Neurocientíficos se cuestionan la madurez cerebral que necesariamente no coincide con el carné de identidad y por tanto con la responsabilidad penal de muchos mayores de edad. Se puede ser mayor para conducir, comprar alcohol o vivir solo, pero quizás el cerebro puede que no haya madurado aún.
Esto lo justifica Juan Lerma, exdirector del Instituto de Neurociencias de Alicante y confirma que la maduración cerebral es un proceso continuo. Nacemos con todas las regiones cerebrales y sabemos las que vamos a necesitar a lo largo de nuestra vida. Cuando pasa el tiempo vamos modificando las conexiones que unen a las células nerviosas y la información llega a ser más eficiente; proceso que se prolonga hasta la vejez.
¿Esto qué significa? Probablemente el cerebro de un adolescente sea distinto del de un adulto en cambios sutiles y aunque no existen diferencias anatómicas entre el cerebro de ambos se podrían aproximar del todo cuando el joven hubiera cumplido 21 años. La corteza cerebral madura en torno a esa edad y por ello podríamos apreciar los conceptos de madurez total que en nuestro país se valoran a los 18 años, según la Ley Orgánica 5/2000 de 12 de enero. Esta ley regula la responsabilidad penal de los menores y reeduca a estos pero nunca habla de madurez mental. Al cumplir la mayoría de edad, esta coincide con la edad penal pero algún estudioso afirma que existirían casos atenuantes si se valorara realmente la madurez cerebral versus la biológica.
Los neurocientíficos coinciden en que lo ideal sería aprender idiomas en la niñez para que el desarrollo cerebral aumente y se pueda aprender todo como una esponja. Es imposible obtener el mismo nivel en este caso, si se es adulto, añade Susana Martínez Conde, neurocientífica. De igual forma, confirma que el desarrollo cerebral de cada persona es único y por tanto, algunos niños de 8 años tienen índices de maduración cerebral superiores a una persona de 25, según un estudio de la revista Science.
Las conexiones cerebrales en algunas personas fueron comprobadas y en muchas ocasiones algunos individuos mantenían su adolescencia hasta los 22 años largos; cuando ya la conectividad cerebral tendía a estabilizarse. El crecimiento de las diferentes regiones cerebrales se estabiliza en torno a los treinta años y la maduración de facto, es un proceso gradual y no se puede marcar una fecha ni un dato exacto. Se puede ser joven y tener las funciones ejecutivas; todas aquellas que dirigen la conducta, la actividad cognitiva y emocional, mucho más desarrolladas que un adulto, pero se carece de experiencia y sabiduría. En cambio, otros chicos de 22 años aún necesitan el control paterno a la hora de decidir cuestiones importantes porque no saben, dudan y sobre todo, se sienten invalidados por la sociedad que los trata de inexpertos porque no actúan con coherencia.
La cuestión es que el cerebro se sigue modificando a lo largo de los años y se ha demostrado en repetidas ocasiones cómo el hipocampo y otras regiones crean nuevas neuronas que nos permiten evolucionar. No utilizarlas o no seguir aprendiendo tendría los efectos devastadores para el cerebro.
El cerebro cambia a la hora de procesar la información por las conexiones cerebrales, afirma el profesor Javier de Felipe. Las cortezas frontales y temporales adelgazan a un ritmo más lento que las partes posteriores del cerebro mientras la mielina, la sustancia blanca que recubre los axones (prolongaciones de las neuronas) se forma hasta en la edad adulta. Las diferencias entre hombres y mujeres son muy pequeñas pero es cierto que ciertas hormonas sexuales hacen que la maduración cerebral de las hembras sea ligeramente más rápida que la de los varones.
Lo definitivo para el desarrollo cerebral es el entorno y aunque la genética sea detereminante, el proceso de maduración, se ve alterado por la educación, el ambiente familiar, el entorno escolar, así como la música, las matemáticas que desarrollan áreas cerebrales concretas que posteriormente facilitan el pensamiento cognitivo y la madurez de la persona.