La carrera discográfica de Jimi Hendrix, el afroamericano al que todavía nadie ha conseguido apear del sitial de mejor guitarrista de rock, duró cinco años y cuatro álbumes. Su vida, veintisiete años (noviembre 1942-septiembre 1970), la cifra mágica.
También tenían veintisiete años cuando desaparecieron el guitarrista Robert Johnson (el Rey del blues del Delta), el fundador de los Rolling Stones Brian Jones, Janis Joplin, la mejor en el blues blanco, Jim Morrison (el «rey Lagarto»), cantante del grupo The Doors, Kurt Kobain, cantante, guitarrista y compositor de Nirvana, y Amy Winehouse. Todos forman parte del «club de los veintisiete», todos fueron «los cadáveres exquisitos» de su tiempo.
Los que he citado son, digamos, los más cercanos para una generación como la mía que ya va de salida. Por absurdo que parezca imaginarlo a Hendrix, lo mismo que a Morrison, Jones y Joplin, les faltaría poco para cumplir ochenta años; lo mismo que les falta a quienes entonces eran sus colegas, Mick Jagger y Keith Richards, las almas de los Rolling Stones que todavía siguen en activo.
Pero al «club de los veintisiete» pertenecen, de pleno derecho, muchos otros músicos empezando por el compositor brasileño Alexandre Levy, y siguiendo con el virtuoso del ragtime Louis Chavin, el pianista de blues y jazz Nat Jaffe, el saxofonista Bob Gordon, el cantante de boleros Cheíto González; Alan Wilson, fundador del grupo Canned Heat, Ronald «Pigpern» McKernan, uno de los fundadores de la banda psicodélica Grateful Dead, la cantante Cecilia y un bastante largo etcétera.
Este 18 de septiembre de 2020 se han cumplido cincuenta años de la muerte de Jimi Hendrix, el guitarrista zurdo que invertía el orden de las cuerdas porque tocaba en una guitarra para diestros, quien a comienzos de la década de 1960 comenzó a tocar en grupos de rhythm’n’blues y a acompañar a los artistas punteros de la época como Ike Turner, Little Richard, Wilson Pickett, Jackie Wilson, o Sam Cooke.
En 1965 formó su primer grupo con el nombre de Jimmy James et The Blue Flames, con el que recorrió los clubes neoyorquinos como el Café Wha?, donde le descubrió Chas Chandler, exbajista del grupo The Animals que se había convertido en productor y que, en septiembre de 1966, se lo llevó a Londres para que grabara su primer álbum.
En Londres Jimi formó el grupo The Experience, con Mit Mitvhell a la batería y Noel Redding al bajo, que debutó en octubre en el Olympia parisino, como telonero del cantante Johnny Hallyday. Poco después editó su primer single, «Hey Joe»; el segundo, otro clásico, «Purple Haze», y pocas semanas después el álbum «Are You Experienced», que durante semanas ocupó el segundo lugar en las listas británicas, detrás del «Sergent Pepper Lonely Hearts Club Band» de los Beatles.
En junio de 1967 la banda de Hendrix se presentó en Estados Unidos, en el Monterey Pop Festival, logrando un éxito atronador. Después un segundo álbum, «Axis: Bold as Love», y un tercero –«Lectric Ladyland»- cuya grabación se prolongó durante varios meses, publicado en 1968 cuando ya los miembros del grupo consumían grandes cantidades de droga. La carátula, con una fotografía de mujeres desnudas, fue censurada.
En agosto de 1969 Hendrix triunfó en Woodstock con, entre otras, una versión del himno de estados Unidos «The Star-Spangled Banner» que sigue siendo histórica.
En enero de 1970 Jimi Hendrix con Buddy Miles y Billy Cox, graban un concierto con el nombre de Band of Gypsys. De nuevo con Mitchell y Cox actúa en el Centro Comunitario de Berkeley, en el Festival de la Isla de Wight y en Fehrman, en Alemania.
Y el 18 de septiembre de ese año Jimi Hendrix, quien «cambió radicalmente la manera de concebir el lugar de la guitarra en un grupo de rock» (Belkacem Bahiouli, Rolling Stone), admirador de Bob Dylan y de los Beatles, aparece muerto en el apartamento de su novia.
La suya es una muerte estúpida provocada por un exceso de barbitúricos. «La guitarra forma parte de él», había escrito el músico Mark Knopfler, fundador con su hermano en 1977 del grupo Dire Straits, entonces periodista en el Yorkshire Evening Post.
Fue «un alquimista del sonido» con una Stratocaster, la guitarra eléctrica del sonido cristalino por excelencia… jamás una guitarra había sonado así antes de él”, (Jean-François Convert, France télévisions)