Jamás cambié de opinión y siempre me mantuve en mis trece

Roberto Cataldi[1]

Dicen que lo que cuenta es la primera impresión, y así es como a veces caemos en el error. Hoy por hoy debemos aceptar que la otrora diosa razón tuvo y tiene sus limitaciones, y que en ocasiones ignoramos los hechos, las evidencias, porque no se adaptan a lo que realmente pensamos. Ese es el quid de la cuestión. 

Recuerdo que en mi infancia, en algunas fiestas o reuniones familiares, surgía inexorablemente el tema político, y eso generaba una acalorada discusión entre los que eran partidarios del peronismo y los que estaban en su contra. Los hombres discutían, mientras las mujeres se quejaban de que siempre la política terminase agriando los encuentros (quizá debí haber dicho desencuentros). En aquella época, los chicos guardábamos silencio o nos íbamos a otro cuarto a jugar. Yo prefería quedarme prestando atención y, a pesar de mi corta edad, aun recuerdo lo que sostenían unos y otros. Hoy puedo aseverar que todos estaban equivocados. Ya en esa época comencé a desconfiar de ciertas opiniones maniqueas y, con los años terminé adoptando un pensamiento crítico e independiente, motivo por el que jamás pertenecí a ninguna agrupación política o capilla ideológica, me responsabilizo de mis opiniones y me hago cargo de mis decisiones. Como dijo Aristóteles de su maestro, “Soy amigo de Platón, pero soy más amigo de la verdad”. Por supuesto que esta posición ante la vida no es gratuita, más mi consciencia no se queja.

Benedicto-XIII Jamás cambié de opinión y siempre me mantuve en mis trece
Benedicto XIII

Muchos se ufanan proclamando a los cuatro vientos de que jamás cambiaron de opinión, que siempre se mantuvieron en sus trece, como si se tratase de una virtud. Es evidente que cambiar de opinión no tiene buena prensa, se considera una deslealtad, una traición a los principios, sin embargo la vida es un incesante cambio y la realidad puede darnos argumentos para cambiar de opinión. La frase popular de “mantenerse en sus trece”, proviene de Benedicto XIII, un hueso duro de roer, que en medio del Cisma de Occidente y sitiado por tropas francesas, se negó a renunciar al papado, abandonando sucesivamente Aviñón, Nápoles, Barcelona, y finalmente llegó a Peñiscola. Superado el conflicto y habiéndose designado un nuevo Papa, él continuó  en esa ciudad manteniendo una suerte de corte papal. Hoy es uno de los más de 40 antipapas que reconoce la Iglesia.

No siempre la falta de información o el llamado déficit informativo suele ser la principal causa de los males que acontecen en el mundo actual, donde la verdad carece del peso específico que tenía. En efecto, hubo una época en que los políticos se cuidaban mucho de ser puestos en evidencia por decir una mentira, ya que esto los desacreditaba y, en algunos casos la mentira terminó con la carrera política, como sucedió con Richard Nixon quien fue el único presidente estadounidense que dimitió a su cargo. Hoy Donald Trump, también del mismo partido, no se inmuta, porque tiene en claro que la verdad no importa y que a sus seguidores debe decirles lo que quieren oír, aquello que les permite llegar a las conclusiones que quieren llegar, en última instancia se está defendiendo una cosmovisión. Los mensajes deben apuntar a lo emocional, no a la razón, y eso lo manejan arteramente los marketineros de la política. Sobre los datos se imponen las ideas preconcebidas, por eso la permanente manipulación. En efecto, el manejo interesado de los datos puede tanto apoyar a una postura optimista como a una tesitura pesimista. El político puede ocultar información relevante y hasta llega a mentir porque sabe que debe privilegiar la repercusión pública del mensaje, aunque éste asiente sobre datos falsos. Por eso lo que importa es el mensaje, y por supuesto el medio. Pero McLuhan sostenía que el medio es el mensaje ya que si el medio cambia el mensaje se distorsiona. Como ser Trump tiene como medio predilecto a Twitter y, prácticamente gobierna a golpes de tuits.

El intelectual no puede sustraerse a la verdad, aunque le resulte incómoda. Claro que puede equivocarse, pero es consciente que para mantener su credibilidad pública debe hacer un culto de la honestidad. Los llamados “intelectuales orgánicos” siempre han existido, y al perder su independencia para mi dejan de ser intelectuales. Una de las máculas imborrables de la segunda mitad del siglo pasado, en plena guerra fría, fue la negación de algunos intelectuales de lo que acontecía en las sociedades comunistas, y no es que no supieran lo que allí pasaba, pero ignoraron las quejas de las víctimas y siguieron con su discurso desde un estamento moral superior. En no pocas oportunidades se impuso la retórica ideológica.

