En 1967 apareció en los quioscos italianos la primera aventura de un personaje de cómic que con el tiempo iba a convertirse en una figura de culto. La revista «Sgt Kirk» publicaba el primer capítulo de «La balada del mar salado», protagonizada por Corto Maltés, un marino aventurero, cosmopolita, valiente, seductor y escéptico.
Su autor era el guionista y dibujante Hugo Pratt, quien gracias al éxito internacional del personaje y a la gran acogida de sus sucesivas entregas se convirtió en uno de los autores más importantes del género. Pratt llegó a dirigir «Sgt Kirk» antes de hacerse cargo de la revista «Pif Gadget», donde continuó publicando las historietas de Corto Maltés entre 1970 y 1973. En 1986 el Grand Palais de París organizó una gran exposición con la obra de Hugo Pratt.
Los dibujos de Hugo Pratt, con Corto Maltés a la cabeza, siguen siendo hoy, a casi treinta años de la muerte de su autor en 1995, de los más apreciados en la historia del cómic. A Corto Maltés y a su autor se dedicaron importantes ensayos firmados por intelectuales reconocidos, de Roland Barthes y Oscar Masota a Umberto Eco, de quien es conocida la frase «Cuando quiero relajarme, leo un ensayo de Engels. Cuando quiero algo serio, leo a Corto Maltés».
Thierry Thomas, también dibujante pero conocido sobre todo como realizador de documentales, dedica a la obra y a la figura de Hugo Pratt un libro que acaba de publicar la editorial Siruela con el título de «La aventura soñada». Thomas, que ya había coordinado varias antologías dedicadas a Hugo Pratt y a Corto Maltés, recoge aquí su mirada sobre el autor y el personaje, a los que estudió a fondo, y cuenta el proceso de un documental de televisión de su autoría para la cadena cultural ARTE.
Hugo Pratt (su nombre auténtico es Ugo Prat, pero añadió una H al principio y otra T final para distanciarse de los orígenes fascistas de su abuelo y de su padre Rolando) repartió su vida entre Venecia, Londres y Buenos Aires, donde se casó por segunda vez y donde, según sus palabras, vivió el periodo más feliz de su existencia. Allí conoció a Héctor Oesterheld, autor de algunos de sus guiones durante más de diez años, asesinado con sus hijas por la junta militar de 1978. A Argentina dedicó «Tango», una de las aventuras más enigmáticas de Corto Maltés. Pratt viajó por todo el mundo y trasladó su cosmopolitismo a la personalidad de su personaje, a quien atribuye orígenes españoles, hijo de una gitana andaluza (Corto es ‘atajo’ en caló) y un marinero de Cornualles.
Thierry Thomas cuenta que Hugo Pratt, siendo un niño, fue testigo de cómo unos marineros rescataban a un buzo en un canal de Venecia. Su padre, que lo acompañaba, le ordenó dibujar lo que veía. Fue su primer dibujo y una imagen cuyos trazos va a repetir obsesivamente en su obra, junto con las influencias de «La Iliada» y «La Odisea», sus primeras lecturas. El autor de «La aventura soñada» analiza las ilustraciones y los contenidos de las obras de Hugo Pratt, a quien conoció cuando acudió a su estudio para mostrarle algunos de sus dibujos, y profundiza en las relaciones de sus creaciones con las pinturas de Matisse y el cine de Fellini. Se refiere también el autor a la pasión de Pratt por el jazz, el cine, la poesía (el arte supremo que le proporcionaba más satisfacciones estéticas, según Pratt) y su dedicación a la pintura a la acuarela durante sus últimos años, técnica con la que ilustró el álbum «Fort Wheeling», los poemas de Kipling e hizo uno de los más bellos retratos de Corto Maltés.
El libro de Thierry Thomas se completa con las semblanzas de los autores de comic que se citan a lo largo del libro: Windsor McCay, George Herriman, Milton Caniff y otros dibujantes a los que Pratt admiraba y que influyeron en su obra.