Invisibilizar los campamentos de migrantes no los hará desaparecer

François Gemenne¹

La operación policial que el lunes 23 de noviembre (de 2020) desmanteló brutalmente un efímero campamento de exiliados instalado por algunas asociaciones en la Plaza de la República de París, sorprendió profundamente incluso en las filas del partido del Presidente de la República.

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Desalojo de personas migrantes en la Prefectura de la Seine-Saint-Denis 17NOV2020

El informe, encargado por el ministro del Interior a la Inspección general de la policía nacional (IGPN), la policía de los policías, no menciona el uso desproporcionado de la fuerza más que en el caso de la zancadilla de un comisario a un exiliado que intentaba escapar.

El director de la Oficina Francesa de la Inmigración e Integración (OFII), Didier Leschi, invitado el jueves 26 en la emisora France Inter, consideró que no esta bien «decir que esta no es una sociedad acojedora» porque «eso acaba por confundir a la población».

Sin embargo, la intervención policial era la continuación del desmantelamiento, una semana antes, de un campamento al pie del Estadio de Francia, en Saint-Denis, que albergaba unos dos mil exiliados, principalmente afganos.

Esa operación ya había recibido muchas críticas de diversas  asociaciones, a causa de la brutalidad y  también de la falta de soluciones de alojamiento para muchísimos migrantes, que por eso se encuentran en la calle.

Para sensibilizar sobre la cuestión, algunas asociaciones instalaron un campamento efímero en la Plaza de la República, con los exiliados que habían sido desalojados de Saint-Denis. Se trataba de hacer visible, a los ojos de todos, la situación en que se encuentran aquellos a quienes  se niega un acogimiento digno.

Imágenes de violencia indignas de Francia

La operación de desmantelamiento sorprendió en primer lugar por su violencia, reconocida por el propio ministro del Interior, en una rara desautorización de las fuerzas del orden. Mucha gente ha subrayado que las imágenes de violencia, repetidas en bucle en los medios de comunicación y en las redes sociales, son indignas de una democracia. Algunas voces salidas de las filas policiales avanzan la explicación de una formación inadecuada de la brigada que se mandó urgentemente al lugar de los hechos, que no estaba acostumbrada a ese tipo de operaciones.

Esta explicación, sea lo que sea, deja entrever el auténtico motivo de la operación: había que evitar que se instalara el campamento y se hiciera visible para los transeuntes y la prensa.

Y era necesario actuar con urgencia para que el símbolo del fracaso de las políticas europeas de asilo no siguiera relegado a los confines de la ciudad, sino que se expusiera en pleno centro.

Por lo tanto, el objetivo de la operación no era resolver el problema de los campamentos sino efectuar una operación de comunicación, que debía ir acompañada de una demostración de firmeza.

La operación no iba a resolver en absoluto el problema de los campamentos: simplemente iba a alejar a los migrantes del campo de visión de los transeuntes, y de los objetivos de las cámaras y los aparatos fotográficos.

Una lógica política

En esto se inscribe en una lógica profundamente anclada en nuestras políticas de inmigración y asilo. Una lógica que consiste en empujar a los migrantes a las fronteras de nuestros estados, ciudades y campos de visión, para que se vuelvan invisibles.

Es la misma lógica que gobierna el nuevo Pacto para el asilo y la migración propuesto en septiembre 2020 por la Comisión Europea: se trata de externalizar al máximo el procedimiento de asilo, de empujar detrás de la frontera a quienes podrían querer franquearla.

La externalización del asilo procede de la misma lógica que el desmantelamiento de los campamentos: se trata de alejar de la vista a los/las que quieren migrar en Europa, y que Europa se niega a acoger dignamente. Por falta de haberlo pensado y organizado, las migraciones se han convertido en una anomalía que hay que resolver, un problema que hay que regular. «El Estado, construcción sedentaria, desprecia por naturaleza al nómada», escribe justamente François De Smet.

Y, desde esta óptica, las políticas migratorias se han situado en una estrategia de resistencia a las migraciones, que mucho más que organizarlas intenta impedirlas, controlarlas y yugularlas.

Esa estrategia está condenada al fracaso porque las migraciones están ampliamente determinadas por factores exógenos, que no dependen de las políticas migratorias de los países de destino. También es profundamente deshumanizante para los migrantes: si la migración es un problema que hay que resolver, entonces los migrantes son la encarnación de ese problema. Y cuanto más visibles sean más se convencerá la opinión pública de que el problema no se ha resuelto, y que los políticos fracasan al controlar la inmigración.

Mantener cifras constantes

Esa es la razón por la que los gobiernos de izquierda, en materia de asilo e inmigración, no difieren sensiblemente de las políticas puestas en práctica por los gobiernos de derecha: se trata de mantener las cifras constantes, de expulsar el mismo número de personas, sobre todo para no ser tachados de laxismo.

Son las políticas de gestión, que ya no descansan en valores o principios sino simplemente en la preocupación de que no varíe la curva de entradas y salidas del territorio.

La existencia de campamentos de refugiados, incluso  en el corazón de Europa, simboliza un terrible fracaso colectivo a la hora de desarrollar soluciones de acogida y alojamiento a la altura del proyecto europeo.

En el imaginario colectivo, los campamentos de refugiados se reservan para los países en desarrollo, a menudo retratados como países incapaces de controlar sus fronteras. Los campamentos existen porque no se han encontrado soluciones. Y si esos campamentos se instalan en Europa será la señal de que tampoco en Europa encontramos soluciones.

Pero esos campamentos seguirán existiendo mientras en Europa no se encuentren soluciones para llevar a cabo auténticas políticas comunes de asilo e inmigración. Y nos enfrentan a la idea de que detrás de las cifras de entradas y salidas del territorio, de las solicitudes de asilo y expulsiones, hay hombres, mujeres y niños. Los campamentos rompen la lógica managerial de nuestras políticas de asilo e inmigración.

Sin ninguna duda, los campamentos son el símbolo más terrible del fracaso de nuestras políticas de asilo e inmigración. Recuerdan que «Francia tierra de asilo» es un slogan que carece de materialización. Y eso es el símbolo de lo que se quería ocultar a la vista la noche del lunes. Sin lo que, retomando las palabras de Didier Leschi, hubiera «acabado por confundir a la población».

  1. François Gemenne es investigador en  ciencia política de la Universidad de Lieja, especialista en clima y migraciones.. Para sus trabajos ha contado con financiación del  Fondo Nacional para la Investigación Científica (FNRS de la Federación de Valonia / Bruselas), del programa Horizonte 2020 de la Comunidad Europea y de la Política Científica Federal Belga (BELSPO). Este artículo se publicó originalmente en el digital The Conversation bajo Licencia Creative Common.
  2. Traducción de Mercedes Arancibia

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