Cuando reparé en el mundo árabe actual no pude dejar de prestarle atención al ginebrino Tariq Ramadán, quien además de ser un “emir”, es un “ulema”, o sea un doctor en la ley musulmana. Soy consciente de que la célebre frase de Baltasar Gracián de habla para que te conozca, no siempre nos permite conocer el alma del hablante. De todas maneras sus opiniones me parecieron interesantes en los días que corren. Ensaya una autocrítica, aunque no puedo aseverar si surge de una posición de honestidad o si se trata de una impostura. Ramadán es nieto del fundador de los Hermanos Musulmanes y tiene en claro que la falta de consciencia política de los árabes no es culpa de Israel, además que los intelectuales árabes carecen de un proyecto social y político. Cita a Mohammed Igbal quien en los años 60 decía que los países árabes habían sido colonizados porque eran colonizables. Él cree que la inmigración musulmana en Europa provocará con el tiempo la “necesaria renovación del Islam” y a su vez la “islamización de Europa”. Ramadán opina que la pena de muerte, la lapidación y los castigos corporales exigen una moratoria, y admite la separación de lo espiritual de lo terrenal. También sostiene que el  inmigrante debe hablar el idioma del país, así como conocer las tradiciones, la historia, las instituciones y las leyes de ese país. En lo que atañe al uso del velo, tan problemático en Francia luego de la caída del Muro de Berlín, dice que entre el velo y la falta de escolarización debe priorizarse la educación, tesitura que considero muy pragmática. Por otra parte, no le parece bien que haya escuelas destinadas a los inmigrantes, porque precisamente no son una ayuda para la supuesta integración. Estoy de acuerdo, claro que los problemas de integración que tiene Europa con los inmigrantes nunca se dieron en los Estados Unidos y tampoco en la Argentina, donde los hijos de inmigrantes rápidamente se convierten en estadounidenses o en argentinos.

Ramadán resulta irritante para el poder. Estados Unidos le revocó la visa para ir a enseñar en la Universidad de Notre-Dame, y Zapatero cuando presidía España se negó a recibirlo, además se enfrentó con intelectuales franceses –todos judíos- como Alain Finkielkraut, Bernard-Henry Lévy, André Glucksmann y el excanciller galo Bernard Kouchner. Hace unos meses estuvo en Buenos Aires discutiendo agriamente con el director de Charlie Hebdo, el semanario satírico francés que lo tiene en la mira. Y días atrás fue arrestado en París, pues, lo han acusado de practicar acoso y violencia sexual. Sus detractores lo acusan de practicar un doble discurso, moderado en público y fundamentalista cuando se dirige a los musulmanes. En fin, veremos cómo se desenvuelve esta historia.

Francia es un caso curioso, no sabe qué hacer con su pasado, sobre todo con su papel de antigua colonia y su tradición antisemita que pone en cuestión la defensa de los derechos universales. Pasado que alcanza a varios de sus intelectuales de derecha. En el 2011, con motivo del 50º aniversario de la muerte de Luis-Ferdinand Céline intentó homenajearlo y despertó una polémica. El mes pasado Gallimard planeaba publicar Bagatelles pour un massacre, y debió suspender la publicación. Hace unos días procuraron recordar a Charles Maurras, quien llegó a nuclear a lo más excelso de la intelectualidad católica francesa, incluyéndolo en el Libro de las Conmemoraciones Nacionales, pero la decisión de los expertos fue criticada por instituciones judías.  Si algo está claro es que el pasado, es, el pasado, y que la historia no puede reescribirse, en todo caso hay que asumirla, aunque ésta nos duela, irrite o avergüence. Los argentinos también deberíamos tener presente que no podemos seguir falsificando la historia, argumentando que para la “gobernabilidad” no conviene alterar el statu quo. En fin, me viene a la memoria la frase de Terencio, del siglo II antes de Cristo: “Ya no hay nada que decir que no se haya dicho”.

  1. Roberto Miguel Cataldi Amatriain es médico de profesión y ensayista cultivador de humanidades, para cuyo desarrollo creó junto a su familia la Fundación Internacional Cataldo Amatriain (FICA)


Si te interesan nuestros contenidos,
subscribe nuestro boletín de titulares





DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí
Captcha verification failed!
La puntuación de usuario de captcha falló. ¡por favor contáctenos!

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.