Mohammad es un joven de 23 de años, residente en la Franja de Gaza, que desde niño sueña con cantar en el teatro de la ópera de El Cairo, y que todo el mundo oiga su voz. De forma clandestina consigue burlar la vigilancia israelí, escapar de Gaza y llegar a las audiciones de Arab Idol, especie de operación triunfo que se celebra en la capital egipcia.
A medida que va avanzando hacia las rondas finales de la competición, que terminó ganando en 2013, deberá afrontar sus propios miedos y asumir el control de su destino que incluye, entre otras cosas, proporcionar algunos momentos de esperanza y felicidad a toda la región.
En resumen, este es el argumento de la película “Idol” (Arab Idol), dirigida por el realizador holandés-palestino Hany Abu-Assad (“Omar”, “Paradise Now”, ambas candidatas a sendos Oscar) y protagonizada por el joven actor israelí Tawfeek Barhom (“Mis hijos árabes bailan”, “Enas Allos Kosmos”) quien encarna al auténtico ganador del concurso, Mohammad Assaf.
Aunque basada en una historia real, antes de comenzar la proyección el autor advierte que la narración está adornada con escenas “ficticias”, lo que imposibilita saber cuánto hay de verdad y cuánto de fantasía.
Algo que sí es cierto: poco después de su victoria, Mohammad Assaf fue nombrado embajador de buena voluntad de Naciones Unidas (ACNUR), con una actividad dedicada especialmente a los refugiados palestinos.