Luis de Luis[1]
A las puertas de un edificio esperan dos personas. Dos hombres. Mediana edad. Jóvenes eternos. No se conocen. Se miran y remiran. Están nerviosos e inquietos. Es lógico y normal. Al fin y al cabo, están a las puertas del paraíso que, de un momento a otro, se van a abrir para ellos solos y no de cualquier manera, no; se van a abrir como en las grandes ocasiones, en La Maestranza o en Las Ventas, de par en par y por todo lo alto.
Y José Recuenco cuenta, en “El Club” la historia de estos dos hombres que se sienten como si estuvieran, parafraseando a Bob Dylan, llamando a las puertas del cielo y ese cielo es ese club de acceso exclusivo y complicado, en el que se reúnen quienes de verdad son alguien, quienes hacen y deshacen, quienes cuentan y descuentan, quienes dicen y deciden y al que han sido invitados a participar esos dos pobres diablos impecablemente encarnados por Ricardo Reguera y José Ramón Iglesias.
Y es que estos dos grandísimos intérpretes se vienen arriba dando buena cuenta de todos los matices, recovecos y miga que encierra el inteligente y certero texto de Recuenco. Sus personajes están vivos, brincan ágiles y vivaces mientras se van conociendo y elucubran y elaboran – como los hombres de mundo que se consideran ser – sus cuentos de la lechera sobre sus futuros respectivos, tan resplandecientes como luminosos.
Por turnos patéticos e ingenuos, pícaros y mezquincillos, desconcertados e ilusos, Ricardo Reguera y José Ramón Iglesias dan vida a los inocentes que habitan los castillos que se edifican en el aire, que cabalgan a lomos de Clavileños y que no conocen molino que no sea gigante, ni Aldonza que nos sea Dulcinea.
Es decir, nos encarnan a ti, a mí y a cualquiera de nosotros en este cruel y dulce espejo que Jose Recuenco ha llamado “El club” y al que conviene ir a verse reflejado. Además de útil y sano, es todo un placer.
Dramaturgia: José Recuenco
Reparto: Ricardo Reguera y José Ramón Iglesias
- Luis de Luis es crítico teatral