No basta con indignarse y repetir lo obvio, señala en este artículo Carlos Miguelez Monroy en relación a las vejaciones sobre gitanas rumanas en la Plaza Mayor de Madrid: como sociedad no podemos consentir las humillaciones a las personas más vulnerables que vemos sólo porque el fútbol las convirtió en noticia.
Carlos Miguélez Monroy1
Circulan por las noticias del mundo las burlas contra personas que piden limosna en las zonas donde los aficionados de distintos equipos de fútbol se ponían hasta arriba de cerveza y gritaban improperios. Las imágenes muestran a un tipo que quema un billete en la cara de una mujer que pide dinero, o a otros que lanzan monedas desde su silla en la Plaza Mayor de Madrid o a uno que, con gestos, insinúa que soltará la limosna si otra mujer es capaz de hacer de imitar sus contorsiones. La mujer se pone a hacer flexiones y “se gana unas monedas”. También hay imágenes de dos “aficionados” que orinaron encima de una señora en Roma.
https://youtu.be/9LwJ5647zw0
No tarda mucha gente en asociar fútbol y alcohol con estos comportamientos, como si todos los aficionados del deporte se comportaran como patanes cuando se toman dos, tres, cinco o veinte cervezas. Se llevan las manos a la cabeza como si estas humillaciones no ocurrieran con frecuencia desde hace años y en otros contextos, muchas veces en versiones de mayor violencia.
Algunos medios han informado del aumento de insultos a las personas sin hogar, muchas veces por parte de jóvenes que no alcanzan la mayoría de edad. La creación de un observatorio de delitos de odio contra las personas más vulnerables en España responde a agresiones físicas y a muertes de personas que, por su situación de exclusión social, están más expuestas a abusos y a arbitrariedades.
Poco tardan también periodistas de algunos grandes medios de comunicación en llamar a organizaciones de la sociedad civil que trabajan con personas sin hogar a las que con frecuencia se refieren como “mendigos” o “vagabundos”. Piden una entrevista con algún responsable para valorar hechos que, muchas veces, han ignorado a pesar de las notas de prensa y los actos de denuncia por delitos de odio contra las personas más vulnerables de nuestras sociedades que han llevado de sus bandejas de entrada a la papelera de reciclaje. Pretenden convertir en realidad ciertos hechos sólo cuando se producen en un contexto futbolístico o de famoseo.
¿Con qué objetivo vamos a hacer una entrevista? ¿Cuál sería el enfoque, más allá de repetir que se trata de hechos lamentables que deshumanizan a seres humanos, lo que salta a la vista de cualquier espectador con sensibilidad? Parece como si estas preguntas, normales desde la perspectiva de cualquier responsable de comunicación en el ejercicio de su función, sorprendieran a algunos periodistas.
Las organizaciones no pueden estar tan desesperadas por salir en la televisión como para prestarse a dedicar horas de conversaciones y de grabación para sólo salir seis segundos en las noticias con declaraciones que no ahondan en las causas, que no ofrecen contextos jurídicos, políticos o sociales, que no aportan propuestas. No basta con indignarse y repetir lo obvio: como sociedad no podemos consentir las humillaciones a las personas más vulnerables.
Se puede trabajar con los profesionales de los medios para que estas imágenes no se queden en anécdotas y para que se busque el contexto en que se producen esas humillaciones. No se pueden atribuir a la casualidad cuando coinciden con la proliferación de discursos de la derecha populista contra inmigrantes y refugiados, con el repunte de la extrema derecha en contextos de desempleo y de crisis económica y con discursos de odio que empiezan a calar en la sociedad.
Algunos canales de televisión han llamado a expertos jurídicos para consultarles sobre posibles acciones legales contra quienes humillan de esta forma a personas que no dejan de tener derechos por el hecho de estar en situación de calle, incluso si han llegado ahí por decisiones que han tomado. La tipificación de delitos de odio abre una puerta para tomar medidas legales contra actos que atenten contra la dignidad de las personas vulnerables.
Los medios tienen la oportunidad de comunicar a los ciudadanos sobre las consecuencias que puede tener dejar en manos de “representantes” políticos la decisión de discriminar a personas en función de su etnia, de su nacionalidad o de su capacidad económica, muchas veces vinculadas. También ofrecen una oportunidad para la reflexión y la autocrítica: fueron periodistas de la televisión quienes, hace unos años, humillaron a unas personas que pedían limosna.
- Carlos Miguelez Monroy es periodista y editor en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)