Hacia la oscuridad

Cuaderno de bitácora, vigésimo quinto día del quinto mes de 2025

Estamos atravesando una zona de poco interés espacial, estamos lejos de cualquier planeta, sus lunas, incluso de cometas y demás objetos astronómicos. Sabemos dónde estamos y hacia dónde vamos, incluso que, en la aparente nada, estamos inmersos en la materia oscura sobre la que tanto desconocemos y tanto nos abruma su presencia.

Cuando hacemos estas exploraciones rutinarias y poco interesantes, aparentemente, toda la tripulación parece entrar en estado de relajamiento, pereza o incluso cierta desidia. Deambulamos lentamente por las instalaciones cuando estamos libres de nuestras obligaciones profesionales, con la sensación de la búsqueda del tiempo perdido, ese tiempo que dejamos atrás allá en la Tierra, o atrás en nuestras vidas, aunque las dos vayan de la mano.

La sensación de vuelta a la oscuridad la tengo no solo por la nostalgia de los tiempos que no volverán jamás, o por el espacio que estemos atravesando, miles de unidades astronómicas por la aparente nada, por esa materia invisible. No, no sólo son esos los motivos, es otra cosa.

La clave, la respuesta, a esas sensaciones me viene cuando llego a la cantina, a una de las tantas que hay por todos los pasillos y miradores de la nave. Llego solo y me quedo por la barra. Empiezo a escuchar, sin el mayor interés, las conversaciones de los distintos grupos de seres que allí se encuentran bebiendo sus brebajes preferidos.

Crispacion-en-la-nave-©EMUL-IA-900x600 Hacia la oscuridad

Ya digo, no presto atención hasta que me doy cuenta del tono de las conversaciones. Es alto, pero sobre todo despierte mi interés la tensión que se respira en cada charla, la crispación contendía en las personas que hablan entre sí, que parecen estar a punto de discutir. Como se pueden imaginar entre la tripulación hay creencias religiosas, sociales o políticas de todas clases. Hasta hace poco tiempo no era demasiado habitual estas conversaciones en público, la gente era más reservada a la hora de mostrar su ideología y más en un proyecto de estas características, multidisciplinar, multinacional y abierto a todo tipo de seres pensantes y sintientes.

Pero los tiempos están cambiando y ahora parece que hay barra libre para expresar lo que cada cual quiera sin pensar en que, quizás, tu interlocutor piensa de otra manera, siente de otra manera, o tiene otras creencias. Parece que se está imponiendo en las formas y en el fondo dejar claro lo que piensa cada cual y que además tiene toda la razón. El respeto hacia la opinión del otro, o la otra, hacia quien sea, se está perdiendo porque la que importa, la que es verdadera es la suya, la que el interlocutor expresa.

No hay termino medio, no hay posibilidad de llegar a acuerdos, a conclusiones similares, a acercar posturas, a negociar, no, ya no se busca eso, se busca dejar claro que si no se piensa como uno piensa se está hablando con enemigos. La crispación que se ve en los parlamentos de nuestros países, se está trasladando a las barras de los bares, a las colas de las pescaderías o fruterías, a los parque mientras jugamos a la petanca o al frontón.

El discurso, las formas, de la extrema derecha están ganando en la plaza pública y quienes estamos en esa plaza buscando la conversación, el diálogo, el acuerdo, estamos siendo acosados hacia rincones de resistencia desde donde intentar comprender hacia dónde vamos y cómo podemos recuperar cierto grado de amabilidad y respeto entre nuestras diferencias, cómo podemos encontrar la convivencia que evite, de nuevo el enfrentamiento. Pero los resultados de las últimas elecciones que se van celebrando a lo largo de nuestro planeta no invitan al optimismo, más bien al contrario.

Los ejemplos de guerras, masacres, genocidios, están ahí, a la vista de todo el mundo, sin que parezca que se pueda o se vaya a hacer nada. Se está imponiendo la ley del más fuerte y todo el camino recorrido en democracia parece que no ha servido para que se instale como el modelo de convivencia más razonable y menos dañino para la mayoría de la población. Los totalitarismos están de nuevo llegando las puertas de los gobiernos, eso sí, aprovechando los cauces democráticos para acabar precisamente con esas democracias.

Ni aunque pudiésemos viajar a la velocidad de la luz podríamos escapar de la oscuridad y del desastre hacia el que nos llevan estos nuevos líderes totalitarios.

Luis González Carrillo
Cordobés de nacimiento y comunero al vivir en estas tierras de Madrid desde su infancia. Funcionario de la administración local, redactor de miles de informes y comunicaciones que le han permitido ganar la concreción y claridad necesaria, eliminando todo lo accesorio, para componer poemas con la métrica japonesa del haiku, tres versos de cinco, siete y cinco sílabas, habiendo editado dos libros con estas composiciones, Haikuario y En la frontera; esa misma experiencia, y sus lecturas, le han permitido comentar más de cien libros de novela y ensayo publicados en diversos medios locales. Desde hace dos años, además de seguir con el haiku, viene publicando de manera regular artículos bajo la denominación de Cuaderno de bitácora, en un claro homenaje a la serie Star Trek, consiguiendo un observatorio ideal para expresar sus opiniones sobre el presente, el pasado y el futuro de todo lo que acontece en el mundo natural, político, social o personal.

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