La homosexualidad o la diversidad de género es una realidad en la naturaleza a la cual ningún ser humano en sus cabales o con un mínimo de inteligencia puede oponerse.
Inclusive, en los grupos indígenas hay una designación en su lenguaje étnico para designar a las personas que nacen con un cuerpo diferente a sus preferencias sexuales.
La capital de la Republica de México ha sido pionera en respetar la diversidad de género y en legislar sobre los matrimonios entre las personas del mismo sexo y con derecho a adoptar niños.
Ahora nos sorprende, con sus declaraciones de respeto a este conglomerado humano, nada menos que el máximo jerarca de la iglesia católica, Francisco, el primer papa latinoamericano.
Su declaración textual: “Quién soy yo para juzgar a los gays”, pronunciadas en el avión que lo trasladaba de Brasil al Vaticano, en segundos, dio la vuelta al mundo.
La Iglesia Católica, Apostólica y Romana, tradicionalmente conservadora, con esta actitud el papa Francisco, ha dado un paso gigantesco hacia la apertura y a la reconciliación con muchos grupos humanos, no solamente del conglomerado gay, si no de los defensores de los derechos humanos.
Es cierto que el papa Francisco se salió por la tangente a la pregunta de los reporteros sobre la condición de la mujer, tradicionalmente excluida de la iglesia y apenas con un subejercicio en los conventos.
Francisco explicó, que la mujer como la virgen María, son más importantes que los mismos hombres; un sofisma que a nadie convenció.
Sin embargo, declaración que nos ocupa, es de una trascendencia para el desarrollo de la igualdad entre los seres humanos.
Con esta afirmación, sin duda, el Papa mandó al cesto de la basura a todos los cardenales, arzobispos, obispos y demás jerarcas homofóbicos, muchos de México, que según su estrecha mentalidad, los gays por el sólo hecho de ser así, porque lo determinó la naturaleza, se irán a quemarse en el infierno que pregonan.
Bien por el Argentino Jorge Mario Bergoglio, el Papa. Francisco, quien con esta declaración humanitaria, ya se ganó un lugar en la historia de la humanidad.