José Ignacio Valenzuela, Chascas, como lo llaman los amigos, nació en Santiago, Chile, es escritor de más de treinta obras y guionista de telenovelas nacionales y extranjeras.
Entre sus obras más famosas se encuentran: Amor a domicilio, La familia de al lado, Dama y obrero, Santa Diabla. Ha desarrollado diversos proyectos cinematográficos, teatrales y literarios, reconocidos en su país natal, en Estados Unidos, México y Puerto Rico. Muy joven comenzó a escribir como guionista en las cadenas televisivas Telemundo, Televisa y Televisión Azteca, obteniendo varios premios y distinciones.
Su carrera literaria, igualmente, ha tenido diversos galardones y se destaca por su novela El filo de tu piel (2009), La mujer infinita (2010), inspirada en la vida de la fotógrafa Tina Modotti; Trilogía del Malamor (Hacia el fin del mundo, La raíz del mal, y El árbol de la vida), además de su tarea como escritor de literatura infantil y juvenil con títulos como Cuatro ojos, El caso del crucero llamado Neptuno, El caso de la máscara de jade y El caso del Cerro Panteón, junto a mas de veinte libros infantiles, donde se destaca: Mi abuela, la loca (2016-Alfaguara). A su vez ha incursionado en el mundo teatral y en la docencia literaria.
Activo y con una personalidad arrolladora nos recibe en su casa del Sur de la Florida, junto a su computadora y a sus libros. Al comentarle lo mucho que me gustó La mujer infinita, comienza, con su expresiva manera, a relatarme los avatares de esa novela.
José Ignacio Valenzuela: La mujer infinita, dedicado a la fotógrafa Tina Modotti, ha sido el libro más difícil que he escrito, me llevo tres años de escritura tras cinco de investigación. Tengo una gran amiga actriz, Leonor Varela, quien vive en Hollywood, descubrimos que éramos fanáticos de Tina Modotti, y me pidió que escribiera algo para hacerlo en cine. Entonces, comencé a investigar, leí todo lo que había sobre Tina, vi sus fotografías originales en Nueva York, y cuando sentí que tenía bastante material, empecé a pensar cómo demonios escribir esa historia de Tina tan apasionante! Recuerdo que escribí unas cien páginas y las borré, porque estaba escribiendo una biografía, y no era lo que yo quería. No sabía cómo enfrentarme al personaje pero sentía que Tina estaría peleando conmigo por los derechos de los homosexuales, por las causas injustas, por los abusos, todo eso era lo que nos conectaba. La traje al presente, mostrando dos aspectos de Tina: el político, encarnado en el escritor y el de la maternidad, encarnado en el personaje de la actriz. Así, nace el libro, con estas tres historias paralelas: un escritor que escribe el guión de la película, una actriz que va protagonizar a Tina, y Tina Modotti con su vida. Al final se funden las historias.
Adriana Bianco: Es un libro elaborado, donde aparece el escritor y el guionista. También surge la estética de la pasión y la literatura como catarsis…
JIV: Yo creo que la literatura es lo que me permite entender la vida. Por lo tanto, solo escribo de lo que no me gusta, porque lo que me gusta ya está resuelto. Escribo sobre el conflicto, sobre esa piedra en el zapato que no logro resolver en la vida real. Para mi la literatura es como un vómito, un estornudo, porque cuando uno estornuda no tiene tiempo para reflexionar, viene el cosquilleo y la explosión, y después que uno explota, tiene que lidiar con las consecuencias de esa explosión. Yo exploto y cuando tengo esa explosión en la computadora, ahí empiezo a trabajar.
AB: Cuando te diste cuenta que querías o eras escritor?
JIV: Desde siempre lo supe. Mi mamá me regalo un tocadiscos, con discos de los cuentos de Walt Disney, pero recuerdo que cuando me lo regaló…me puse a llorar…
– ¿No te gustó el regalo? Me preguntó mamá.
– Y yo le contesté: Cuando yo sea grande voy a ser escritor. Yo quiero libros no discos.
Siempre supe que quería ser escritor. Lo cual fue terrible y una maravilla. No perdí tiempo en mi adolescencia buscando qué hacer con mi vida, puse todos los huevos en la misma canasta, si no me funcionaba la literatura, iba a ser muy difícil para mi, no sé hacer otra cosa.
AB: Hablemos del guionista de cine, el guión es la médula del cine, porque por mas que el cine sea imagen, si no hay una historia para contar, no hay cine. Como surgió en ti, el guionista de televisión…
JIV: Yo comencé escribiendo literatura. Pero desde muy chico, hacia con mis hermanos unas comedietas que montábamos juntos, eso se fue profesionalizando. Ya adolescente, vi en el periódico un taller para guionistas del famoso Sergio Vodanovic y me aceptaron.
