Una metáfora sobre la infancia robada en sociedades donde la violencia es ley
En México, la familia de Heli, un joven obrero en la fábrica de automóviles de la ciudad, casado y padre de un bebé, se ve envuelta en un engranaje de violencia cuando la hermana menor, la adolescente Estela, se enamora de un joven aspirante a policía de 17 años, implicado en el desvío de unos paquetes de droga.
La película mexicana Heli, que se estrena en España el 22 de noviembre de 2013, es una historia desolada, cruel y radical sobre el destino de una familia modesta que por azar cae en las redes del narcotráfico, una «»forma de reflexionar sobre lo que no funciona en el país”, dijo su realizador, Amat Escalante (34 años, nacido en Barcelona, autor anteriormente de Sangre, presentada en Cannes en 2005 en la sección Un certain regard, y Los bastardos), cuando en el mes de mayo la película se presentó en la sección oficial del Festival de Cannes y ganó el premio a la Mejor Dirección.
“Arida como los paisajes que enseña», durísimas y con algunas escenas de torturas físicas muy difíciles de soportar (lo que lleva a interrogarse acerca de si es realmente necesario mostrar unos genitales masculinos ardiendo literalmente, como quizá haya llegado el momento de preguntarse también si para ser “moderno” el guión de una película debe incluir necesariamente alguna toma de los protagonistas sentados en el retrete), Heli retrata con maestría la tensión de unos personajes que, a partir de un incidente que no han buscado ni querido, se ven obligados a vivir “en un clima de miedo y brutalidad” ; que enseña “la violencia tal y como debe ser, es decir triste y sucia”, explicó el realizador para quien “la realidad de México es aún peor de lo que se cuenta en la película”. Peor que colgar un cuerpo destrozado de un puente, peor que plantar tres cabezas decapitadas en un cruce en la entrada de un pueblo… Hay un cierto aire “buñuelesco” en la estética de Escalante.
Narrada casi como un documental, esta bajada a los infiernos de la realidad mexicana de ahora mismo con imágenes ciertamente de ficción pero exactamente iguales que las que aparecen diariamente en los medios de comunicación, rodada con actores no profesionales por un realizador que se proclama autodidacta, enfrenta al espectador con la corrupción en grado sumo, la sombra de un estado impotente, los carteles mafiosos, los traficantes de poca monta y una juventud que asiste familiarizada a todo el horror, y parece vacunada contra él. “En esos cuartos –dice el director refiriéndose a la escena en que unos narcos torturan a los dos jóvenes, mientras los niños de la casa juegan con sus consolas- se quema toda una generación mexicana”.