escuchar propuestas de paz. Esta guerra sigue siendo una gran tragedia para todos los implicados», reflexionó Edwards.

Andreas Bummel, director ejecutivo de Democracia Sin Fronteras, dijo a IPS que forma parte de las obligaciones del secretario general de la ONU proteger las normas y los valores de la Carta de las Naciones Unidas.

Para el experto y activista, la invasión rusa contra Ucrania tiene como objetivo es anexionarse territorio y borrar la existencia de Ucrania como Estado independiente, lo que, remarcó, es la violación más flagrante de las normas fundamentales de la Carta de la ONU y del derecho internacional.

«El secretario general no tiene más remedio que condenar a Rusia por sus acciones criminales, aunque ello signifique que Rusia no le acepte como mediador. Como ha dicho la Asamblea General de la ONU, no hay solución a esta guerra salvo que Rusia retire sus tropas y cese todos los ataques», afirmó Bummel.

El trato diferente de Yemen

En tanto hay firmeza contra Rusia por su agresión a Ucrania, la guerra civil de nueve años en Yemen tiene otro tratamiento en las altas esferas de las Naciones Unidas, aunque han descrito las muertes y destrucción provocadas allí como «el peor desastre humanitario del mundo».

Las muertes, en su mayoría civiles, se han estimado en más de cien mil, con acusaciones de crímenes de guerra contra una coalición liderada por Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos que luchan contra Yemen, descrito como uno de los países más pobres del mundo en la lista de la ONU de los países menos adelantados.

Y, algo importante, las armas utilizadas en estas matanzas procedían de Estados Unidos, que sigue siendo el principal proveedor de armas de ambos países.

Pero ni la ONU ni Guterres y su predecesor, Ban Ki-moon (2007-2016), han insinuado o acusado a Estados Unidos de ser implícitamente responsable de las matanzas de civiles en Yemen.

The New York Times publicó en 2017 que a algunos legisladores estadounidenses les preocupa que las armas estadounidenses se estuvieran utilizando para cometer crímenes de guerra en Yemen.

Citó en particular los bombardeos, intencionados o no, de funerales y bodas, o de fábricas y otras infraestructuras civiles, lo que provocó la condena de las Naciones Unidas y de grupos de derechos humanos que también acusan a los rebeldes hutíes de violar las leyes humanitarias de la guerra y la paz.

… Y en la guerra de Iraq

Volviendo a 2003, Annan desafió a Estados Unidos y, sorprendentemente, «vivió para contarlo», pero pagó un precio injustamente alto tras ser acosado por la administración estadounidense.

Cuando Estados Unidos invadió Iraq en marzo de 2003, Annan calificó la invasión de «ilegal» porque no contaba con la bendición de los quince miembros del Consejo de Seguridad, el único órgano de la ONU con potestad para declarar en forma legal la guerra y la paz.

Pero la administración del presidente George W. Bush (2001-2009) se ensañó con Annan por cuestionar su decisión de declarar unilateralmente la guerra a Iraq, lo que representó un ataque de un Estado miembro contra otro sin motivo legalmente justificable.

Las armas de destrucción masiva, supuestamente en el arsenal militar iraquí, que fue una de las principales razones de la invasión, nunca se encontraron.

Posteriormente, Annan fue duramente criticado por los errores cometidos en la aplicación del programa Petróleo por Alimentos, cuyo objetivo era aliviar el sufrimiento de millones de iraquíes agobiados por las sanciones de la ONU.

Mientras tanto, en el libro que publicó en 1999 bajo el título «Unvanquished: A US-UN Saga (Invicto: la saga de Estados Unidos y la ONU)», Boutros-Ghali ofreció una visión desde dentro de cómo las Naciones Unidas y algunos de sus altos jefes eran manipulados por el miembro más poderoso de la Organización: Estados Unidos.

Aunque Washington le acusó de ser «demasiado independiente» de Estados Unidos, al final el diplomático egipcio hizo todo lo que estuvo en su mano para complacer a los estadounidenses. Pero aun así, Estados Unidos fue el único país que dijo «no» a un segundo mandato de cinco años de Boutros-Ghali, una ruptura de la tradición de dos periodos para ese cargo.

En su libro, Boutros-Ghali recuerda una reunión en la que le dice al entonces estadounidense secretario de Estado, Warren Christopher, que muchos estadounidenses habían sido nombrados para puestos en el organismo mundial «a petición de Washington, a pesar de las objeciones de otros Estados miembros de la ONU».

«Lo había hecho, le dije, porque quería el apoyo estadounidense para tener éxito en mi trabajo (como secretario general»), cuenta Boutros-Ghali. Pero Christopher se negó a responder.

Boutros-Ghali mostró que sabía la realidad en sus manos al ser elegido como secretario general en 1992, cuando señaló que cincuenta por ciento del personal asignado a la administración y gestión de la ONU eran estadounidenses, aunque Washington solo pagaba el veinticinco por ciento del presupuesto ordinario de la ONU.

Cuando el presidente Bill Clinton tomó posesión en Washington en enero de 1993, Boutros-Ghali recibió la señal de que dos de los funcionarios de más alto rango de la ONU nombrados por recomendación de Bush iban a ser despedidos a pesar de que en teoría eran «funcionarios internacionales» responsables únicamente ante el organismo mundial.

Se trataba de los secretarios generales adjuntos Richard Thornburgh y Joseph Verner Reed. Y, de hecho, ambos fueron sustituidos por otros dos estadounidenses que contaban con la bendición de la administración Clinton.

Justo antes de su elección en noviembre de 1991, Boutros-Ghali recuerda que alguien le dijo que John Bolton, subsecretario de Estado de Estados Unidos para Organizaciones Internacionales, estaba »en desacuerdo» con el anterior secretario general, Javier Pérez de Cuéllar (1982-1991), porque «no había estado suficientemente atento a los intereses estadounidenses».

«Aseguré a Bolton mi seria consideración por la política estadounidense», dijo Boutros-Ghali, bajo el argumento de que «sin el apoyo estadounidense, las Naciones Unidas estarían paralizadas». Pero su realpolitik no le funcionó con Washington al final de su único mandato.

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