Hoy tenemos un candidato ganador de la primera vuelta. Hasta el momento en que escribo esta columna dos están en capilla ardiente, pendientes de conocer oficialmente quién pasará a la segunda vuelta. El caso de Manuel Baldizón es trágico, pasó de ser el favorito a constituirse en el gran perdedor en estas elecciones, observadas y felicitadas por la comunidad internacional, el Presidente y el Procurador de Derechos Humanos.
Baldizón recibió un revés inesperado, debe estar devastado, sobre todo porque invirtió millonarios recursos, tantos que rebasó el techo de campaña, actuó como el futuro presidente, se vanaglorió del apoyo que supuestamente tenía, advirtió a sus cuadros de que debían llevarle elevadas cuotas de votos y recorrió el país por lo menos diez veces, según su propia propaganda.
Le ganó Jimmy Morales, un administrador de empresas y comediante, que ni siquiera pautó en los medios, un novato en las lides políticas cuyo triunfo es considerado por algunos analistas como la respuesta a la necesidad de refrescar, por lo menos por un tiempo, este caduco y arcaico sistema, mandar un mensaje de rechazo a los partidos tradicionales y significa un voto de castigo a sus cercanos contendientes. Hace unos meses era impensable que Morales se alzara con el triunfo, la amenaza que representaba la llegada de Baldizón, según muchas voces, fue determinante para que se le diera el beneplácito de la duda.
El próximo Presidente gobernará un país distinto, con auditoría social y con la espada de Damocles, la Cicig, sobre la cabeza de quien intente actos de corrupción.
Morales ha asegurado que no hará alianzas con partidos corruptos, externó su apoyo a los organismos de justicia, la garantía de seis años más a la Cicig y su estrecho acercamiento con un sector económico que puede brindarle un fuerte soporte. Su carencia de experiencia política la describe asegurando que prefiere “estar crudo que refrito”.
La mayoría de los empadronados están entre 18 y 35 años, que fueron quienes iniciaron en abril las manifestaciones y estuvieron en la plaza semana tras semana, junto a familias enteras; es evidente que ese segmento ha sido uno cuyos votos captó mayoritariamente Morales, por supuesto sin desestimar a los demás electores que lo favorecieron.
Ese liderazgo joven tiene la oportunidad de enderezar el rumbo retorcido que ha tenido el país, de desplazar a las generaciones que no tuvimos la capacidad de lograr lo que ellos consiguieron, con esa actitud impregnada de cordura, civismo y creatividad. Esa multitud que se plantó frente al símbolo del poder debe incursionar en política, formarse en esa ciencia de lo posible y reivindicarla para impulsar transformaciones políticas, sociales y económicas.
El trabajo tesonero y abnegado de los periodistas en esta coyuntura es meritorio, ejerció una enorme influencia en la opinión pública y en los resultados de este fenómeno que hoy es Guatemala.