De la dictadura a la libertad entre sonrisas y lágrimas
De un pueblecito del sur de Irán a los suburbios parisinos, en “O los tres o ninguno” Kheiron rinde homenaje a sus padres, unos jóvenes optimistas fuera de lo común, en una comedia que es como un “cuento universal, que aborda temas como el amor familiar, la entrega y el ideal de vida en común”.
En los años 70, Hibat (Kheiron) no aguanta el régimen del Sha. Junto con sus amigos, milita a favor de la llegada de la democracia al país, lo que entraña correr riesgos, jugarse la vida y pasar siete años en una prisión. Mientras tanto, el Sha ha sido derrocado y ha llegado al poder el ayatolá Jomeini; el cambio democrático esperado se transforma en represión fundamentalista.
Hibat conoce a Fereshteh (Leïla Bekhti, “La fuente de las mujeres”), se enamoran, se casan y tienen un hijo. La situación se vuelve cada vez más violenta contra los opositores al régimen, y la pareja decide escapar del país. Con el beneplácito de sus respectivos padres –que también se salen de la norma represiva de las familias del país- consiguen ayuda de personas habituadas a pasar clandestinamente la frontera y, a lomos de una mula, atraviesan el desierto y llegan “al otro lado”.
Ignorando otras peripecias, los vemos como refugiados políticos en un inmueble típico de los suburbios parisinos, donde se construyen una nueva vida. Fereshted, enfermera, se encarga de la educación corporal y sexual de las mujeres del barrio; Hibat, abogado, revalida su título y acompaña a sus vecinos, como mediador, en protestas y querellas…
Kheiron –que es un nombre artístico-, el niño que salió de Irán en brazos de su madre, ha crecido y se ha convertido primero en rapero y actor cómico, y luego en el cineasta que estrena su primer largometraje, en el que interpreta el personaje de su padre. A juzgar por el final de la película, los padres de Kheiron siguen en el mismo barrio, haciendo las mismas cosas.
Saltando de una cultura a otra con enorme sensibilidad, Kheiron cuenta esta parte de la historia de sus padres en un conseguido equilibrio entre lágrimas y risas, una historia tierna, emocionante y divertida de luchas, dramas y sonrisas, en la que prima el humor como forma de ver el mundo. Una hermosa historia de libertad y tolerancia en la que se ha evitado la nostalgia para construir una película tragicómica a base de momentos fuertes y gags animosos.