Inocentes

Son los últimos, o casi. Han perdido mucho, y procuran, como pueden, mantener su dignidad. No es fácil, cuando sobrevienen causas perdidas que uno no se ha ganado.

¿Qué piensa un parado, o alguien que hace cola para llevarse un poco de comida a la boca, o para ducharse en un albergue para excluidos, o el que busca una cama en un banco de un jardín?

La enfermedad es otro enemigo que puede convertirse en implacable cuando no hay medios suficientes, o cuando viene con excesiva virulencia. Aquí cabe el acompañamiento, cuando menos, ante la soledad.

La vida oscila entre tener y no tener. Hallar esa mesura anhelada es harto complejo, pero por ahí debe ir el esfuerzo, en el que no debemos fracasar, sobre todo por los que son menos afortunados.

Hay demasiado dolor, mucha pena, consideraciones nobles por las que laborar cada día. El camino es contribuir a la mejora individual y social, como comando normativo, que lo es, como necesidad global igualmente.

En este momento hay más de treinta conflictos armados en el mundo, y no deben pasar desapercibidos. Si estamos más unidos que nunca por las Nuevas Tecnologías, no podemos quedarnos atrás en algo tan neurálgico como el bienestar de todos.

Los que no albergan culpa ninguna, utilizando otra acepción de ese término, son los que padecen. Nuestro deber es ayudarles. Seguro, seguro, que podemos.

Con la llegada del Nuevo Año, cada día, podemos experimentar una gran transformación. El ser humano tiene una cara mucho más generosa, bondadosa y justa. Podemos expandirla hasta el último rincón. Acertemos, por favor.

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