Décimo noveno día del quinto mes de 2024. Estoy en mi camarote revisando viejos álbumes de fotografía, me detengo en cada hoja, en cada foto, voy saludando a las personas que me voy encontrando, casi todas son con las que he ido viviendo esta vida. Sale a menudo ella, la persona que me ha estado acompañando durante toda mi vida, y a la que le debo ser quien soy, la que me ha ayudado a sobrevivir, la que me ha enseñado a amar por encima de todo.
Me detengo en una fotografía en la que se ve una fachada, es una foto de tantas, procurando hacer una composición de líneas horizontales y verticales, de huecos de ventanas, puertas y vanos, busco algo de belleza en los edificios de mi ciudad. Pero en esta me llama la atención un cartel publicitario que han puesto justo debajo del nombre de una gestoría.
Una gestoría, ya saben, es una oficina llevada por profesionales de la gestión administrativa que a cambio de una cantidad de dinero te ayudan a cumplir con tus deberes administrativos y tributarios. Son necesarias porque el sistema administrativo en toda su amplitud, en muchas ocasiones es un laberinto al que la mayoría de las personas les resulta complicado transitar. Y estos profesionales, se supone que te ayudan a recorrer y a cumplir con esas obligaciones.
El cartel en cuestión decía en mayúsculas «HACEMOS JUSTICIA», bajo un encabezamiento en letra más pequeña «Declaración Renta 2023». El cartel va acompañado de un supermán con una espada en su mano derecha decapitando a un señor de traje y maletín cuya cabeza es el logo de la Agencia Tributaria, un funcionario, vamos.
El mensaje que se traslada es que el organismo público encargado de la gestión y recaudación de los tributos es poco menos que un saqueador de caminos, o un ladrón de guante blanco que nos roba para enriquecer a un estado que se queda con todo nuestro dinero. Se intenta, con ese cartel, dejar la idea de que la hacienda pública comete injusticias a sabiendas. Ese mensaje es demoledor porque nos hace dudar del pago de los impuestos.
Creo que nos estamos equivocando gravemente si cuestionamos la legalidad de las actuaciones de la hacienda pública. El fin de las agencias tributaria es recaudar los dineros que van a financiar los servicios públicos, a menos recaudación peores serán esos servicios, y no olvidemos de lo que estamos hablando.
Hablamos, como reivindican las mareas ciudadanas que se manifiestan en Madrid, de obtener los recursos económicos para mantener la sanidad pública, la educación pública (y concertada), del pago de las pensiones, de las prestaciones por desempleo, del pago de los cuerpos de seguridad del estado y de las fuerzas armadas, de las ayudas a la dependencia, de los servicios sociales, de los funcionarios públicos que prestan estos servicios, de las infraestructuras y su mantenimiento, de la protección del medio ambiente, de las ayudas a la agricultura, la ganadería y la pesca, de los servicios exteriores,… todo, todo se paga con los impuestos. Y de la cantidad de impuestos que paguemos dependerán los servicios públicos que obtengamos.
No podemos confundir la crítica al sistema tributario, que es necesaria, y la defensa de los derechos de los contribuyentes cuando estos son vulnerados con el desprestigio sistemático del sistema de recaudación porque nos va mucho en ello, nos va tener una sociedad más justa e igualitaria.
Creo que el desconocimiento que tenemos como sociedad de cómo funciona nuestro sistema tributario es uno de los errores más grandes que podemos cometer. Debería existir una asignatura desde primaria hasta el bachillerato en la que se enseñara cómo funciona un país económicamente y que sistema tributario tiene, debemos saber de dónde vienen los recursos económicos, qué necesidades tenemos y qué clase de sociedad queremos ser; y para sufragar dichos gastos debemos decidir cuánto debemos y queremos aportar. Debemos ser conocedores del sistema para poder ser críticos y poder fiscalizar el uso que se hace de los dineros públicos y exigir que se inviertan allá donde decidamos como sociedad.
No debemos caer en populismos que a la larga nos perjudicarán a toda la sociedad, no podemos permitir proclamas como la última del señor Milei, presidente de la República de Argentina, que se atreve a gritar que «la justicia social es aberrante», porque es precisamente la justicia social la que permite que millones de personas podamos vivir con cierta dignidad.
La Constitución Española de 1978 en su artículo 31 recoge: «Todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad que, en ningún caso, tendrá alcance confiscatorio».
Es responsabilidad de las autoridades pero también de las sociedad que este artículo se cumpla.
Para comprender mejor todo lo que estoy intentando explicar os recomiendo la lectura de «Los impuestos en la ciudad democrática» un ensayo de Ricardo Rodríguez, técnico de Hacienda, editado por el Viejo Topo, sobre el sistema tributario español, que de manera ágil y sencilla nos permitirá saber cómo funciona de verdad nuestro sistema tributario.