Quizá decir Ángel Nieto no sea solo hablar de motociclismo. Estoy leyendo y escuchando los testimonios de las personas que compartieron la vida con él y se me parte el alma cuando veo que su centenaria madre, esa que se remangó para fregar o vender huevos, ha visto cómo hacía su peor carrera.
La vida quizá sigue siendo esa gran contradicción; esa que no escuchamos porque nos creemos inmortales, porque jamás pensamos que vamos a correr deprisa y, en ese empeño, alcanzaremos la mejor respuesta a nuestras insatisfacciones. Él tuvo todo tipo de premios y un palmarés que no se ha equiparado al de ninguno; pero su propio país nunca le reconoció con un premio Princesa de Asturias, o Príncipe, porque es lo que tocaba en aquel tiempo, todo lo que hizo por los demás.
Sus valores, su forma de entender la vida, su humildad y la sencillez con la que era testigo de una galaxia difícil de alcanzar nunca le cambió. Quizás su madre tuviera la culpa y hoy, querida señora, no debe usted llorar sino de alegría. No hay palabras de consuelo para usted, Doña Teresa Roldán pero quiero que recuerde que hizo una labor perfecta y él le transmitió todos los valores que usted le enseñó a todas las personas con las que trató en su vida. Habló en nombre de sus enseñanzas y también del motociclismo y, gracias a sus comentarios acertados en la radio, los españoles comenzaron a seguirlo y a entender que también eso era un deporte, aparte del fútbol.
A veces venía yo de algún país de haber ganado el campeonato del mundo y en una de las últimas páginas aparecía un breve en donde comentaban que era el número uno.
Eso pasó, sí, con tu deporte y con otros muchos, y gracias a tu forma de ser, pudimos entender que esto de la motos era otra cosa aparte de correr. Un legado que se transforma y que ha hecho que otros pilotos sigan tu ejemplo. Pons, Crivillé, Márquez, Lorenzo, Aspar, Herreros… tu propio hijo Gelete; todos los que hoy como hijos de tus enseñanzas lloran al maestro. Doce más uno, ciertamente son trece, decías, pero debes recordar que tú no has tenido mala suerte. Seguiremos diciéndolo porque también fue una de tus frases, y cuando nos subamos a un quad, queramos o no, recordaremos que ahí, a 50 km por hora, también se pierde la vida en un segundo. Porque la frágil vida es ese camino en donde el recorrido se traza con una cuerda que, al tirar más de la cuenta, se rompe y no nos permite volver. Y tú hoy no estás. Tenías planes, querías ser centenario y ver a tu nieta crecer. Lo harás desde un poco más arriba; has corrido mucho esta vez y no podemos seguirte. Solo debes estar atento a todo lo que dicen de ti. En este puñetero país que es el tuyo y el mío, los homenajes siempre son póstumos. Somos así de originales. Nadie le dice al prójimo lo valiente que fue en aquella época y lo bueno que dejó con su histórico palmarés. Pero hijo, ¡esto es así, España, camisa blanca de mi esperanza!
Hoy no estás y es 4 de agosto. Tú te despediste de las motos un cuatro de agosto y hoy te despides de la vida porque un ángel te ha llevado. Todo es por algo, dicen; y todo lo será para que tus hijos, que hoy se atragantan al hablar cuando les preguntan qué significaste para ellos, te sigan llamando padre, amigo y deportista, y todos estén aún más orgullosos de ti. ¡Y tú madre, ni que decir tiene! Arranca la moto y ven a vernos de vez en cuando, no lo olvides…
Ha pasado un ángel por Ibiza.