Soy Judibana, princesa del pueblo caquetío, hija de Yanara y del cacique Manaure. Nací en el territorio que en 1527 se llamaría Coro. A mi hermana Caubana la casaron con Juan Ampíes Ávila (muchos historiadores dicen que éste fue el primer matrimonio formal que se dio entre un español y una indígena). Manaure y mi familia hicieron un pacto con los españoles, pero yo no.
Yo opté por la dignidad y por eso me fui a la Península de Paraguaná con mi esposo, Jurijurebo. Allí aprendí a cultivar la tierra, a protegerme del sol cubriendo mi piel con barro, adornarme con flores del cují negro y beber leche de las ubres de mis ovejas.
Jurijurebo me acompañó en la búsqueda de la libertad para mi pueblo. Lo apresaron mas logró escapar y huyó por las playas. Una jauría de perros le persiguió, lo alcanzaron y destrozaron su cuerpo. Lloré mi soledad hasta que mis lágrimas formaron la laguna de Guaranao, espejo de mi alma convertida en humedal. Me hice dura como el palo del supí y fui a pelear contra los invasores. También me apresaron, me violaron, torturaron y cortaron las piernas: jamás me doblegaron.
Cada mañana renazco en el corazón de los cardenales y turpiales que habitan en el estado Falcón. Ahora, Judibana es el nombre de una hermosa ciudad ubicada al borde de la Refinería de Amuay. El complejo urbanístico que lleva mi nombre fue proyectado en 1948 y fundado en 1955. Siendo el primer campo petrolero fundado en Venezuela, en sus primeros años fue administrado por los trabajadores estadounidenses y venezolanos y, desde 1976 forma parte de los activos de la empresa venezolana Petróleos de Venezuela (PDVSA, antes Lagoven).
Por su parte, la Refinería de Amuay, fundada en 1950, es la más grande en su género en Venezuela. En 1997, se unió con la Refinería de Cardón (también ubicada en la Península de Paraguaná) y con la Refinería Bajo Grande (en el estado Zulia), creándose el Centro de Refinación de Paraguaná, uno de los más grandes del mundo, el cual posee, además, una localización geoestratégica frente a las costas del Mar Caribe lo cual le permite un intercambio comercial amplio con otras zonas del país y del mundo.
En los últimos años (1985, 2012, 2017, 2018, 2019), este centro de refinación ha sufrido explosiones e incendios siendo la más grave la ocurrida el 25 de agosto de 2012 cuando perdieron la vida 55 personas y resultaron heridas otras 156. Las cicatrices humanas y materiales de la Tragedia de Amuay aún duelen en la memoria y en la economía al igual que las consecuencias sobre la producción industrial que generó el llamado Paro Petrolero sostenido durante los años 2002 y 2003.
Soy símbolo de resistencia: he vencido a los conquistadores españoles, a los Wesler de Augsburgo, a la industrialización contaminante de la Creole Petroleum Corporation, al “aro Petrolero, a los reveses de gerencia, a las explosiones e incendios y al bloqueo económico impuesto por la presidencia de los Estados Unidos de América.
Cada tarde, en el malecón del Club Bahía, me siento a contemplar la belleza del atardecer sobre el mar y pido a las olas y al viento incesante que traigan tiempos mejores.