AB: ¿Y cuándo empezaste a escribir guiones para la televisión?
JIV: Tenía diecinueve años, me había ido de la casa de mis padres y necesitaba plata. Estudiaba Estética y Bellas Artes y Literatura en la Universidad Católica y pensé ofrecerme como ayudante para escribir. Cerca de mi casa estaban los canales de televisión. Fui a uno y me cerraron la puerta. En el otro, en cambio, me dejaron pasar y terminé frente a la secretaria del Director General. La secretaria me dijo que estaban buscando ideas de telenovela. “Yo tengo una”, dije, y se la escribí en una hoja del cuaderno, y se la di.
AB: ¿Qué telenovela fue….?
JIV: Amor a domicilio. A los tres días me llamaron para una reunión en el Canal. “Tu eres el hijo del escritor?” me preguntaron. “No, yo soy el escritor” respondí. Regañaron a la secretaria y me echaron, pero uno de los directores dijo que le había gustado la idea, que era fresca y me preguntó si tenía el capítulo uno. Y yo le dije: Sí, lo tengo en mi casa. La orden fue traerlo al día siguiente. No dormí, lo escribí, me duché y me fui al canal. Mientras, los próceres leían mi capítulo, me comía las uñas. Se abrió la puerta y me dijeron: Nos gustó. Te la compramos.
Así, empecé en televisión. Fue un éxito y fue revolucionaria en el estilo porque a partir de ese momento se escribieron las telenovelas de otra manera.
AB: Con tu experiencia televisiva y fílmica ¿cómo definirías el guión para la televisión y para el cine?
JIV: Son distintos. El guión televisivo no puede ocultar que es heredero del radioteatro, por lo tanto es un guión más dialogado, pone el énfasis en la revelación de hechos verbalmente. El guión cinematográfico es lo opuesto, hay que resumir en una imagen lo que se podría decir en palabras. Diálogo se reemplaza por imagen: un gesto, un plano, una mirada. La potencia del cine es la imagen.
AB: Bueno, en todos los casos debe haber tensión dramática para cautivar al espectador. ¿Qué hay en tus planes inmediatos?
JIV: He presentado mis libros en la Feria de Libros de Miami: El filo de tu piel, la edición de Suma, cumple su décimo aniversario y en su momento fue muy controversial. Ahora, estoy terminando una serie para Plataformas, doce capítulos, un thriller policial a la manera de Agatha Christie. El próximo lunes empiezo un libro para adolescentes para Alfaguara y en febrero, comienzo una telenovela para Telemundo de Estados Unidos, algo así como Santa Diabla. La televisión me encanta. Yo hice una telenovela: La casa de al lado, que se vendió a 109 países.
AB: La tecnología cambia muy rápidamente y aquello que tenía valor de “durabilidad”, se pierde. ¿La “eternidad del escritor” se ira perdiendo?
JIV: Yo creo que es al revés, seremos más eternos que antes. Si yo pongo una foto en las redes sociales me va a sobrevivir a mi, quedará en la nube… por eso es maravilloso y terrible, porque cualquier error no se puede borrar… seremos “eternidad forzada”… (risas).
AB: ¿Cómo impactan las redes a un escritor?
JIV: En mi caso muchísimo. Yo no crecí con las redes y soy crítico en cuanto al mal uso de ellas, pero también soy aliado y las uso a mi favor: promuevo mis libros, discusiones literarias, videos de enseñanza y tengo una gran respuesta…
AB: ¿Qué le dirías a los que desean ser escritores?
JIV: Les diría que un escritor tiene que ser un lector voraz, tiene que ir al teatro, a la opera, al cine. Un escritor tiene que empaparse, naufragar en arte, un aprendiz de escritor tiene que estar rodeado de libros. Un escritor no puede ser complaciente. Un escritor no puede quedarse con la versión oficial de las cosas, tiene que ser crítico, tiene que incomodar con preguntas que otros no se atreven a hacer. Un escritor tiene que ser el incómodo de la fiesta y tiene que trabajar como un loco. Yo no creo en la inspiración, profesionalicé la inspiración: me levanto a las siete y aunque no tenga ganas me siento y escribo. Yo creo en el trabajo, en la disciplina, en el rigor y en el oficio. El escritor tiene que estar dispuesto a suspender la vida real para dar vida a una vida ficticia. Y esa vida ficticia te acompaña más que la vida real.
AB: Cómo se logra el equilibrio entre realidad y ficción?
JIV: Yo decidí que no iba a ser una persona equilibrada. El equilibrio me suena como artificial, como para que no se asusten de tu locura, yo me rodeo de gente que acepta mi intensidad y delirio. Yo no sé escribir sino es en la intensidad más absoluta.