Tejero le miró. En esa mirada encontró la emoción contenida de alguien que no solo te ve, sino que también te reconoce. Eso le sucedió a Hernández de León. Días antes le había hecho un reportaje en su domicilio; en pijama, sin más tricornio que el de la naturalidad de un militar que te cuenta batallas, pero esto era otra guerra.
Esto que lo vemos con cierta perspectiva sucedió hace 38 años. La mirada inmortalizada de la crueldad, la del teniente coronel Tejero, con las ínfulas necesarias al tener una pistola en la mano. Detrás del visor, justo enfrente del militar estaba Manolín, como es conocido en la profesión. Fotógrafo donde los haya y leyenda española del fotoperiodismo.
Su capacidad de ver y de obtener la foto estaba por encima de lo que acontecía. No dudo en disparar; no una, sino varias imágenes hasta que las dos miradas convergieron en un instante, ese que no detuvo a Hernández de León.
El carrete que contenía parte de la historia, lo ocultó cuando le pidió ir al servicio a uno de los guardias civiles. En su ropa interior estaban la parte de las imágenes que el mismísmo Luis María Anson, entonces presidente de EFE, reveló con él en aquel tanque que él mismo cargó en el cuarto oscuro.
¡Que paren toda la red de envíos decía, que entren todas las fotos, todas! A las once y veinte de la noche se enviaron las primeras imágenes.
Hernández de León entró con catorce años en la agencia EFE y su ojo ha visto y ha plasmado la otra historia; la de la Zarzuela, la del entonces Príncipe de Asturias, don Juan Carlos y la de Moncloa, en los primeros días de la incipiente democracia. Un periodista que ha sabido congelar lo que veía porque en un segundo puedes hacer que la información pase o que tenga lugar la descripción visual de lo que posteriormente es un hecho histórico. Y así fue.
Su humildad pasa por encima de todo lo que conoce porque nunca habla de lo que ha visto, de los que conoce, ni de lo que ve. Su mirada va más allá de esas cuestiones porque con una sutileza enorme siempre ha sabido estar en su lugar que no es otro que el de la profesionalidad y admirable capacidad de ver. Supo captar con discreción lo que en la historia de la información gráfica llamamos noticia y hoy, una vez más, en un día como hoy, es recordado como uno de los maestros del periodismo.
Su World Press Photo, entre otros cientos de premios, sus imágenes de la Familia Real, la vida de España en foto no ha hecho sino hacerle partícipe de la historia casi cuatro décadas después. Su amor por la profesión, su discreción y su enorme perseverancia le han hecho ser uno de los pilares del periodismo en donde podemos encontrar todo un legado de fotografía.
Palabras gastadas que hoy vemos con la perspectiva de una democracia consolidada, pero entonces, en esos años decisivos, la trágica realidad de la frágil España se veía demoronándose en segundos ante el visor del fotoperiodista que relataba cuanto acontecía.
Y en esa posibilidad, procuramos mirar, ver y disparar en el tiempo en el que todo sucede para ganarle la batalla a los hechos. Entre la confusión, el miedo y la esperanza se barajó la imagen, las imágenes que hoy miramos con la distancia necesaria y con profunda tristeza, quedaron plasmados también en el techo del hemiciclo, que fue sin duda, testigo de la historia para siempre.
¡Quieto todo el mundo! dijo Tejero,
¡se sienten coño!Basta mirar atrás a esa imagen para enmudecer.