Madrid se ha paralizado en una mañana que parecía otoñal. Viento, algún nubarrón y todo los que estaban o decían estar en aquellos años, estaban, o al menos, eso parecía. Al llegar a la Carrera de San Jerónimo, entre la turistas y algún español, ha parado el coche que transportaba al rey Felipe VI y su esposa, la reina Letizia ante las miradas de propios y extraños que no veían a Juanito por ninguna parte. Mira que se reservó el día y que se excusó de su viaje a Sanxenxo pero nada; nadie ha considerado que debiera estar en semejante celebración, ni siquiera la Casa Real. Según dicen las malas lenguas lo ha visto en la tele, y sus comentarios no eran el del rey emérito sino el de uno que está cabreado, además, para más inri.
40 años de democracia y un punto y aparte en un discurso que no ha dejado indiferente a los grupos políticos de todas las épocas. Una ovación a modo de plaza de toros y vuelta al ruedo porque eso sí, el rey, siempre es el blanco de todas las miradas. Cotilleos, que si tú no me miras que si yo no tengo escaño como Sánchez. Que si me pongo un clavel, que si te miro y me río. Vamos, nada que supongo no se esperara el monarca que no es querido por algo más de un tercio de la cámara.
“Ningún camino que se emprenda en la democracia puede ni debe conducir a la ruptura de la convivencia o la división de los españoles”.
Si mirásemos atrás seguiríamos con el mismo escenario del frente popular y en este caso una real advertencia del no a las consultas y convocatorias ilegales de los partidos secesionistas, no a una república catalana. La reinvidicación de la Carta Magna aprobada en toda España en 1978 en la que exhortaba a los españoles a caminar juntos hacia la afirmación de una unidad nacional que asumiría la división territorial y reconocía el autogobierno de sus nacionalidades y regiones.
“Fuera de la ley solo hay arbitrariedad, imposición, inseguridad y en último extremo la negación misma de la libertad”.
40 años de democracia frente a los 40 años de dictadura. Sí, ha hablado de ella y se ha referido en esos términos el monarca al régimen de Francisco Franco. Su padre, el que ni está ni se le espera desde hace tres años, ha sido nombrado como artífice de aquel follón, junto a los que tuvieron que dar la responsabilidad histórica y la respuesta política a los errores del pasado. Superar las diferencias entre los españoles convencidos de que la guerra civil y la dictadura, como se afirmó entonces, en esas cámaras, decía el monarca; una inmensa tragedia sobre la que no cabía fundar el porvenir de España, ha concluido.
«Que nadie en España debe volver a ser enemigo de nadie. La exclusión, la imposición, la intolerancia y la discordia deben ser sustituidas por la renuncia al dogmatismo y la defensa de las propias convicciones con pleno respeto al adversario y hacia las opiniones ajenas o diferentes».
El Congreso de los Diputados ha sido engalanado con el baldaquino; un enorme dosel bordado que se utiliza en la cámara solo en sesiones de gala y data de 1902. Han pasado 40 años y seguimos esperando que exista alguna vez algún atisbo de unión entre los españoles. Algo más de una guerra coexiste hoy entre Sus Señorías y alguna palabra más alta que otra han escuchado esos escaños en donde populares, socialistas, comunistas y de otras ideologías, convierten en un sarao sus sesiones a diario. España avanza lentamente en materia social, sigue la corrupción descrita en ese mismo lugar y una tolerancia y pasividad por parte de la ciudadanía nada aceptable llegado el caso; dado que en aquel tiempo todo era fuerza, todo revolución, porque se quería salir de ahí; de ese lugar en donde nada era posible y todo era cuestionado. 40 años de democracia que todavía parece joven cuando hablamos de España.
Que si Felipe González le ha hecho la cobra a Pablo Iglesias, que si Aznar no ha mirado a Pedro Sánchez y luego los cotilleos propios que se hacen en torno a la reina; que si iba de rojo, que si el pelo estaba recogido, que si miraba a la derecha, y luego a la izquierda. Paciencia piojo, que la noche es larga…Así sigue España 40 años después; mal que nos pese, así anda.
¡Habla pueblo, habla, tuyo es el mañana, habla y no permitas que roben tu palabra, habla, no dejes que nadie, apague tu voz!; decía aquella canción de la transición.